Imperdible
80'

La cosa empieza sobre un lienzo de tierra. La cautiva (Laura Paredes) -una señorita de elite envuelta en bolados y encajes- cuenta los infortunios que la trajeron hasta ese punto. Forma parte del malón y, al parecer, aún no la han ultrajado lo suficiente. Su angustia se crea en la diferencia del lenguaje, los silencios, las necesidades.

Pero al atardecer de la llanura, cuando el calor y la excitación suben como un golpe de rayo quemándolo todo, el peligro se vuelve inminente. Los hombres son hombres aquí, allá y en todas partes. Sean indios, esclavos, milicianos o próceres. Y la cartografía de la Argentina se dibuja como un terreno signado por la violencia sexual que, a su vez, es política.

Nos contaron tantas veces que a las señoritas las recupera un príncipe. Proveedor, valiente, algo sensible, capaz de darlo todo por esa otra que mira con ojitos lánguidos de dolor acumulado. Bueno, como ya se habrán imaginado, en esta historia, ese lugar lo ocupa otra mujer, una india (Lorena Vega). Ella interrumpe la violación inicial y, en un ascenso heroico y terrible, somete el cuerpo -que suponemos ya ultrajado- para salvar a su compañera. Juntas emprenden un viaje por un paisaje por hacerse. Juntas hacen el paisaje que por momentos es hostil, por momentos es prácticamente tropical. La naturaleza emerge en su horror y su belleza a partir del relato de las cautivas. Juntas arman un pequeño idilio que hay que proteger. Juntas recorren esta tierra -maldita, próspera, habitada por gentes, outsiders, enfermos, hombres- que, como se nos planteó desde el principio, está signada por la violencia. Mejor dicho: por la violencia política de un cuerpo sobre otro.

¿Es posible refundar un mito de origen? Tenconi Blanco ya ha dejado en claro sus lecturas del siglo diecinueve, un siglo donde todo está por hacerse y hay que pensar cómo. La tarea de las grandes mentes es fundar una cultura nacional. Viñas decía que la literatura nacional había comenzado con una violación. Las cautivas toma eso y propone un cambio: que nuestro comienzo sea el encuentro de un cuerpo junto a otro en clave de placer. El sexo entre dos mujeres que se escapan de su destino. El sexo que tienen dos mujeres en cada rincón de la Argentina. Mariano Tenconi Blanco nos está diciendo que la literatura argentina empezó con el goce. Y esta refundación del mito nos puede servir para entender los siglos venideros. ¿Acaso la pasión es explicable para aquelles que no la sienten?

Céline y Rosalila cabalgan a sus anchas, con desenfreno romántico, fundando la patria que les gustaría: una donde mande el corazón. Cada una tiene un discurso propio para narrar lo vivido. Las palabras, como ladrillitos, van armando una arqueología de este mundo otro. De una llanura que podría ser un significante vacío: a medida que le damos lugar a otras voces, otros relatos, la cadena se va corriendo para producir nuevos significados. Las cautivas es una obra que se inscribe en las nuevas lecturas del siglo diecinueve, como la Las aventuras de la China Iron de Cabezón Cámara, que en vez de ser una china sufriente esperando a su hombre, se manda con su compañera a fundar la patria que pisan sus pies. ¿Se imaginaron alguna vez que nuestros poemas épicos, nuestros primeros éxitos nacionales de cuchilleros y bandidos pudieran ser protagonizados por chicas?

Nosotras salimos enamoradas. Porque nos encantaría contar historias como nos gustaría que hayan sido: con el borramiento del hombre ocupándolo todo. Si, en definitiva, siempre nos salvamos entre mujeres. Esta obra es un recordatorio de eso.

También es un western protagonizado por mujeres. Por dos actrices que la rompen con su trabajo en escena: hablan en rima, miran profundo, se desvanecen de amor. Te hacen reír y llorar, como no te imaginabas. Este western tiene música de amanecer y atardecer, a cargo de Ian Shifres que se toca todo en vivo, tiene sus momentos alrededor de un fogón. Es un ir siempre hacia delante, cabalgando por un territorio aún desconocido, vacío, buscando aventuras. Es sobre dos mujeres que están vivas, que transitan el autodescubrimiento en el camino, que tienen la capacidad de cambiar, transformarse e incluso trascender.

Ficha técnico artística

Dirección: Mariano Tenconi Blanco

Dramaturgia: Mariano Tenconi Blanco

Elenco: Laura Paredes y Lorena Vega

Músico en escena: Ian Shifres

Producción artística de Compañía Teatro Futuro: Carolina Castro

Música original y diseño sonoro: Ian Shifres

Diseño de movimiento: Jazmín Titiunik

Diseño de iluminación: Matías Sendón

Diseño de vestuario: Magda Banach

Diseño de escenografía: Rodrigo González Garillo

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