Entrevista al Grupo Mínimo

Después de 12 años de experimentar e improvisar, Grupo Mínimo sumó en dramaturgia y dirección a Juan Francisco Dasso y así nació Que todas las vaquitas de Argentina griten Mu estrenada en el 2019 en Espacio Sísmico. Este año se mudaron al Galpón de Guevara buscando nuevo hogar porque la pandemia arrasó con la cultura independiente y muchos espacios se vieron forzados a cerrar, entre ellos, el queridísimo Sísmico.

Que todas las vaquitas de Argentina griten Mu es la primera obra de teatro que hace el grupo después de gastar los escenarios con sus clásicas varietés, así que si todavía no la viste tenés que aprovechar, ¡quedan muy pocas funciones y no te la podés perder! Acá te dejamos nuestra reseña destacada de la obra y la cobertura que hicimos del Grupo Mínimo al aire libre cuando apenas volvíamos a la actividad teatral en pleno 2020.

Para quienes no los conocen, Grupo Mínimo -integrado por Emiliano FormiaJuan IsolaCristian Jensen y Facundo Livio Mejías– es una de las bandas de humor referente de la escena porteña, con un estilo de experimentación cómica muy particular y un hilo narrativo en formato de varieté, y por primera vez en más de una década -ahora ya tienen ¡15 años! (nacieron el 10 de junio del 2006, obvio que son re de géminis)-, agrandaron el equipo con Dasso -que seguramente lo conozcan por su tremendo laburo como dramaturgista del Proyecto Pruebas de Matías Feldman– y con las actuaciones de Eugenio Tourn y Ximena Banús -que iban de invitados frecuentes a las varietés-.

Les dejamos, entonces, lo que fue la charla de las farsas con Juan Francisco Dasso y Emiliano Formia:

Sabiendo que el grupo tiene un formato más del número y del sketch, ¿cómo se aggiornaron como grupo con la dramaturgia? 

Juan F. Dasso: Conocí a Juan Isola en el Festival Porvenir del 2014 y antes fumábamos puchito en el recreo de un taller de dramaturgia. Isola se acercó a un workshop que hicimos en el Teatro Sarmiento y a la compañía que tenemos con Matías Feldman. Ya conocía a Mínimo y las varieté me encantaban. Me parecía que tenía una potencia dramatúrgica muy fuerte. En la movida del número y del sketch hay una dramaturgia prístina, muy clara (algo que escasea a veces) no literaria sino muy concreta y dinámica.

Pensé que el grupo tenía una estética y un lenguaje con el que comulgo un montón. Los fui a ver y me senté a escribir, a la tradicional, en el escritorio y generé mucho material. Nos volvimos a encontrar, lo leímos, nos cagamos de risa y fuimos metiendo mano entre todos para lograr la mejor versión de eso. Para mí fue espectacular, un entrenamiento total. Nos retroalimentamos muchísimo y naturalmente después quedé dirigiendo porque me puse a mirar lo que iba pasando con el proceso y como ellos también se auto dirigen, finalmente llegamos a este espectáculo que tiene algo que me interesó desde el principio; que conserve esa lógica de la varieté.

Uno va a ver a Mínimo y ve muchas cosas distintas. La idea era que hubiera variedad y se llegó a esta especie de tríptico. Había un interés de ellos de laburar con su código de actuación, de una manera muy farsesca y paródica. Yo llegaba con una idea y ellos la elevaban a la enésima potencia. Y eligiendo conscientemente esos procedimientos a la hora de actuar llegamos a estas pequeñas obras con un desarrollo interno, breve y condensado. Además me di el gusto de representar un mito griego que me vuelve loco, el mito de Áyax; es una rareza y una de las obras menos conocidas de Sófocles.

Y también hay espacio para la improvisación, como ellos se manejan e incluso poniendo un texto de base, hay lugar para todo, lo dramático y el recurso escénico.

JFD: Con ellos el arco dramático sucede igual y todo toma un cauce que florece cuando uno comulga con el lenguaje. Bueno, es un texto que fuimos modificando. Y lo que pasa es que la dramaturgia no son los diálogos o las ocurrencias sino el edificio que está detrás y que lo hace funcionar y que lo contiene. Pensamos mucho en la actuación, dimos un workshop y nos hizo pensar en el mecanismo.

Lo otro que tuvimos que trabajar fue el grotesco criollo, que es algo que en general uno dice “que paja, esto lo vi en la escuela, en la secundaria, en la EMAD y en la UNA” pero no es una paja. Y a mí siempre me interesó y lo respeto. No sé cómo era porque yo no viví en 1930 pero estoy seguro que tiene que ver más con este lenguaje, con este código de actuación, alto, como ellos mismos dijeron en aquél seminario, como un personaje de Cartoon Network que tiene el trazo grueso que lo separa del entorno. El grotesco está más cerca de eso que de una representación realista. Estoy muy seguro, por la praxis y porque lo estudio también, que tiene que ver con ese trazo grueso. 

Emiliano Formia: Sí, con Mínimo venimos trabajando juntos hace 12 años y tuvimos algunos intentos de buscar directores o directoras pero siempre se nos hizo difícil. Creo que somos un grupo muy anárquico, en donde no hay liderazgo ni una conducción. Digamos que trabajar con la improvisación nos hacía todavía más anárquicos. Porque era todo muy rápido, ensayábamos la coreo y salíamos. Si bien todos habíamos trabajado ya con dramaturgias en otras obras, con Mínimo no. Fue un desafío grupal entender cómo somos nosotros actuando con una dramaturgia y con una dirección. Por suerte Juan se adaptó perfectamente a nuestras locuras y a nuestras enfermedades.

JFD: Es que lo interesante fue la amalgama. Creo que hay una tendencia dominante en la producción de teatro independiente que está muy arraigada a la autoría, la dramaturgia y la dirección de tal. Es buenísimo porque ha difundido una capacidad autoral muy grande y ha generado trabajos excepcionales que surgen entre tanta producción. Bueno, no le voy a explicar a Farsa Mag, que son las personas que más ven teatro de nuestra generación y de esta ciudad, pero el lenguaje de grupos es muy importante.

Cuando me senté a escribir para Mínimo me tentó una obra de mi autoría con estos súper actores, pero no, me llamó el grupo. Y entonces, no es que yo ahora sea parte del grupo o que ellos actúan para una obra de Juan Dasso, sino que se armó esta fusión. Y yo también me rindo a esa batuta del grupo y a esa cosa anárquica. De todas maneras el grupo escucha y se maneja de una forma súper respetuosa con las propuestas. Me parece que le encontraron el valor y pudieron descansar una zona y experimentar otra.

Pensaba en la dinámica de otros grupos de humor quizás como Los Blabla o Sutottos que siguen una línea teatral parecida

EF: Yo creo que los otros grupos sí tienen formatos de obras y espectáculos ya armados, si bien improvisan no es que salen a improvisar. Con Mínimo tenemos números en donde elegimos tres palabras, nos ponemos la peluca y salimos a actuar, y creo que eso a la gente le excita, saber que realmente estábamos improvisando. Por suerte apareció Juan que nos inspiró ese respeto y era una cabeza que decíamos: che, sí. Lo necesitábamos para bajar esta jauría.

JFD: Ay que lindo, ¡gracias! 

EF: *guiño* Hoy ligas. 

JFD: Cuando estábamos ensayando pensaba “Mira si soy yo el que le quitó el humor a Grupo Mínimo” y el desafío fue mantener ese vértigo que sucede cuando alguien se sienta en la butaca y como ellos no saben a donde van, la persona tampoco. Son muy virtuosos todos y tremendamente efectivos y esa sensación tenía que estar fijada. Esta es una obra que modificamos; sacamos, ponemos y todos tenemos espacio para proponer y no hay un jefe. Lo que sí hay es un edificio que se fue construyendo y mejorando y lo manejamos con toda la responsabilidad posible desde el 2017. Después pasó un verano y yo reescribí algunas partes, saqué otras, cambié, condensé y modificamos el espacio escénico. También estaban Eugenio Tourn que labura hace mucho tiempo con Mínimo como asistente y Ximena Banús que viene de toda la historia con Veladas Temáticas, que es una referencia para ellos también.

EF: Además el equipo que se armó alrededor potenció todo, las luces que hizo Victor Olivera, la música de Jonathan Gejtman y hasta la escenografía y el vestuario (las vacas y los telones) que hicieron El Gato y Julieta.

JFD: Sí, Mariano Rodriguez, el Gato, es un realizador que había trabajado con La Joven Guarrior, la banda en la que están Juan (Isola) y Facu (Livio Mejías). El Gato es un realizador espectacular, nos dimos cuenta que sumaba mucho al lenguaje, nos hizo las famosas vaquitas y pensó el espacio con Julieta Sanchez Aragone que además hizo el vestuario. A partir de esto tuvimos un upgrade importante porque hubo un trabajo estético voluptuoso. Sabíamos que queríamos color y muchos cambios de vestuario. En cada bloque de estos tres se laburó bastante con paletas de colores, estéticas, referencias, y buscamos mucho también en el plano visual. 

EF: Más allá de las actuaciones, de la dramaturgia y de que la gente que viene, en general, ya conoce a Mínimo, se van flasheados con lo visual. Cuando entrás y ves un teatrino, con esas luces, humo y pasto sintético, entendés que lo visual es atractivo y le da esa cosa de show que la levanta. 

JFD: Cuando todavía estaba el Espacio Sísmico, fuimos con Juan a ver la sala y yo caminaba y pensaba que la quería vestir toda. Trato de pensar muchísimo como espectador principalmente. Y aunque no todas las salas son con piso de goma negra y pared negra la de Sísmico, que es divina, también tenía eso. Apareció esa idea escenográfica que se terminó de concretar a lo largo del tiempo y hoy en el Galpón de Guevara que es un teatrazo super equipado, la escenografía funciona muy bien. Nos tuvimos que adaptar pero pasaban cosas como cuando el iluminador se encontró con unos tachos de luz increíbles que le dieron un giro a la puesta, y eso nos motivó.

Y esa voz en off del principio que también la escuchamos en las varieté de Mínimo, ¿cómo aparece?

EF: En realidad nosotros siempre hacíamos las voces en off más a modo de intervalo o de presentación del espectáculo y en esta obra en particular se le ocurrió a Dasso, que escribió otro texto y la hizo con la voz del Google Translate. 

JFD: A esta altura es una idea que está quemada, pero en 2018 no estaba tan quemada. 

EF: Sigue siendo innovador.

Creo que te posiciona y te obliga a entrar al juego que plantean

JFD: Sí, yo quería hacer un amague perceptivo y que de repente aparezca un personaje de una mujer robot. Yo fui a ver a Mínimo y me llamó la atención en Cristian que hacía una voz de alguien que está participando en un concurso y se quiere comprar a todos. Eran cosas que me hacían reír más que la escena. Y pensaba “estos pibes se están poniendo una peluca y necesitan tiempo”. Acá, obviamente, mantenía ese espíritu y como hay varios números y muchos cambios de vestuario necesitábamos tiempo entre escena y en escena. Pero tampoco quiero hacer tiempo entonces tratamos de hacer lo mejor posible y bueno apareció esta especie de recurso y personaje robótico. 

EF: Además por esa voz en off antes de salir a escena, la gente ya empieza a lanzar el estallido de carcajadas. Ya está, el clímax se generó.

JFD: La voz en off, en un momento dice “estás en un teatro y vas a ver teatro. Teatro. El único arte que no ha podido ser desmaterializado”, es decir, atravesado por un proceso virtual de descomposición. Eso se lo robé a Eduardo del Estal, filósofo y pintor que falleció este año, quien era una especie de padrino en el proyecto Pruebas con Matias Feldman. Hacíamos una obra en el Sarmiento que se llamaba El Ritmo, la prueba cinco y ahí Eduardo vino a dar una charla y en un momento habló de la aceleración en el lenguaje teatral contemporáneo de Argentina y del mundo, cosa que se utiliza mucho.

Pero no porque queramos más ritmo sino porque el acelere es lo único que permite que el espectador pierda la noción del tiempo mediante la sacudida constante. La persona no se puede orientar y eso es lo que está a la altura del entrenamiento perceptivo que tiene una persona desde que se levanta hasta que acuesta viviendo en un mundo que es bastante virtual y que nos vuelve a todos inevitablemente adictos a los estímulos del celular y demás, que no voy a criticar porque los uso, pero que definitivamente están signando la percepción contemporánea, nuestra paciencia y también se refleja en cómo nos relacionamos frente a los objetos.

Hacer teatro en ese contexto por supuesto que es más que difícil. De todas maneras Mínimo funciona sin mí porque son tremendamente veloces y no te dejan pensar y la gente no puede creer lo que están haciendo. Contar con esa materia prima para ponerlo en obra y poder narrar con esas herramientas que generan acelere; es algo muy potente.

EF: Con las Vaquitas estamos los miércoles de noviembre, y dos en diciembre. Así que fue un sacudón lindo esta segunda mitad del año porque además pudimos dar clases y hacer nuestra varieté, fue como que empezó la vida nuevamente. Es una alegría que después de dos años de estar frente al zoom podamos tener a 150 personas gritando y aplaudiendo a tres metros de tu cara. 

JFD: Hoy está la sala llena, la que viene también, con aforo completo. Ruego a los dioses que esto pueda continuar porque estamos en un momento lindo y nos está yendo bien. Así que los invitamos a que vengan a reírse de Que todas las vaquitas de Argentina griten Mu, este tríptico que te acelera.

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