Matías Feldman: “Buscamos generar ruido en el espectador para llevarlo a una reflexión.”

Foto/ Mariana Roveda 

Matías Feldman es pianista, dramaturgo, director y actor y hace unos quince años que no para de crear piezas geniales. Empezó sus estudios en la Escuela de Música Popular de Avellaneda, después se formó en teatro con Rafael Spregelburd, en dramaturgia con Mauricio Kartun y se tiró de cabeza al teatro. De sus maestros aprendió repitiendo ciertos modos de producción y creación, y se hizo haciendo, como muchos colegas de su generación, hasta que fue encontrando su propio camino. Hoy, con Proyecto Pruebas, el rumbo se afianza y la banda no para.

¿Cómo empezó Proyecto Pruebas?

Yo venía haciendo muchas obras por año, mucha producción y había algo de juntarte para cada obra con ciertos actores, montarla, hacer temporada y demás, que me resultaba medio incómodo. Esta cosa de juntarse a hacer la obra y después ya no verse, y juntarse con otro grupo, me había agotado. Sentía que esa forma no me estaba llenando del todo, no me daba el tiempo para profundizar en ciertas cosas que tenía ganas de investigar. Me encontré en un momento de crisis donde me cuestioné de cero absolutamente todo.  Desde ahí fue que volví a lo que entendí había sido mi última gran experiencia: Reflejos, una obra del 2009.  Entonces les planteé a esos actores (Juliana Muras, Luciano Suardi, Maitina de Marco, Lorena Vega y Javier Drolas) esto de ser compañía, en vez de plantarme a lo mercenario con el “vengo acá a hacer esta obra y después no nos vemos más”. Así el Proyecto Pruebas, un proyecto de investigación esta vez a largo plazo, se concibió desde esta nueva concepción de grupo.

¿Por qué lo llaman pruebas y no obra?

Porque el concepto prueba contiene a todo el proceso de investigación del cual el espectáculo que puede ver el público es sólo una parte. También está nuestro registro en forma de bitácora o diario de trabajo que está a disposición de cualquier interesado que lo quiera recibir por mail. Ahí encontrará cosas que están por fuera de la obra en sí, como pasa con los workshops, donde intentamos abrir a la comunidad la experiencia que tuvimos con cada prueba en particular. Esto es muy vitalizador para nosotros que sentimos que la prueba no está concluida hasta que no hacemos el worskshop, porque ahí hay algo que se actualiza.

El verano pasado notamos, en el workshop del Sarmiento donde participamos, que había un tema ahí con el realismo, fue casi como un tópico central este cuestionamiento.

Es muy difícil de definir el realismo. Tiene esa pretensión de imitar la realidad o esa ilusión de imitar la realidad, y eso es completamente discutible, eso no es así, la realidad es algo imposible de aprehender. Es un movimiento que está muy vinculado con el capitalismo, surge justamente cuando éste estaba en auge, mediados del siglo XIX, y en el teatro el drama burgués llegaba al centro. Creo entonces, que como el capitalismo llegó para quedarse, el realismo parece que también. Sobre todo porque los medios hegemónicos de producción simbólica lo han tomado como el gran discurso de estos últimos tiempos. Lo peligroso en esto es que los espectadores que ven una obra realista no pueden ver el discurso, solo ven acontecimientos, solo ven situaciones. La pincelada que hay por arriba, enorme y diferente en cada director, está invisibilizada. Todo se llama realismo por igual, realismo por default decimos nosotros.

¿Eso es lo que buscan con Proyecto Pruebas? ¿Limpiar al teatro del acontecimiento para poner el discurso en primer lugar y generar una reflexión?

En La Desintegración, por ejemplo, presentamos una escena realista, la empezamos a atentar, atentar y atentar y lo que empieza a suceder es que el modelo de representación, llámese realismo en este caso, ese discurso empieza a ser visible, se empieza a ver y eso genera una experiencia. Entonces el objetivo es generar esa experiencia en el espectador, de poder visualizar ese discurso y poder efectivamente percibir eso que está tan aprehendido, ese realismo por default tan invisibilizado. No queremos limpiar al teatro en el sentido moral, buscamos generar el ruido en el espectador para llevarlo a una reflexión.

El laburo que hacen ustedes tiene un costado bastante intelectual, trabajan con un sustento teórico y un dramaturgista que va asentando todo en las bitácoras. Como una fusión de un mundo más académico con lo práctico, pero puesto al servicio del teatro. ¿Esto es algo que siempre tuviste en tu trabajo?

Antes de que estuviera la figura del dramaturgista, yo había invitado a una académica a participar y me acuerdo que estaban buenísimos los intercambios pero sucedía mucho que yo decía “esto podríamos llamarlo neobrechtiano” y ella decía “no, eso no se puede porque dice tal que Brecht tal cosa”, entonces yo ahí me di cuenta que necesitaba un espacio también creativo de la teoría. No me servía que me dijeran que lo que estamos haciendo entra en estos casilleros, es generar nuevos casilleros, nuevas teorías, nuevos conceptos. Conceptualizar nosotros mismos, es decir vamos a llamar realismo por default a esto y lo definimos nosotros. Porque cuando uno lee teoría, alguien lo pensó, alguien lo creó a ese pensamiento, entonces Proyecto Pruebas está siendo también una usina de teoría, no tanto de corroboración de otras teorías medio académico, sino de crear hipótesis y teorías acerca del material escénico y de la percepción y de lo que nos interesa del modelo de representación. La cuestión es teorizar a partir de la cosa, de la materia real, escénica, y no al revés. Nosotros lo que queremos es crear teoría, no basarnos en la teoría para generar materiales escénicos. Para eso es Proyecto Pruebas, para, justamente, probar desde la práctica y generar la teoría, pero siempre desde la práctica, desde lo que la escena me está diciendo, no lo que otros dijeron o lo que yo pienso de la escena.

¿Cómo fue esta experiencia de llevar Proyecto Pruebas al teatro público?

Está bueno lo que sucedió, llenamos todas las funciones en un teatro que es de investigación y me parece que es una buena señal. Por un lado, el público está diciendo que quiere esto y por el otro, hay espacios públicos que apuestan a este tipo de trabajos los ayudan y potencian. Porque producir se puede de cualquier forma. Yo hice toda mi carrera en teatro independiente, la mayoría de mis obras fueron hechas sin subsidio, de hecho esta es la primera prueba producida por un teatro público, pero estar dentro de esta estructura nos significa un gran cambio.

¿Cómo fue la experiencia de tener un tiempo determinado para producir la nueva prueba en el marco del Sarmiento?

Nos colocó en un lugar muy distinto de cómo veníamos trabajando, pero fue muy potenciador, fue interesante lo que ocurrió y generó una intensidad muy grande. Lo que pasa es que este tipo de procesos que son tan cortos y de todos los días, seis horas todos los días, no permite cierta decantación que sí permiten los procesos largos y a su vez esto genera una intensidad, que uno puede morder mucho más otros aspectos. Por lo cual, siempre el procedimiento es interesante. Yo hubiera querido tener uno o dos meses más de trabajo con esta prueba, me quedaron en el tintero varias cositas que me hubiera gustado desarrollar, profundizar, encontrarle una vuelta de tuerca. Igual estamos contentos con el producto final, está buenísimo.

¿Ya tenés pensado los temas de las próximas pruebas?  

No se bien en qué orden, pero La Rima sí es la que encaramos este año, y se viene La Traducción y El Hipervínculo o el Hipertexto, todavía no lo sé bien.

Lo que quiero es hacer un proceso menos intenso, más apaisado donde puedan decantar ciertas cosas, necesito otro tiempo ahora. Y también hacerlo independiente, nosotros venimos de un trajín desde octubre trabajando en el teatro público lo cual es una enorme responsabilidad para nosotros y para mí, sobre todo en el tiempo político en el que estamos donde la cultura está siendo muy vapuleada, pero paradójicamente aparecen estos reductos como el Teatro Sarmiento con Vivi Tellas o el Cervantes con Tantanian, que generan estos espacios que son súper interesantes. Y uno que viene del teatro independiente, esto lo hablo mucho con mis colegas, tenemos que tomar el teatro público que es nuestro, no importa qué gobierno está, el teatro es público, y nosotros somos una generación que nos está empezando a tocar estar en el teatro público y es una enorme responsabilidad, y está bueno tomarlo y producir cosas que sean críticas en relación a lo político.

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