Fiesta Nacional del Teatro

Por Florencia D’Antonio y Victoria Casaurang 

La fuerza de lo colectivo

“Ojalá tengamos próxima”, nos dijo una colega cuando nos despedimos. Por varios motivos esta 37 Fiesta Nacional del Teatro estuvo más combativa que nunca y muy posicionada políticamente. Por un lado, porque se celebran los cuarenta años de democracia y el tema fue clave para la elección de las obras. Por otro lado, estamos a un mes de las elecciones y el candidato que ganó en las primarias adelantó que si llega a ser presidente pretende eliminar el Ministerio de Cultura que organiza el evento de teatro más importante del país: único encuentro de obras de las diferentes provincias, elencos y gestores de las artes escénicas. Cada obra presentada contó no solo con palabras de profundo agradecimiento de los elencos, sino también con un pequeño llamado a la atención sobre nuestra realidad. A su manera, cada actriz, actor y director, apostó a la reflexión sobre el pasado y el presente y a la construcción colectiva de representatividad para que el cambio de gobierno no nos haga volver a un pasado que no queremos. 

Durante una semana, todes juntes celebramos los valores de la democracia: la defensa de nuestra historia, el relato respetuoso sobre nuestras heridas y sus orígenes, el amor por el territorio que tenemos. Como trabajadoras de la cultura, estuvimos intercambiando y poniendo en común visiones sobre el teatro y la cultura con colegas periodistas y críticos del país. También pudimos conocer a elencos de otras provincias y dejar de lado nuestra porteñidad por un rato. Lo que sentimos, cada vez que viajamos a la Fiesta Nacional, es orgullo por el amor a las artes escénicas que se vive a lo largo y ancho de la Argentina. Las ganas de proponer y de conocer esas propuestas es infinita y todo eso es posible gracias al Ministerio de Cultura nacional y a todes lxs artistas y trabajadores de la cultura.

Cómo empezó todo

La primera obra que vimos fue La vida sin ficción, nuestra recomendada en cartel del Moscú Teatro en CABA que cuenta tres historias que se vinculan a través del duelo, la ternura y el amor en diferentes formas. ¡Cómo lloramos! Y pensamos mucho en lo diferente que debió resultar para los actores pasar de una sala independiente a hacer la obra en un teatro tan grande y clásico como el Catamarca. La dramaturgia y dirección es de Francisco Lumerman y les intérpretes son: Francisco Lumerman, Ignacio Gracia y Rosario Varela. Por otro lado, en el Girardi vimos Manuelita y nos encantó! Cuánta frescura para contar la historia de dos adolescentes, su despertar sexual en relación a la cultura machirula del fútbol: danza, perfo y Boquita, papá, todo junto. ¡Ojalá reestrenen en Planta Inclán o algún teatro de la ciudad. La dramaturgia y dirección es de Alejo Sulleiro y en escena podemos ver a Tiago Mousseaud y Tomás Corradino. Y, hablando de la capital, pero en este caso la catamarqueña vimos una obra en el Espacio Osera, el único independiente de la zona, más alejado del centro, donde una obra sanjuanina aprovechó la caída del sol para empezar la función a contraluz y que, al esconderse, dieran inicio en plena calle de tierra a La dueña del santo, una historia delirante sobre familias y santitas populares para concientizar sobre los problemas por falta de agua que sufre la región. La dirección es de Milenka Rupnic y Paula Martín. En escena están: Candela Santana, Mariana Silva, Pacha Cortez, Nancy Amato, Lean García, Paulina Maldonado, Fabricio Saquilan, Lito Cantoni, Rodra Salas, Mariano Carrión, Gabriela Prior y Gabriela Masiero. 

Soberanía y memoria

¿Puede el teatro, en un momento como este, aportar al debate sobre la representatividad? O bien, ¿puede el teatro construir representatividad? ¿Es posible pensar las obras de distintas partes del país en diálogo? Si esto fuera así, ¿sobre qué dialogarían? Si algo nos demostró esta edición de la Fiesta Nacional es que las artes escénicas abogan por una visión de futuro, discutiendo el presente y actualizando fibras del pasado: constelaciones de historia, épocas y tramas que nos hacen preguntarnos por identidades y valores y si es posible aún que, como sociedad, compartamos algunos. 

Una de las obras que nos golpeó en la cara con preguntas fue La Compañía Americana de Danza en gira a China, del grupo La Vida es una barca, de Jujuy dirigida por Sergio Mercurio, con Juan Villegas y Luis Sánchez. Si se le pregunta a un argentine si este país es racista, lo más probable es que responda que no. Esta obra se posiciona en los huecos generados entre lo que creemos y lo que realmente sucede: dos amigos, varones, de Jujuy y de Buenos Aires que, a su vez, han vivido en distintos lugares del país se encuentran para encarar un proyecto cuando menos extraño. Los personajes ponen espejos sobre el cotidiano. El problema de las fronteras y sus distancias en un mismo territorio, ¿qué es lo que hace que todes seamos argentines si no hay nada en común entre un jujeño y un porteño? Estaremos listos para tener esa discusión? El teatro, a la vanguardia, nos sugiere que ya es hora. A partir de la danza, los dos personajes habilitan un lenguaje corporal que avanza sobre aquellas diatribas, poniéndolas en tensión. A su vez, nos recuerda el viejo sabor conocido del concepto de libertad, palabra que prácticamente nos robaron en los últimos tiempos porque ya no significa lo que sabíamos, sino otra cosa.

Hubo otra obra que, también, le dio un poco de aire a la idea de libertad: Cuando el viento ruge, de Tándem Teatro, CABA. Retomando relatos orales de la Patagonia, esta obra de títeres explora los enredos de un brujo, un padre asustado y dos jóvenes que se disputan tipos de relación posibles en una comunidad originaria. Los valores viejos chocan con la necesidad de cambiar los paradigmas. La propuesta de Juan Benbassat, con les intérpretes Daniela Calbi y Ariel Varela, trae una lectura tierna y graciosa sobre el camino de la destreza, la búsqueda de la propia identidad y, además, nos lleva a paisajes de cóndores, leopardos, esqueletos y memorias de nuestros antepasados para contarnos que reconocerse en un paisaje es otra forma de la libertad. 

La Fiesta nos trajo una propuesta muy interesante desde Tucumán y, a mi criterio, nueva respecto del tema Malvinas. Una obra chiquita, con dos intérpretes muy sabios y lindos en su hacer: Jardín florido (lo que subyace), de Grupo Modelo Rojo Teatro con Alejandra Páez Salas y Martín Lombardi, con dirección de Carlos Correa. La obra sucedía en el escenario, pero del otro lado, como a través del espejo. Una sala oscura donde los espectadores son espectros. Como la memoria, que viene de a olores, piezas gráficas, juguetes escondidos, libros enterrados, flores de plástico que resisten al paso del tiempo. Se plantea un contraste entre el lugar de la sociedad civil y las operaciones de la última dictadura militar. Los jingles sonaban, Palito Ortega cantaba en la radio y juntábamos electrodomésticos para la nueva era mientras la gente era asesinada, en sótanos, en comisarías, en galpones, casas particulares y en las trincheras de las islas. Les intérpretes logran una buena distribución de lo siniestro, haciendo que las sonrisas floten un poquito de más en ese espacio fantasmal de lo indecible. 

En este sentido, también vimos 24 toneladas, obra invitada de CABA con un elenco formado por: Mariano Bragan, Carolina Ghigliazza, Natalia Oviedo, Ana Paula Sanchez, Agustín Rivero, Andrea Trujillo, Marcelo Vega y con dirección de Paula Sánchez. La propuesta se hace cargo de un tema difícil de abordar para las infancias: la quema de libros que la dictadura militar llevó adelante en 1980 en Avellaneda. Este grupo de circo no solo lo logra con humor y sensibilidad sino que, además, nos cuenta una historia en donde cada personaje es complejo y orgánico en su búsqueda. Además de repasar la lista de libros prohibidos por la junta militar, la obra nos ubica en situación: no defender la imaginación es perder. Con un cierre poético en donde cada niñe presente se lleva un libro a su casa como forma de resguardo del fuego, nos despiden.

En relación a los estudiantes y el plan sistemático de desaparición de personas vimos la obra Lápices, un musical con memoria con dirección actoral de Carolina Aguerrido y dirección coreográfica de Sol Cardozo y Paula Grosse. A través de canciones populares nos metió en los setenta, en la famosa Noche de los lápices y en la persecución, tortura y asesinato de jóvenes que reclamaban por un país con más derechos para todes. El elenco está compuesto por: Juan Gabriel Iaconis Serraino Díaz, Carola Marull, Priscila Aguirre, Juan Francisco Bualo, Ignacio Suárez, Emiliano Fernández, Diego Díaz, María Victoria Rodríguez, Germán Zolecio, Julieta Pérez Peyran, Gabriela Uribe, Roberto Folgestein, Paula Grosse y Walter Campos

¿Cuál es el abordaje del tema democracia vinculado con los problemas de género? La obra Guerra contra el olvido de Formosa nos hizo viajar en el tiempo para observar la vida de las excombatientes y las secuelas que tuvo en ese territorio la Guerra de Malvinas con un uso del cuerpo preciso y atinado, talento y sensibilidad. La experiencia de las mujeres durante de la guerra no estuvo solamente en el sufrimiento de la espera, cumplieron roles claros como atender a los soldados en el territorio de las islas y asistirlos a su regreso, como enfermeras. Una obra de danza que deja las sutilezas para otras formas de representar el conflicto de Malvinas. Con dirección de Marcela de Turco y con elenco de Silvia Gabazza, Silvana Guanes, Rocío Ruiz y Carolina Sosa

La Rioja vino potente con Crucificción de Paula Baigorrí, Lucas Scott y Josefina de Cara con las intérpretes: Carla Vázquez, Daniela Agüero, Yaco Barsesa y Mariel Ríos Burela. Cuatro mujeres se encuentran en una iglesia y, de a poco, van mostrando sus dramas más profundos. En ese cruce, se juzgan y se perdonan, desean la vida de la otra o bien la aborrecen. Todo se mezcla y se combina con un discurso que, sutilmente, va lanzando balas al público: ¿qué sigue pretendiendo la iglesia de nosotras? ¿Hay formas de vida más dignas que otras? ¿No podemos decir todavía que nuestro deseo nos pertenece? ¿Qué o quiénes se van a salvar cuando la democracia arda en el fuego libertario de ir en contra de todos los derechos adquiridos? Estas pibas son una masa, queremos que su obra recorra el país entero.

La obra Estación Curupí, de Entre Ríos, trajo un tema que a veces olvidamos pero que duele con la insistencia de la melancolía: la privatización ferroviaria durante la presidencia de Menem. La obra retrata las tristezas en un grupo de mujeres del pueblo entrerriano que sufren las consecuencias de la política de estado que entregó los trenes a empresas privadas. Se retrata cómo empresarios hacen uso de las tierras y de los cuerpos dejando a una comunidad cada vez más despoblada, improductiva. Al final de la obra, las actrices recordaron que para tener futuro es necesario no olvidar las cosas por las que pasamos, las batallas que perdimos y los derechos que conquistamos. La obra nos permite hacer memoria y poner en nuestra boca un debate olvidado en el contexto en donde el candidato más votado en las PASO defiende al ex-ministro de economía del menemismo Cavallo, responsables del tema del que trata la obra. Las intérpretes son Anabel Hilgenberg, Clarisa Benetti, Gabriela Sosa, Verónica Spahn y Regina Cavenaghi y la dirige Carlos Vicentín

Propuestas urgentes para un mundo en llamas

Hablando del fuego, desde Salta, llegó Nunca nadie murió de amor, excepto alguien alguna vez, con los intérpretes Daniela Canda y Pablo Aguierre y con dirección de Rodrigo Cuesta. Una puesta en escena barroca, desbordada de estatuillas rojas, sábanas, enaguas y trapitos blancos, manchados de sangre. Una mujer convalece ya que su cuerpo está en un 98% quemado. Otra persona la asiste. Hay muchos recuerdos y todos ellos inician con la imagen originaria, el principio de todo: algo que chispea, se enciende y arde. El talento de ambes es indiscutido. Llevan adelante una comedia que habla del poder de la tragedia, de la crueldad, del absurdo y del sufrimiento de la existencia. Nos hacen entrar y salir de la ficción con una onda bárbara. Son personajes que mutan y se permiten el juego y la actuación como salida placentera.  

Les intérpretes de El amor ha muerto, Santiago Campos y Camila Pereyra, vinieron desde Tierra del Fuego para traernos un tratamiento-otro sobre el amor. La búsqueda es desde el cuerpo, desde el movimiento y con la intervención de muy poquitos elementos en escena (como un barro en los pies). Elles se mueven con una intimidad profunda, una conexión también profunda producto del trabajo en conjunto y del recorrido que proponen: una pareja o no pareja, un vínculo que muta, se organiza y se deshace, dejando algunas huellas en el aire. 

Llamó la atención la propuesta de la Compañía Pájaro Negro de Luces y Sombras de Mendoza: Fuera de este mundo. Elles trabajaron con la novela extraordinaria El Extranjero de Camus que, en un mundo como el nuestro que es ese que fue pero también uno cambiado, arrasado, en disputa, resulta interesante como forma de repensarlo. La historia de Meursault resuena en sus oscuridades, esas zonas de extranjería en las que el personaje se mueve sin emitir una palabra de tranquilidad conocida para los espectadores. La propuesta de esta compañía de teatro de sombras parece ahondar ese aspecto, queriendo iluminar, generar perspectivas y visiones nuevas sobre una historia ya conocida pero que todavía produce sentido. Elles son: gonzalo Bendelé, Celeste Rodríguez de Mesa, Carlos Romero, Juan Forconesi, Raúl Rojas, Cristian Bucci. La dirige Pablo Longo

El último día: soñado, soñado

El último día de obras de la Fiesta Nacional fue espectacular. Empezamos con Como el caracol, de Buenos Aires, de Compañía Analógica (de Hilario Vidal y Renata Duilio). Allí un payaso nos muestra el armado y el proceso de su show. Un intérprete que tiene todo lo que queremos: recepción del público, propuesta, mucha onda y talento. Este payaso abre su valijita y despliega un par de cosas para hacernos reír mientras nos muestra, también, una visión de mundo. Un payaso que sueña con el mar y que compartiría un pedacito de pan cada vez que pudiera. 

Después nos fuimos al Cine Teatro Catamarca a ver La trayectoria de las moscas, de Carla Areta y Massi Mena, vino desde Mar del Plata para decirnos que en La Feliz hay altas propuestas escénicas. Esta obra es increíblemente irreverente y profunda, atrás de un manto de liviandad y humor. Alicia y Alicia desarman en el lenguaje desde el sentido y la forma de una manera natural y hasta incluso inocente para después imprimirle una reflexión que conmueve: la nada puede contener el todo, el silencio puede ser apabullante y así, infinidad de figuras poéticas y caminos de pensamiento que, a su vez, cuentan una historia trágica entre dos hermanas. Con esta obra nos reímos y nos ablandamos. También nos golpeó el pecho gracias a les dos intérpretes que son enormes. 

Finalmente, la tarde se puso tenue y privada de la mano de La siesta del carnero, obra de Mendoza de Sol Gorosterrazú. A la hora de la siesta pasan cosas: transiciones, mutaciones, nacimientos, vejaciones, ascensos a la trascendencia. Un teatro completamente a oscuras, un público tenso y prendido de la imagen central sostenida por la intérprete que trabaja el cuerpo de una forma admirable. Junto a la escenografía suave y las luces bajitas, se suceden imágenes de bosques o graneros, campos o corrales, descampados donde dos fuerzas, o más, chocan y se buscan. Una obra que nos mantuvo con la mirada fija en el escenario, que nos dio belleza y, a la vez, una sensación profunda de incomodidad.

Nos volvimos orgullosas del teatro que tenemos y que construimos año tras año en el intercambio, la insistencia y el amor lo que hacemos.

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