Festival de teatro de Rafaela. Parte dos

 ¿Quién resistirá cuando el arte ataque?

Rafaela nos deja pensando, más bien flotando en una nube de pensamientos, emociones y preguntas que se nos generan como espectadores y como participantes activos del festival. Algunas propuestas, como ya les contamos, tuvieron que ver con plantear escenarios en lugares no creados para tal fin y que, en dicho proceso, se revitalizaron y empezaron a formar parte de una nueva cadena de significación. Tal fue el caso del Parque de la Estación, lugar remodelado y reconstruido y ahora completamente habitado de propuestas escénicas.

Por otro lado, como todos los años, la programación del festi puso en agenda temas que no solo nos ayudan a entender a la realidad y sus múltiples realidades, sino que nos dan la oportunidad de buscar cómo involucrarnos. Temas que nos movilizan, nos desautomatizan y nos provocan, desde el respeto, a querer tomar posición.

Lo que nos llevamos este año es la certeza de la capacidad de transformación que tiene el teatro, de la forma en que el arte, producido y pensando junto a un trabajo y una integral sobre la cultura, tiene esa fuerza de iluminar zonas oscuras, enrarecidas, acartonadas. La cultura, una que hable de nosotres mismes, puede dar vida y ser un espacio de resistencia. Y también, como dijo de Luis Alberto, de ataque.

 

Laboratorios de creación

¡Qué hermoso que es cuando no sabés qué es lo que vas a ver y te dejás arrastrar por la sorpresa! En Secretos y Manifestaciones, el laboratorio de creación coordinado por Juan Parodi en el Centro Recreativo La Estación tuvo ese efecto. Desde el exterior, por fuera de las rejas, un conejo y una niña, quizás Alicia quizás otra, nos recibieron con una propuesta contundente: descender a la madriguera y acceder a un mundo de maravillas. Por mi parte, considero que hacer participar al espectador sin obligarlo, sino como una invitación sumamente atractiva a espiar, a saber algo que otres no pueden saber, a tocar cierto material o entrar en una luz especial, es una propuesta ideológica de larga data en el arte y en nuestro país. Justamente, les espectadores pueden no ser unos cobardes si se los seduce, y evidentemente pueden no-ser unos traidores si se les invita a reflexionar a partir de los mecanismos de una obra.

Otro gran trabajo fue el del laboratorio coordinado por Luciano Del Prato. El resultado fue una obra llamada Las Cosas que, a partir de la exploración de objetos elegidos por el elenco, se desarrollan una serie de reflexiones, equívocos y propuestas que dejan entrever una alternativa a la mirada ociosa sobre el mundo. Lo que está y no se usa nos fulminará, parece proponernos. A partir de una serie de investigaciones (bien podrían girar en torno a Raymond Russell o en las miniaturas de Lezama Lima), la obra pone en primer plano todo un universo de posibilidades que se despliega si miramos en detalle lo que nos rodea.

Infancias felices, siempre así

Universonoro por Circo Lumiere de Rosario. Con dirección y dramaturgia de Tato Villanueva e Irene Ortín fue una de las primeras propuestas para infancias que se desarrolló en el gran Cine-Teatro Municipal Manuel Belgrano. Allí les intérpretes, músicos y acróbatas, desplegaron unas maniobras en torno a un gran instrumento sonoro. Como en la antesala de un show importante, la directora de orquesta y los músicos se pelean y buscan demostrar sus talentos dando cuenta de que los grandes espectáculos también pueden ser para les niñes.

Siguiendo con las propuestas para toda la familia, estuvo El aviso desoído. Es una obra que cuenta con escenarios y personajes de papel articulados. Cajas y carpetas que se abren para construir un mundo enorme, encantador y aterrador a veces. Los dos intérpretes, Mayra Inés de Paco y Gabriel Conti, dan vida a todo este mecanismo de dibujos, sombras y papeles y hacen sonar a cualquier elemento de la naturaleza junto a varios instrumentos que tienen a la mano. Así, la naturaleza habla y sus habitantes nos llevan a conocer historias orales. La dramaturgia es de Raúl Marcelo Fagiano y la dirección de Carlos Alberto Piñero. El sistema y arte en papel es de Gabriel Conti.

El domingo, antes del gran final, fue de plaza con una temperatura de primavera. Los pibes de Ensalada mágica, Jonas Volman y Mariano Bassi, nos invitaron a un concurso de cocina donde dos chefs hacen una serie de locuras para encantar a su público. Además de buscar la receta perfecta, atajar una naranja con un tenedor, nos hablaron -de paso- de lo copado que es comer colorido y variado, fresco y de la huerta. Un poco de ese espectáculo que divierte, sorprende y también, así como quien no quiere, nos desliza una buena práctica de consumo.

Teatro que nos enamora!

Esta sección del teatro que sí, lo encabeza Lorca, el teatro bajo la arena con dirección de Laura Paredes y un elenco de ensueños: Claudia Cantero, como la académica que habla un lenguaje encriptado; María Inés Sancerni, la más sexy y de mirada pasional sobre Lorca; Agustín Gagliardi, el adscripto desorientado y enamorado; Rafael Federman y Nicolás Levin, los trabajadores de la plaza de toros y fieles recitadores de un Lorca clásico y recontra citado. Todes elles hablan de algo difícil y a la vez sencillo: ¿cuál es el escritor que queremos, cuál es la verdad sobre ese escritor? La respuesta está, sin dudas, en lo que expresa el cuerpo.

Si de elencos que amamos estamos hablando, en Aire de montaña de Pilar Ruíz reunió a actores y actrices increíbles. A María Inés Sancerni que la vimos en Lorca, a Clarisa Korovsky que la tuvimos bien cerquita en Gaviota, a Pablo Seijo y a Juan Tupac Soler. Esta obra es una reunión posible en un mundo de reencuentros posibles. Es, a su vez, la mirada fresca de un hijo, generación que choca con la de les otres tres, sobre la vida y el pasado de su madre. Esa mirada busca una foto e intenta acompañar los sueños y últimos deseos de aquella. Aire de Montaña te lleva a lugares solitarios y oscuros y, al mismo tiempo, te sostiene para que no caigas. Te da la posibilidad de explorar en un espacio ya sellado, el de la imagen fotográfica, para darle contenido a la historia de cada uno de los personajes.

Desde Buenos Aires, o provincia de Buenos Aires, vino Conurbano, cotidiano de Santi Gobernori con Vicotoria Baldomir, Nicolás Giménez y Sabrina Zelaschi. A esta obra nosotras la vimos en el Galpón de Guevara y teníamos ganas de saber qué iba a pasar en su aterrizaje en Rafaela. Resulta que funciona como planazo en todas partes porque, en definitiva, de lo que habla es de la amistad, el encuentro, la supervivencia. Amigues que quieren mejorar, que quieren darle una mano a otre, que se equivocan y que, por suerte, es divertido. Elles tres son gracioses, atinades y un poco multitalentosos porque actúan, cantan, usan los recursos del sketch.

En la vereda de los mostros en escena, está el elenco de Shamrock de Brenda Howlin. Gaby Paez, Caro Setton, Justina Grande y Pablo Kusnetzoff son los cuatro actores que interpretan a tres irlandeses y una argentina en la ola inmigratoria de principios del siglo XX. Cada une aporte un rasgo sensible y propio a su personaje armando una historia de naturaleza cómica: una arrabalera con derecho a crecer socialmente, una tierna y esperanzada inmigrante que encuentra la forma de torcer su destino prefijado, un canchero y seductor irlandés que obtiene, finalmente, lo que se merece y otro inocente y amistoso irlandés que está logra limpiar su cabeza y tomar decisiones. Un cruce divertido de una obra que no da respiro y que nos invita a preguntarnos por nuestra identidad.

 

Qué batallas elegimos dar en el escenario

El Festival de Teatro de Rafaela siempre se la juega programando obras que abren la cancha a debatir temas picantes y necesarios. Una de ellas fue Los cielos de la diabla de Vilma Echeverría. En el patio de una casa de Avellaneda, Amanda responde preguntas a los periodistas sobre su rol en el Club Atlético Independiente. Una mujer olvidada que, de un momento a otro, empiezan a tratarla de loca. Busca recuperar su lugar en la historia y reivindicar su espacio fundamental en el ascenso del club: trabajos cotidianos invisibles e invisibilizados, trabajos de sostén y acompañamiento. Vilma Echeverría no solo plantea el problema del lugar fundamental de las mujeres para que el mundo ande, en donde el premio siempre lo agarran los hombres, sino que trae al diálogo algo que molesta mucho: cómo a la hora de controlar a una chica insurrecta, que reclama lo propio, la violencia física machista sigue siendo el arma de control permitida.

Gracias al Festival de Rafaela, pudimos ver el proceso de crecimiento de una obra que hoy está: enorme, y que se volvió, sin dudas, de nuestras favoritas de este año. La Sapo de Ignacio Tamagno con Eva Bianco y Carolina Saade sabe dar voz a la angustia silenciosa de muchas mujeres de otras generaciones al tiempo que nos dice que el mensaje que ellas tienen para nosotras está intacto y se seguirá compartiendo en forma de narración oral. La relación de una abuela y una nieta en la que aquella es como una tapia, un aguantadero de emociones y experiencias frustradas. La sordidez no le hace perder nunca la ternura. La Sapo es un secreto y es también un homenaje, es una obra muy sabia, como la abuela, y nos invita a escuchar y a crecer de la mano de dos actrices preciosas que supieron encontrar el ritmo que iba para ellas. Son amigas, son compañeras, son familia. Son una de las tantas formas del amor.

Limítrofe. La pastora del sol del dramaturgo chileno Bosco Cayo y dirigida por Florencia Bendersky con Mariela Kantor, Graciano Urbani, Maería Pastur, Alejandra López Molina, Liz Cancino y Martín Labarca marcó la agenda: trajo el problema de quiénes pertenecen a la patria y quiénes no. Quiénes son sujetos de derecho y quiénes son sujetos de la policía. También vino a decir que ser mujer es un problema, que ser mujer marrón es un problema mayor y que hablar en otra lengua, una lengua del país, es una forma de vislumbrar racismos, exclusiones y vejaciones. A nada de la represión y militarización en Jujuy y de la candidatura del nefasto Gerardo Morales como vicepresidente (una forma de afianzar a nivel nacional el plan de la violencia como forma de gobierno) aviva el avispero de lo que realmente importa: qué patria defendemos y construimos día a día.

Marcelo Allasino vino con El último, diatriba de un amor por mensaje de audio, obra interpretada por Marcelo Gieco, serio y desequilibrado hombre enamorado, y Agustín Keller, un trabajador sexual cuyo deseo está en otra parte aún por descubrir. Una falsa historia de amor, una historia de amor vertical. En definitiva, una historia de trabajo y de explotadores y explotados. Se me vino a la cabeza ese texto sublime de PerlongherMatan a un marica” que dice: “Transformación, entonces, de un estado de cuerpos. ¿Cómo se pasa de una orilla a la otra? ¿Cómo puede el deseo desafiar (y acaso provocar) la muerte?”. Esa es la gran pregunta de la obra ya que lo que muestra es exactamente ese pasaje. A la distancia nos parece imposible e incomprensible pero, gracias a los intérpretes, ingresamos a ese lugar incómodo en donde la posesión y la búsqueda de la dominación no es sinónimo de locura, sino una expresión de la violencia al interior de las relaciones. Marcelo Allasino nos presenta un proyecto que además de tremendo, es hermoso de ver: delicado, recursivo, sonoro, visual y elegante.

 

Un teatro que se pregunta por sí mismo

Entre las propuestas de este año, hubo algunas obras que se presentaban como formas de pensar lo escénico y la relación entre disciplinas artísticas: ¿En qué punto los campos se tocan, intervienen entre sí, se modifican y generan movimientos en el afuera del campo? Los sistemas alternativos, la digitalización y lo inenarrable se hicieron presenten en dos obras: No hay banda de Martín Flores Cárdenas y Lingua Ignota de Mateo de Urquiza.

En la primera, Martín Flores Cárdenas nos convence de absolutamente todo: de que no es actor y de que lo es, de su historia, del trayecto de la obra desde su inicio inesperado, casual y espontáneo, hasta su presentación ahí, en Rafaela; finalmente, de la manera de contar esa historia. Cárdenas nos hace salir y entrar de lo ficcional y lo real, sosteniendo al cien por ciento el artificio. La confusión es tal que uno termina queriendo ser guiado o producido por el director. En el medio, recordamos junto a él a la vida de su abuelo, su funeral y las posibles formas de recreación de aquella vida y aquel funeral, junto a una banda de actores invisibles en escena. Los sintetizadores, las proyecciones, un sound system claro y limpio, una botella de wisky y un único intérprete en escena.

Lingua Ignota de Mateo de Urquiza cuenta también con una única intérprete en escena. Esta obra es un espacio cerrado que se configura a partir de los movimientos de la performer Liza Taylor (tan suave y tan plantada, relajada pero dibujando cada paso sobre su escenario). Ese espacio está delimitado por el lenguaje que, como tal, nos dice: no hay afuera del texto. El texto, en este caso, es lo ilegible: un cuerpo resistente, que se presenta con la potencia de los movimientos, sin rostro o con uno oculto y la presencia arrasadora de la intérprete que contiene su fuerza. Está sola, en lo suyo, y a la vez invadida de sonidos e imágenes. No se sabe qué va a hacer, simplemente sabemos que lo que haga tiene que estar cifrado dentro de la misma lógica que propone. Tal vez el afuera sea la literalidad. Un momento, rotundamente final, en el que nos morimos de significado.

El gran finale

Para el final, lo mejor: Un poco más, laboratorio de creación de circo de Ana Gurbanov. A esta propuesta la habíamos visto el año pasado y este año, desde el festi, tuvieron la genial idea de programarla para el cierre. De alguna manera, viene a plantear que los pibes y pibas de Rafaela siempre estuvieron y están y que siguen teniendo el mismo empuje y ganas de habitar escenarios, calles, plazas haciendo propio el proyecto cultural. Por eso, es un acierto: la alegría y las ganas de hacer son contagiosas. El circo, la acrobacia, la magia, los malabares y la música tienen cosas para decir de su propia ciudad. Tanto así que pueden pararse, con sus corporalidades, deseos, talentos y reclamos, frente a algún que otro rancio antiderecho. Me animo a decir que exactamente de eso de trata. Atacar o resistir.

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