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Señora llévese todo: los recuerdos están de saldo. En esta tienda-mamushka los momentos del pasado, sus situaciones, personajes, anhelos y frustraciones de una vida o varias cuelgan en percheros y reposan en estantes. Adentro de una tienda de ropa hay otra: la de mamá. También hay una tienda-playa donde Messi se acuesta con nosotras sobra la toalla. Hay una tienda-futuro: a donde vamos a ir a comprar ese vestido de fiesta que nos levanta el espíritu, nos prepara para el nuevo día.

La tienda-mamushka en donde transcurre esta obra es un patio de juegos versión adultas. Tan solo imaginar a Carrie Bradshaw correteando por Nueva York con sus Manolo Blahnik y saber que es absolutamente posible medir la vida y sus momentos a partir de las prendas que usamos. Unos zapatos excéntricos en una noche improvisada, el tapado heredado y aún en pie de la abuela, las zapatillas gastadas de la adolescencia, la remera que fue staff y ahora es piyama, mañana trapo.

Las chicas son y no son la misma chica: Fiorella Cominetti y Eliana Murgia se intercambian roles y hacen memoria de la única forma que se puede que es reconstruyéndola. Hay un libro en donde Bety Sarlo habla de la memoria y del testimonio y arranca diciendo que el tiempo propio del recuerdo es el presente. Efectivamente, una recuerda desde el presente. Y desde ese presente, se va corrigiendo el relato conforme a cómo cree cada una que fueron las cosas. Lo más hermoso de este ejercicio es que se aceptan las versiones, las variaciones y los detalles lo que arma una narración de la experiencia. Y aquí otra paradoja, también sugerida por Bety: no hay experiencia sin narración. Entonces, yo me pregunto: ¿si no contamos las cosas que nos pasaron cómo podemos atestiguar que de verdad pasaron? ¿Se nos notará en el rostro, en las arrugas, en las sonrisas, en los golpecitos de los dientes, en la mirada, en las ojeras, todo lo que sufrimos, amamos, vivimos?

La tienda mamushka es una caja de recuerdos. Sobre una tienda vintage, cuya ropa viene viajando en trenes, colectivos, iglesias, casas y más, se monta el ejercicio de la memoria. Capas y capas de experiencias, luego las narraciones. El terreno es fértil para probar, probarse la ropa y probar un relato. Volver a sentir ciertas cosas. Imaginarse otras. Lo que importa no es la verdad, sino la capacidad de narrar una experiencia que se reconfigura, compartida, entre las ínterpretes y el público.

Me imagino esta obra, al igual que la ropa vintage, viajando a otras tiendas y activando en cada espacio una nueva capa de memoria. La tienda que refiere a otra tienda que refiere a otra tienda y así. La ropa que habla de las ganas de vivir determinadas cosas, pero que también hablar de lo que ya vivimos. Lo que atesoramos o estamos dispuestas a dejar ir.

Esta obra supone una liquidación pero es más bien una inauguración total que invita al espectador a mirar y a pensar, a hacer memoria. Gracias a las actrices y dramaturga, que tienen la capacidad de reírse de los recursos de la del teatro y usarlos, se arma este patio de juegos colectivo en donde por una hora pensamos en lo que pasó, pasa y pasará jamás.

Ficha técnico artística

Texto: Eliana Murgia
Actúan: Fiorella Cominetti, Eliana Murgia
Vestuario: Dudou Vintage, ana rivoira
Diseño de espacio: Jose Escobar
Diseño de luces: Carolina Rolandi
Fotografía: Carmela TIto
Diseño gráfico: Luisina Jacinto
Asistencia de dirección: Iraitz Gómez Cabrera
Producción artística: Teatro Tesoro
Producción ejecutiva: Carola Parra
Colaboración coreográfica: Dahyana Turkie, Miguel Valdivieso
Dirección: Eliana Murgia

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