Dicen que la playa es uno de los lugares más democráticos que tenemos: en la arena, entre sombrillas, reposeras y churros, se encuentran todas las condiciones, los estratos, las procedencias. Todos los cuerpos, casi desnudos, mirando al mismo lugar. La playa democratiza. Y en Mar del Plata esa horizontalidad también se vive en las salas de los teatros, tiene todo el sentido del mundo. ¿O cuando caminamos por la orilla no vemos una madeja de espectáculos, uno al lado del otro? Escenografías imprecisas tejidas por el mar, el sol y las tolderías de veraneantes nómadas, que se mojan, juegan, se pelean, se besan y descansan.
El teatro marplatense se nutre de la horizontalidad, pero ese conjunto heterogéneo puede hacer que la oferta resulte abrumadora. Sobre todo si, como nos pasó a muches, ir al teatro durante el año fue una tarea pendiente, entre tanta pandemia y barbijo remanido.
En enero del 2022 llegamos a Mardel con ese plan: ponernos al día, con el mar y con las tablas. Volver a descubrirnos en nuestra condición de espectadores. El resultado fue intenso: no hubo noche sin escenario.
Pompeyo en La Feliz
El fuego inicial se lo debimos a Habitación Macbeth, el impresionante unipersonal escrito, dirigido y protagonizado por Pompeyo Audivert (que concluyó su presentación en la costa, pero sigue hasta marzo en el Centro Cultural de la Cooperación). La obra nos obligó a repensar la catarsis y la ilusión de realidad. El cuerpo del actor, habitado por máscaras de reyes, brujas y fantasmas, pone en evidencia que el teatro tiene un núcleo vacío, profundamente angustiante, trágicamente absorbente. Habitación Macbeth fue nuestra piedra de toque de la temporada, el inicio de nuestro recorrido a través de lo que pudimos ver de los escenarios marplatenses.
A su vez, mientras esperamos el estreno oficial de Perdón —la nueva obra de Sutottos que pudimos ver allá por el 2019 en la Bienal de Performance y en el Festival de Rafaela el año pasado—, celebramos su paso por la costa atlántica en dos fines de semana en el Teatro Auditorium. La semana pasada se presentaron en la Sala Payro y este finde del viernes 21 al domingo 23 se presentan en la Sala Jorge Laureti a las 21 h así que es una gran excusa para pegarse una vuelta por la Feliz (pueden sacar sus entradas por Plateanet) o esperar a su estreno oficial en nuestra city porteña que se comenta será en breve.
Mariana Cumbi Bustinza con tres propuestas en Mardel
El Séptimo Fuego resplandece en la calle oscura con sus lucecitas de colores. Es un centro cultural ubicado a metros de la plaza Peralta Ramos. Ahí se puede ver Lo que quieren las guachas, a la gorra y con sala llena. La trama tiene un disparador sencillo: Mica conoce en la puerta de su colegio privado a Owen, un vendedor de medias. El flechazo es instantáneo, pero el choque de sus mundos será desgarrador; la obra reflexiona sobre el dolor y la brutalidad de la violencia patriarcal. La exploración del espacio escénico es también un análisis del cuerpo femenino y trans, arrebatado por la violencia machista, rodeado de palabrerías insolentes que redoblan la crueldad del abuso. El movimiento de los cuerpos se condensa en escenas desgarradoras, poderosos gritos de denuncia.
Es una obra difícil de digerir que te mueve el piso a fuerza de imágenes estridentes y canciones suaves como caricias. ¿Cuántas veces habrá que mostrar la asimetría asesina de los cuerpos? Las que sea necesario. Lo que quieren las guachas puede verse de viernes a domingos a las 23 h.
A su vez, Cumbi Bustinza desembarcó en Mardel con otras dos presentaciones: Fucking Impro, junto a su grupo Improvosa2 (miércoles y jueves, 20 h Sala Melany) y el unipersonal, La Meca, que vimos en noviembre de 2021, sobre un pibe de barrio devenido cantante exitoso de cumbia (sábados a las 22h, en El Club del Teatro).
Del Cervantes al mar
En La comedia es peligrosa, de Gonzalo Demaría una compañía de actores del siglo XVIII debe convencer al Virrey del Río de la Plata para que les ceda unas tierras fiscales para construir un teatro. Esas tierras también son codiciadas por el poder económico de la Colonia, asociado a la Iglesia. La disputa por el espacio termina en comedia de enredos. La obra es un retrato de época: de capitanes a esclavos, de obispos a actores, aparecen todos los estratos de la sociedad colonial. Pero la comedia es peligrosa porque, como en un juego de roles, habilita que el poder circule entre los actores y hace que la jerarquía más alta no sea más que un simple disfraz que pasa de mano en mano. La obra también una celebración del teatro en sí mismo, una oda al oficio del actor, profundamente revolucionario y ateo. Porque la representación resulta ser la llave, una válvula de escape capaz de mantener cierta autonomía ante la censura y las presiones del medio social.
Esta obra, estrenada en ocasión del centenario del Teatro Cervantes de la Ciudad de Buenos Aires, llegó al Teatro Auditorium de Mar del Plata este domingo. Destaca el trabajo de escenografía y vestuario, que acompaña al espectador a entrar sin recelos en una atmósfera dieciochesca de alto calibre. En fin, un espectáculo imperdible. Jueves a domingos, 21 h en el Teatro Auditorium, entradas por Plateanet.