Imperdible
80'

“Las máscaras vendrán a ti, el alma nunca está desnuda”
—Lady Macbeth

Probablemente estén pensando: “¿Macbeth, de nuevo?”. Sí. Pero esta es quizás la única adaptación de Macbeth que todes deberían ver al menos una vez en sus vidas. Hay un solo actor, el alucinante y multifacético Pompeyo Audivert, un hombre capaz de metamorfosearse hasta el infinito. Por ahí también se estén preguntando cómo es posible poner en escena, con un solo intérprete, una obra de Shakespeare donde hay más de veinte personajes distintos. Bueno, Pompeyo los interpreta a todos. Y además dirige la obra. Sí, en serio. Además de él hay un músico tremendo, Claudio Peña, que toca el chelo y acompaña a la perfección el ritmo de la obra.

Habitación Macbeth transcurre en un escenario casi vacío. La presencia de Pompeyo alcanza. Una tiene la sensación de que no se necesita nada más, que cualquier detalle es accesorio. La sombra de Pompeyo se proyecta gigantesca en el telón. El espacio escénico está en penumbras y hay luces que oscilan entre el azul metálico, el rojo, el verde y el blanco, marcando el cambio de personaje y el clima de las escenas. Lady Macbeth está, por supuesto, bañada en una luz roja intensa; Macbeth, en una azul verdosa. También aparecen los objetos recurrentes de las obras de Pompeyo: un espejo y un papel que oculta su cara, además del puñal que se usa para asesinar al rey Duncan.

El trabajo actoral de Pompeyo deja al público impresionado, boquiabierto, porque realmente no se entiende cómo su actuación puede revivir, durante una hora y media, un texto clásico que fue puesto en escena quinientas mil veces, interpretando a todos los personajes: al asesino y a la víctima, a los fantasmas, a las tres brujas —todas con una personalidad diferente—, a Macbeth y a su cómplice. En esta puesta, no solo se revive la tragedia de Shakespeare, sino que se la renueva; mientras veía la obra tenía la sensación de que nunca había leído ni visto Macbeth así, de que nunca antes había apreciado tanto su potencia. Pompeyo lleva al límite la idea de que actuar es metamorfosearse, habitar con cada parte del cuerpo, con la voz, los gestos, otro ser. Su versatilidad, rango y matices dramáticos parecen estar fuera de este mundo.

Por otro lado, el hecho de que un solo actor encarne a todos los personajes representa, para mí, la locura, o supuesta locura, del protagonista. Después de asesinar al rey para quedarse con la corona, a Macbeth lo visita su fantasma; después, los fantasmas de los hijos de Duncan, a quienes había mandado a matar. La mente del protagonista está plagada de espíritus que no lo dejan solo, que lo torturan día y noche. Así, Pompeyo asume los fantasmas de Macbeth en su cuerpo; los representa, les da voz y los resucita.

El procedimiento de Habitación Macbeth nos hace reflexionar sobre la obra de Shakespeare y sobre todas las adaptaciones anteriores, en particular sobre cómo el artificio teatral realista se sostiene en la medida en que existan distintos personajes interpretados por actores diferentes. En ese caso es más fácil perderse en la ficción y dejarse llevar por la historia. En cambio, la reapropiación de Pompeyo pone el énfasis en todo lo otro: en el texto, en la estructura, en la construcción dramática y la forma. Porque es lo único que queda. El texto clásico se vislumbra con más claridad, en todo su esplendor que, después de más de cuatro siglos, no perdió su potencia ni su belleza. Habitación Macbeth es, de cierta forma, una representación minimalista, despojada y desnuda de Macbeth.

Pompeyo dice que la obra es un intento de transparentar la estructura soporte, la máquina teatral y su metáfora, sin menguar la extraordinaria potencia poética que sostienen sus efectuaciones ficcionales, por el contrario, mestizándose con ellas, acrecentándolas, defendiendo la máscara (Macbeth), pero también sus misterios sagrados”. 

En Habitación Macbeth, todo es máscara, capa tras capa tras capa debajo de la cual hay otra capa más. Es posible que esta obra, además de hablar sobre el teatro, nos hable acerca de nosotres, de todas las máscaras y fantasmas y personas que llevamos dentro. Sobre nuestra capacidad para asumir distintas identidades, abandonarlas y fabricar nuevas. Pompeyo escribió que la obra da “un piedrazo” al espejo y hace que este revele “sus valencias secretas, sus misterios y su profundidad abismal”, para que devuelva “fantasmagorías alucinadas, preñadas de delirios y pasiones que dicen ser nosotros (nos otros)”.

Hay que confiar en las palabras de Lady Macbeth: “Las máscaras vendrán a ti”.

Ficha técnico artística

Actuación y dirección: Pompeyo Audivert

Música: Claudio Peña

Vestuario: Marta Davico, Mónica Goizueta

Escenografía: Lucía Rabey

Diseño de luces: Horacio Novelle

Asistencia de dirección: Marta Davico, Mónica Goizueta

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