En el medio del escenario, un hombre sentado. Al costado, una botella medio vacía y un celular puesto sobre un soporte. Delante de él, una mesa que guarda lo que parecieran ser recuerdos revelados en álbumes familiares. La atmósfera nos llevaría a pensar que se trata de una situación de espera, ese estado existencial y pausa infinita que narra Godot, o de simbolismo y contemplación más cercano a la duda y al racionalismo como cuenta Maurice Maeterlinck; pero no es nada de todo esto. El estar de Renzo, interpretado por el reconocido Miguel Ángel Rodríguez se parece más a un stop, a una pausa que detiene el tiempo ahí para volverlo inactivo. Así, la obra Quieto de Florencia Naftulewicz enfoca y propone pensar cómo actuamos cuando el duelo duele o que hacemos, para que no duela demasiado.
Este estado inicial es rápidamente alterado por la llegada de uno de sus dos hijos, Julieta (Florencia Naftulewicz), quien decide compartir una noche con su padre viudo. La joven se sorprende ante el estado de dejadez y acumulación que muestra la casa: empapelados rotos, manchas en la pared y cajas sin desarmar. “¿Hace cuánto no salís papá?”, “Tomar alcohol en pijama es de depresivo”, “¿A qué le tenés miedo?”. Entre idas y venidas, entre platos sucios y trapos al sol que actúan como trincheras, la obra tratará de romper esa distancia que separa al padre de su hija, y que se ha tornado inalcanzable tanto emocional, racional como generacionalmente.
Aquí la dirección de Lumerman es inteligente. Diseña un formato de cercanía/lejanía, de idas/vueltas y de exacerbos/vacíos para plasmarlos en toda la puesta en escena: en el tono y en el ritmo de los diálogos, en el guión que navega entre la comedia y el drama colmando de silencios y gritos, en la puesta de luces que alterna su aparecer y desaparecer, en los movimientos corporales de los actores, donde lo móvil e inmóvil vibra o se desluce, y en la escenografía, porque el mundo de afuera mucho tiene que ver con el mundo que llevamos dentro. Con poco Lumerman logra mucho, modelando y contextualizando cada situación.
Miguel Ángel Rodríguez merece un párrafo aparte. Como en algún momento lo hizo Enrique Pinti, Carlos Belloso o China Zorrilla, el actor deja a un lado el artificio de la risa para habitar ese un sillón como si fuera una tumba tibia; y hete aquí quizás su rol más arriesgado en su carrera actoral. En un teatro under que lo estaba esperando, Miguel responde desde un trabajo sutil en lo gestual y en el manejo temporal de lo emocional, dando a entender que no hay fronteras cuando se trata de interpretar, de poner la piel y la sangre. También es pertinente decir que Florencia Naftulewicz acompaña acertadamente, en una interpretación que va de menor a mayor mientras sucede la pieza.
En estos tiempos donde se cree que componer una obra es dejar cabos sueltos o hacer que el cerebro del espectador trabaje e interactúe develando enigmas inalcanzables, Quieto retoma lo simple y lo minimalista. Ante la parálisis que intentan imponer ciertas decisiones políticas sobre la cultura, la nostalgia como emoción, tan adusta, vetusta e indigna en estos tiempos, aparece como bandera y resistencia. Por qué, como dice la frase en donde Renzo cita a Julio Cortázar, “querer a las personas como se quiere a un gato, con su carácter y su independencia, sin intentar domarlo, sin intentar cambiarlo, dejarlo que se acerque cuando quiera, siendo feliz con su felicidad” no es en demasía sino una torsión que, al fin y al cabo, no trata de eliminar al otro sino de (en)tender y tender puentes con el otro.
Tras su paso por Nün Teatro y Mar del Plata, Quieto se puede ver gratis los días jueves y domingos en el Centro Cultural Borges durante el mes de mayo. Una gran oportunidad para no perdérsela.
Ficha técnico artística
Autoría: Florencia Naftulewicz
Actúan: Manuela Amosa, Florencia Naftulewicz, Miguel Angel Rodriguez
Vestuario: Paola Delgado
Escenografía: Rodrigo González Garillo
Iluminación: Matías Sendón
Redes Sociales: Boria Audiovisuales
Fotografía: Irish Suarez
Diseño gráfico: Karina Hernandez
Asistencia De Producción: Lola López Menalled
Asistencia de dirección: Fabiana Ferrada
Prensa: Varas & Otero
Producción ejecutiva: Alejandra Menalled
Producción general: Nün Teatro Bar
Dirección: Francisco Lumerman