Paula Ransenberg: “La actuación nace de creer en una ilusión”

Foto: Julieta Zeta

Es actriz, dramaturga y un poquito maga, también. Todos los domingos, desde hace meses, le da vida seis mujeres (y media) en el imperdible unipersonal Para mí sos hermosa. Una tarde de primavera, nos reunimos con ella en un bar de Boedo para que nos maraville con sus palabras, como ya lo hizo con su teatro.

Empecemos por el principio. ¿Cómo, por qué, cuándo decidiste que querías ser actriz?

Yo empecé a estudiar expresión corporal cuando tenía cuatro años. A los 12, hice el examen para entrar al Colón. Era un examen súper… que tenía que pesar 30 kilos y esas cosas. No entré al Colón, tenía un problema en la rodilla, y ya estaba un poco podrida del clásico (hacía mucho clásico y el clásico es súper estructurado). Entonces mi mamá me preguntó si no tenía ganas de empezar clases de teatro y yo dije: bueno, qué se yo. Y ahí fui a la escuela de Alejandro Boero. Cuando entré, fue un flash, porque se me combinó todo lo que era expresión física corporal con el teatro. Y dije: esto está buenísimo.

A partir de ahí, agarré y agarré y agarré y eso fue mi vocación, mi mundo.

A partir de esto que me estás contando, ¿creés vos que cuando te sentás a escribir una obra lo hacés más desde el cuerpo que desde el texto?

Desde el cuerpo, sí, la mayoría de las veces. Definitivamente. De hecho, la primera obra que escribí, que fue Sólo lo frágil, surgió cuando yo estaba en Nueva York con una beca en la escuela de Stella Adler. Estaba haciendo un curso, un intensivo de ocho horas de trabajo físico; teníamos pantomima, danza, la voz y el cuerpo, y había una profesora que nos dio un trabajo a partir de los chakras, aplicado a lo expresivo.

Después de que terminó el curso yo me quedé allá, porque uno de los directores me llamó para actuar en una obra y yo tenía como un mes y medio de hueco. Ahí empecé a trabajar con los chakras y el movimiento, y a partir de eso empezaron a salir algunos de los personajes que terminaron en Sólo lo frágil.

Después, en Para mí sos hermosa hay algunas situaciones que partieron de lo físico, otras que me puse a investigar cosas que me parecían muy interesantes… Yo soy muy de navegar en Internet y encontrar cosas. Entonces, de golpe me encontré investigando acerca del espiritismo a fines del 1800, la fotografía, toda la cuestión de las fotografías de fantasmas de esa época -que para ellos era una realidad, como para el personaje que se saca la foto con el espíritu de Harry, y que el tipo que lo inventó se llenó de plata hasta que lo descubrieron.

En algunos casos se me ocurren desde situaciones y en otras desde la sensorialidad, desde un personaje que aparece como magia, en el carácter.

¿Cómo es este proceso de ser dramaturga y actriz en tu propio unipersonal? Es un poco como ir escribiéndote a medida que vas siendo.

Sí, es arduo. Y está bueno. En un punto no es difícil de actuar lo que escribo porque cuando lo escribo, lo estoy escribiendo ya con el cuerpo. Yo sé que va a funcionar, eso. No es una idea, no es un texto que uno no sabe por dónde va. Lo que luego hace el director, generalmente, es ver si algo está de más, si hace falta cortar un poquito más de lo que está.

Es bastante fluido en ese sentido porque yo me imagino la situación dramática. Son textos que ya tienen situación, que no tienen para mí valor de texto, son textos simples. No hay valor literario o valor lírico, es lo necesario para actuar. Casi un texto de acción.

La puesta de Para mí sos hermosa tiene una cierta cuestión sensorial, más allá del texto. ¿Cómo elegiste el ámbito en el cual se desarrolla? ¿Por qué el teatro de variedad, el mago, el misterio, la desaparición?

Un día yo me desperté con la palabra ilusión. Para mí la palabra ilusión era como un germen que contenía mucho. Yo dije: acá hay algo que está bueno. A mí, por ejemplo, la historia de El mago de Oz me conmueve profundamente. ¿Viste que dicen que cada uno tiene un mito propio? Bueno, mi mito es El mago de Oz. La búsqueda del mago, y también la búsqueda del hombre, del hombre-mago, del amor-mago, el mago que transforme la vida, que te transforme en una mujer maravillosa, todo lo que uno siempre pone en la vida, en lo que está más allá. Ya sea porque es un trabajo, porque es un amor… Y la sensación también de los personajes de El mago de Oz que siempre sienten que les falta algo. Yo me identifico mucho con eso, entonces la palabra ilusión empezó como a despertar situaciones.

El primer personaje que apareció, después se fue. ¿Viste en las fotos, que hay una gorda? Bueno, la gorda esa (que yo en un momento usé un traje de gorda, gigante) era una mujer que comía, comía, comía en circo, uno de esos freaks que aparecen en el circo. Cuando ella comía, se imaginaba que la comida era como textos de novela de Corin Tellado, cosas así.

Finalmente fue evolucionando, y aparecieron distintos personajes de circo. Algo de ese mundo de los freaks de circo que son por un lado maravillosos y por el otro, monstruos, que son extraordinarios para bien y para mal, y que todo el mundo piensa ese mundo como algo mágico y al mismo tiempo es decadente. Algo de esa mezcla me parecía como muy atractivo.

Entonces, empezaron a aparecer las dos siamesas, que en realidad al principio éramos dos actrices. La obra la empezamos a ensayar con otra actriz, la directora de Sólo lo frágil que es también actriz. Después de esa experiencia en la que el equipo funcionó genial, dijimos: vamos con otra. Y, ¿viste cómo son las cosas en la vida? Nos fue para el orto. No había forma de que encontráramos la dramaturgia que nos uniera. Entonces, ella en un momento se bajó y yo me quedé con el material de los solos míos.

Empezaron a aparecer la Magnética, un poco freak y un poco femme fatale, y después apareció la viuda, y las mujeres empezaron como a racimarse alrededor de este mago.

Y, finalmente, cuando le llevé todo el material a Marcelo Nacci por escrito, apareció el último personaje, que es el de la nieta.

Pero creo que todo salió de la palabra ilusión. Si uno piensa en la ilusión, el umbral de lo que hoy en día nos maravilla está mucho más lejos. Hoy, en la tele tenemos todo. En esa época, en los inicios, en 1900, fines de 1800, el circo era como el lugar donde la gente, una vez por año, vivía la magia. O el principio del cine, la fotografía… Esa inocencia en la ilusión me atrae mucho.

¿Vos creés que la ilusión es el tema central de Para mí sos hermosa?

Sí, sí. La ilusión, pero también la desilusión. Están las dos, jugando en una balanza continuamente.

¿Hay algo de casual, o es buscado que cada personaje tiene su propia nacionalidad?

A mí me divierte mucho jugar con eso. Cuando empecé a investigar, toda la base de este mundo del circo está en Europa, donde hay un conglomerado de muchas nacionalidades. Entonces pensé: lo vamos a jugar. Y a partir de ahí, definitivamente, esta es francesa, esta es tana… Pero los personajes nacieron con su personalidad. La Magnética no existe si no es tana, Ether no existe si no es francesa –ya desde el nombre.

Ph. Julieta Zeta

Después de haber participado en obras de distintos tipos,  ¿te quedás con las obras unipersonales o las de elencos?

Con las dos. Y al mismo tiempo. El año pasado estaba haciendo El viento en un violín, este año estoy haciendo Cabaña suiza… Después de bastante de hacer Sólo lo frágil me llamó Claudio Tolcachir para hacer El viento en un violín y le dije: “¡Qué lindo actuar con gente!” (risas). Estar en un elenco está buenísimo, sobre todo en elencos de lujo como me tocó últimamente, en los que uno siente que el texto está vivo y lo va creando cada vez. Pero al mismo tiempo me encanta hacer esto, y no es que me siento sola, lo disfruto mucho. También puede influir que a la obra le tengo mucha confianza, que ya sé que funciona la comunicación… Es como que va escalando, que tiene distintos momentos.

De todas formas, esto no salió como la necesidad de hacer un segundo unipersonal, así como el primero tampoco nació de la necesidad de hacer un primero. Así que quizás viene un tercero, o se termina el ciclo acá.

Decís que es lindo ensayar con gente… ¿Cómo es ensayar sola? ¿Se termina en algún momento el ensayo?

Alocás un poquito… Yo tengo una cosa por la que me cargan y me admiran que es una disciplina tremebunda. Claudio me veía y me decía: “¿estás ensayando sola?” Yo venía con mi bolsito y ensayaba. Sola. Antes de que le presente el texto al director, antes de que él me dijera que quería verlo. Los personajes yo los había ensayado un poco con la otra chica, pero hubo mucho tiempo de ensayar sola.

Incluso, al principio la idea era venir a proponer un personaje que ni siquiera estaba escrito. Era venir y actuar, y para actuar había que ensayar en casa.

Y sí, estaba sola. Pero hay algo de venir con mi bolsito, con mi acordeón, que me encanta. Es como cuando eras chica, que te ponías con un cajoncito a jugar. Tiene esa cosa de locura linda, que los nenes están ahí solos, actuando solos. Con la ficción que ellos mismos inventaron, y sela creen. Y eso me encanta.

En realidad, la actuación nace de creer en una ilusión. Si yo estoy pensando que soy una mina que estoy en un bar, esperando a un tipo que en realidad es mi amante y bla bla bla, empiezo a crear circunstancias que me empiezo a creer, y en algún momento voy a actuar desde ahí. Obviamente, con la sanidad mental (risas), descontadísimo.

Y el momento de creer en que una mujer se va a sacar una foto con el fantasma de su esposo, y que está hablando con una gitana que está detrás de una cortina… Sí, puedo creer en eso. Sí.

Es realmente un universo mágico, un mundo unipersonal. ¿Cuál es tu preferido?

La verdad que salieron con mucho corazón. Todos tuvieron como un proceso muy profundo de desarrollo y tienen que ver con algo muy mío. Disfruto mucho de hacer a las siamesas, que mucha gente dice que podrían tener una obra, un micro en televisión…

Y también disfruto mucho de hacer Gaby porque, en toda esa fantasía, es la más cercana.

De hecho, es la única que tiene tu voz real.

Sí, y la más parecida a mí. Nada que ver con la abogada, eso sí.

Bueno, pero termina cediendo.

Sí, gracias al abuelo…

La historia que contás es, de hecho, la de Harry Houdini. ¿Es a propósito que no se nombre?

Yo empecé a leer mucho de magos de la época. De todos ellos, el más apasionante es Houdini, porque era escapista además. La historia de él y su mujer se merece una película. Él era muy amigo de Conan Doyle, que era espiritista. Cuando se muere la madre de Houdini, Conan Doyle le dice que lo va a contactar con la madre muerta. Houdini, que era mago y sabía todo sobre trucos y engaños, nunca aceptó que existía ese tipo de comunicación. Antes de que se muriera, acordaron con su mujer una lista de diez palabras que él le iba a decir desde el más allá si es que podía comunicarse. Ella, durante diez años, concurría a espiritistas para que la comunicaran con él y él le dijera esas diez palabras. En diez años, nunca nadie pudo decirlo.

Entonces, obviamente que Houdini estuvo presente. Cuando apareció el mago omnipresente, apareció Harry. De hecho, el personaje de la mujer (que en la obra no lo decimos) se llama Bess, que era le nombre de la mujer de Houdini.

Por último, y para seguir con la ilusión, ¿cuál es tu ilusión y tu sueño como actriz?

¿Sabés que no tengo? Me trauma un poco la pregunta esa, porque siempre todos dicen que les gustaría hacer esto o trabajar con aquél… para mí, el hecho de haber logrado la forma de expresarme a mí misma, no solamente de ser actriz sino de ser creadora de mi universo actoral, para mí es de lo mejor que me pasó en el escenario. Y me encantaría poder seguir haciéndolo.

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