Reseña
85'

Todas las propuestas que retoman o reescriben una obra de Shakespeare nos interesan por default. Esta es una de ellas: con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Ignacio Gómez Bustamante y Nelson Valente, Los finales felices son para otros dialoga con la tragedia histórica de Ricardo III. Los intocables se mantienen: ese personaje nefasto, deseoso de codicia y poder que, resguardado en el sufrimiento por su aspecto físico, planea y lleva al acto la muerte de todos sus familiares.

Con algunos toques de otras obras, como la sombra de Lady Macbeth que atraviesa a varios personajes, Ricky (Julián Ponce Campos) se agranda y se acomoda en su desprecio hacia el mundo, volviéndose cínico además de calculador. Es uno de los tres hermanos, junto a León y Leto (Martín Gallo y Augusto Ghirardelli), herederos de una fábrica de guillotinas que ya no funciona. La fábrica, a su vez, es como un gran monstruo que atraviesa la vida de todos los personajes. Allí ocurrió una tragedia y ahora es una boca más que hay que mantener. Con esa escenografía de fondo transcurre la obra. Al sentarse en la sala, la función ya comienza aunque les actores no estén presentes todavía: se ven vigas, escritorios, desorden por todos lados y hierros oxidados, papeles tirados, rulemanes. La función comienza con la mirada atenta a esas cositas que componen esta imagen de tragedia. La tensión en el ambiente casi que se puede escuchar como un zumbido.

Esa tensión crece con la aparición de cada participante del relato. La esposa de León (Mariana Mayoraz) que aparece siempre para recordar que fuera de ese monstruo-fabril-familiar en el que se encuentran hay una vida. Leto y su masculinidad frágil que sale como balas inconclusas. León que no para de escabiar y pensar rápido y mal. Ricky que cree que el final feliz puede ser para él, bajo sus propias reglas. La hija del dueño original de la fábrica (Sofía Nemirovsky) que vuelve de España para comprarla entra caminando con tacones a un nido de hombres-rata. En efecto, no puede terminar bien la cosa.

Esta versión de Ricardo III tiene el sabor dulce y sobre todo amargo de lo conocido. Nos recuerda a otra Argentina, a cierto agenciamiento de la agresión masculina, prejuiciosa y ensimismada. Nos recuerda a la crisis, al fin de la industria nacional y a los dramas que saltan como burbujas una atrás de otra. Algunos toques de la obra son muy interesantes: un guiño erótico entre Ricky y su policía de confianza (Matías Pellegrini Sánchez) que tiene algo que permanece y algo que se desvanece: Ricky está más allá de todo y cada uno de sus pensamientos de muerte volverán como gritos en la noche negra.

Una obra potente. No es para corazones sensibles que la estén pasando mal. Estos pibes llevan la tragedia hasta sus últimas consecuencias porque te firman y reafirman que los finales felices no son para elles, pecadores que vagan por un mundo sostenido por la traición y la sospecha.

Ficha técnico artística

Dirección: Ignacio Gómez Bustamante, Nelson Valente

Dramaturgia: Mariano Saba 

Actúan: Martin Gallo, Augusto Ghirardelli, Mariana Mayoraz, Sofia Nemirovsky, Matias Pellegrini Sanchez, Julian Ponce Campos 

Vestuario: Betiana Temkin 

Escultura: Carlo Pelella 

Diseño de escenografía: Micaela Sleigh 

Realización escenográfica: Taller Metal Creativo, Jorge Barneau, Joan Bekerman, Ramiro Pérez Morbelli 

Diseño De Iluminación: Leandro Crocco 

Diseño gráfico: Javier Pane 

Asistencia de escenografía: Pipo Manzioni 

Asistencia de dirección: Pipo Manzioni 

Producción ejecutiva: Jimena Morrone 

Producción general: Upa Producciones

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