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¿Cómo habrá sido la caminata de Deolinda y su hijo antes de morir de sed sobre suelo sanjuanino? Probablemente un infierno lento, cotidiano, incalculable y después muy obvio. Probablemente la nada y después silencio.

La madre del desierto es una forma imaginada del pasado, de la historia y de las imágenes. Propone una voz donde hay silencio. Los milagros suceden y cobran representación a posteriori, cuando el relato se ensancha, se modifica y enaltece los sucesos. Donde el relato se vuelve protagonista y se come a las personas, se come las emociones de sus protagonistas para cederle paso a las emociones del pueblo. En ese espacio, esta obra pone una voz, sueños concretos, una voluntad firme, un cuerpo que da, se exprime y se agota. Luego el milagro.

El territorio nacional es eso que nos quita el sueño. ¿Quiénes pertenecen y quiénes no pertenecen a esta tierra? ¿Todo aquel que camine este suelo le debe un servicio a la patria? ¿Está bien emigrar? ¿Podemos pensar en la identidad nacional de forma fragmentaria, en partes, hecha de retazos? En definitiva, ¿qué carajo es la patria? La madre del desierto propone algunas ideas:

Para el bebé de Deolinda, la patria es su madre, el cuerpo de su madre y sus tetas y su alimento seguro que, aunque la sequen, la cansen, el sol la queme y el polvo le resquebraje toda la piel, seguirá saliendo tibio.

Para Deolinda, la patria es su deseo y su deseo se hace realidad a medida que camina hacia el frente, buscando a su marido, cargando a su bebé. La patria de Deolinda es la posibilidad de imaginar un futuro.

Pero la tierra es cruel, sobre todo la tierra que está por hacerse. Que se está haciendo a golpe de machete, limpieza y cansancio gaucho. La tierra de sueños incompatibles, la tierra antítesis, la tierra puerca. La tierra que se inscribe en una idea de piedra: las ideas no se matan.

La madre del desierto trabaja sobre todas esas zonas complejas e incluso apuesta a más y nos propone que nuestro drama nacional, abordado en un western cuyes protagonistas son una madre y un bebé, es el drama del universo entero. El problema de la creación, el origen de la vida, el mito de origen de cómo, cuándo y por qué surgieron todas las otras cosas.

Deolinda, por Alejandra Flechner, se la banca. Y no esperamos menos de una heroína en el pasaje a la consumación de su propia formación. Es firme y es roquera y al mismo tiempo blandita como toda persona que ama. Ella y el bebo, por Juan Isola, se enganchan y se sueltan y son como una enredadera que deja huella en la tierra roja. La luz del atardecer, con música en vivo por Franco Calluso y Raquel Luco, los baña de profundas reflexiones. Son amigos, son amantes, son compañeros de ruta. Antropofagia animal y humana en donde lo latinoamericano nace. ¿Qué será de ese bebé cuando sea un niño sin madre, con una patria carga, patria recuerdo, patria elección, en esta tierra arrasada que arrasó con todo? Como toda infancia, es la promesa de futuro. Y en esa promesa se vuelve a dibujar la subjetividad de Deolinda que, como se sabe, en un último aliento de leche lo hizo sortear la muerte.

Deolinda agarró a su hijo, un poco de charqui y algo de agua y enfiló siguiendo los pasos de su marido reclutado para pelear en la guerra. Camino a La Rioja, a la que nunca llegó, se sentó a descansar en un algarrobo. Cuando les encontraron el bebé seguía vivo prendido a la teta chupando. Deolinda, ya estaba muerta. Ahora sí que el agüita no le va a faltar, si en esta ruta y en cada ruta, la gente le deja una botella cargada.

Nacho Bartolone aborda un mito y una leyenda y construye una voz, junto a sus actores, que es permeable, sensible y abierta a otras formas de entender la propia historia. Ya saben: la colectiva y también la personal. Nos tira herramientas, para le que quiera agarrarlas, y también nos deja disfrutar. Acá, agradecemos.

Ficha técnico artística

Dirección: Ignacio Bartolone

Autoría: Ignacio Bartolone

Actúan: Alejandra Flechner y Juan Isola

Músicos: Franco Calluso y Raquel Luco

Vestuario: Endi Ruiz

Escenografía: Endi Ruiz

Iluminación: David Seldes

Coreografía: Carolina Borca 

Diseño Audiovisual: Leo Balistrieri

Música original: Franco Calluso y Raquel Luco

Adaptación De Escenografía: Agustin Ravotti

Asistencia de iluminación: Facundo David

Asistencia de dirección: Alejandro Santucci

Asistencia De Montaje: Daira Agustina Escalera

Prensa: Marisol Cambre

Producción: Malena Schnitzer

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