Una obra con todas las de la ley.

Allá por el 1900, la compañía de los Hermanos Bellini está de gira en la Flores, un pueblo de la provincia de Buenos Aires, la pieza que representan habla sobre una denuncia realizada por una mujer que acusa a su concubino de fugarse con la menor de sus dos hijas luego de haber embarazado a la mayor. La mujer exige que la policía encuentre a este hombre y lo haga regresar a su hogar para seguir cumpliendo con su obligación de parar la olla.

La denuncia, disparador inicial de esta maquinaria teatral sin desperdicio, es real; sí, real. Nos cuenta el director Claudio Martínez Bel que la misma llegó a manos de Federico Cecere, uno de los cuatro actores del elenco, por una tía que trabaja en un juzgado… y que él le pasó la posta a Rafael Bruza para que la escribiera. Trabajaron conjuntamente el material durante algunos meses hasta el logrado resultado: una pieza de colección para el acervo cultural del teatro argentino.

Si bien la historia a simple vista parece cobrar una dimensión disparatada y, por momentos, hasta roza lo ridíulo, La Denuncia tiene una gran profundidad ya que pone en primer plano mucho de nuestro entramado sociocultural acerca de lo masculino y lo femenino, y de cómo se conformaron las relaciones de poder dentro del ámbito familiar. La representación expone valores, usos y costumbres de una época, arraigados en el proceso de socialización de un modelo que responde al paradigma heredado de la antigua roma el “Pater familias” donde el hombre era el único que trabajaba y a quién la familia debía obediencia por dar la manutención económica.

En cuestión de género teatral, vale hacer un breve recorrido histórico: en 1909, año en el que sucede la historia, el teatro argentino vivía una gran dependencia del teatro europeo, las compañías eran italianas, españolas, inglesas y francesas. Nuestro teatro no sólo carecía de obras nacionales sino también de un elenco integrado por artistas criollos que pudieran interpretar a los autores locales. A finales del 1800, Eduardo Gutierrez adapta la novela Juan Moreira para ser representada como espectáculo de “encuentros gauchesco circense” con el papel principal a cargo del José Podestá. Tiempo después, Gutierrez  lo perfeccionó como el “mimodrama”, convirtiendo a Juan Moreira en el drama con el cual se inicia el teatro argentino. Retomando estos comienzos, La Denuncia tiene condimentos de sainete y de comedia del arte, con un lenguaje expresivo que sigue la línea de una técnica popular nacional. 

El elenco está compuesto íntegramente por hombres que a la hora de interpretar a los personajes femeninos no “hacen” de mujeres sino que “son mujeres”. Una interesante visión desde el universo masculino sobre el rol del “hombre”. Vale la locomotora como metáfora, como símbolo, no solo de progreso, sino también de potencia y de virilidad, asociados con el mundo de lo masculino, de cuyo trabajo material y simbólico depende el funcionamiento de la otra gran maquinaria: la sociedad. Si bien en la actualidad el paradigma es otro, por el cambio de posición de las mujeres y la modificación del diseño de “lo familiar” este es el plano heredado donde encontrar más de una respuesta a la hora de cuestionarnos como sociedad.

Desde este pentagrama estético, Claudio Martínez Bel (Caín en Terrenal de Mauricio Kartun) toca celestialmente cada nota poética sin desafinar una sola letra escrita por Rafael Bruza, (Tatita en Terrenal).  La puesta de Martinez Bel  tiene varios aciertos, uno de ellos es mostrar en un plano posterior a la escena que sucede en proscenio,  una suerte de camarín donde los actores se preparan entre un personaje y otro, cambiándose el vestuario, las máscaras y las pelucas.

El gran elenco integrado por Marcelo Xicarts , Gastón Recaud, Marcelo Mazzarello y Federico Cecere logra una polifonía gestual y corporal que es un tsunami de imaginación que inunda la sala de una comicidad desopilante, con sus variadas interpretaciones consiguen romper los cristales de las técnicas incorporadas por años en todas las escuelas de teatro, para dejar en pie un teatro criollo, nuestro, argentino.

El impecable diseño de máscaras, escenografía y vestuario es de Gabriela A. Fernández, la realización de Guillermina Guardia y  Alfredo Iriarte  es un gol de media cancha, las luces de Pablo Alfieri logran todos los climas necesarios para involucrar al espectador. La bella música original es del compositor Esteban Ruíz Barrera. Este equipazo juega en el escenario del Teatro del Pueblo y no vas a parar de reír de comienzo a fin. La denuncia: 100% teatro argentino. ADN criollo. Arquetipo popular sin estereotipo, arcaico y joven a la vez.

Todo esto es posible gracias a Gastón Caminotti , un joven cordobés que apostó por un proyecto así asumiendo la producción general de esta obra que va por su segunda temporada en cartel.

Un afectuoso saludo a la tía de Cecere, la mujer, que, sin saberlo, puso la denuncia en movimiento.

Gritalo, gritalo: ¡Imperdible!

Ficha técnico artística

Dirección: Claudio Martínez Bel

Autor: Rafael Bruza

Actuación: Marcelo Xicarts, Federico Cecere, Gastón Ricaud, Marcelo Mazzarello

Diseño de máscaras, pelucas, vestuario y escenografía: Gabriela A. Fernández.

Diseño de luces: Pablo Alfieri

Música original: Esteban Ruíz Barrera

Voz en Off: Claudio Rissi

Realización de vestuario: Marta Dieguez

Realización de pelucas: Gabriela Guastavino

Realización de máscaras: Guillermina Guardia, Alfredo Iriarte.

Edición de sonido: Adolfo Smith

Fotografía: Paco Fernández Sánchez

Diseño Gráfico: Paco Fernández Sánchez

Asistencia de escenografía: Estefanía Bonessa

Asistencia de vestuario: Carola Correa y Luna Rosato

Asistencia de dirección y producción: Florencia Orce

Producción General: Gastón Caminotti

Prensa: Tehagolaprensa

TEATRO DEL PUEBLO

Av. Roque Sáenz Peña 943

Miércoles 20:00 hs.

$ 200,00 / $ 170,0

Duración 75 minutos

Acceso para Farsos

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