“Cuando uno mira una pieza de vidrio delicadamente hecha, piensa en dos cosas: en su belleza y en su fragilidad.”

El Zoo de Cristal es la inspiración que le sirvió a Romina Paula como disparador para crear un universo atemporal, donde se pone en jaque la percepción misma del tiempo, un tiempo que nos corre de la realidad y del timing teatral convencional, y nos sumerge en una dimensión casi paralela. Todo apunta a bucear en el mundo íntimo de Antonia (Pilar Gamboa) una chica joven, linda, que podría ser normal. Al igual que en la obra de Tennessee Williams, también está su mamá, Úrsula (Susana Pampín) que le quiere conseguir novio a toda costa, su hermano, Lorenzo (Esteban Bigliardi) que se está por ir de viaje pero no se anima a decirle nada y el candidato, Maxi (Esteban Lamothe). Pero esta vuelta no termina siendo todo un flashback en boca del hermano, sino una íntima exploración de la cosmovisión de Antonia, total protagonista y portavoz de la obra.

A través de varios –y muy logrados- momentos privados entre los hermanos, vamos descubriendo un peculiar vínculo fraternal que devela la manera de pasar el tiempo de una joven que nunca sale de su casa: “yo decido no salir (…) elijo quedarme con los vínculos con ustedes y profundizarlos.” Antonia reflexiona constantemente sobre cada tema de su interés, con la ingenuidad y cadencia de una adolescente, pero con una fuerte madurez. Está repleta de explicaciones y justificaciones que la mantienen en el nidito cerrado y seguro de su casa, con su familia y las pocas personas que los visitan. No entiende para qué la gente sale y viaja, cuando a ella le resulta mucho más rico imaginárselo todo. Quizás también le convenga imaginarse que su vida pueda seguir cristalizada tal como es, con las personas que ya la conocen y la aceptan en su esencia. Romper el vínculo materno es tan inconcebible para la inocencia de Antonia que en su tono agudo irradia humor:

No estoy tratando de venderte nada

-Sí, un novio

-No quiero que te quedes sola (…)

Si consigo compañero, te dejo de ver; no cierra Ushi –le dice a su madre.

Aunque Antonia se empecine en vivir en su propio mundo, lentamente iremos viendo cómo se desmorona su castillo de cristal. No todo son historias hipotéticas o fantasías entre cuatro paredes; en esta pieza hiper calibrada, las emociones agudas explotan en momentos de tensión donde el tiempo pareciera congelarse: “Vos sufriste mucho, sufrís todo el tiempo y estás rota” (…) “Lo que me consuela es que te vas a tener que soportar a vos misma por el resto de tu vida.”

La llegada de Maxi, pibe de barrio, compañero de la parrilla de Lorenzo, le plantea otro tipo de vínculo, diferente al habitual, inclusive diferente al de Williams. Nada de candidato winner que le da charla, sino un timidón que se siente descolocado por las situaciones familiares en más de una ocasión. Se genera con Antonia un geniuno interés por su mirada y su peculiar manera de entender la vida, esta vida puertas adentro donde el tiempo es puramente libre. A él también le gusta el tiempo libre (aquel rato entre que sale de trabajar y vuelve a entrar), y para ella  todo su tiempo es lo que él llama ‘libre’. “Vos necesitas sentirte lo suficientemente mal cuando trabajás para sentirte mejor cuando no trabajás. Yo no necesito ese contraste. Soporto mi tiempo entero, todo, sin parar.”

En medio de reflexiones, presenciamos uno de los momentos más hermosos de la puesta, cuando curiosamente ella busca besarlo, generando una rareza intensa al descubrir un cuerpo-otro. Un viaje en el tiempo que llega a su climax en el instante mismo en que a Antonia se le rompe el corazón; arriesgada decisión de la directora, que a diferencia del original donde no vemos el quiebre, aquí estalla en una escena colmada de angustia, magistralmete interpretada; deja nudo en la garganta.

Con sabia artesanía, Romina Paula crea momentos mágicos que se transforman en metateatrales cuando quedan todos encantados (de encantamiento): el público de Marco Antonio Solís en la pantalla de la laptop de Antonia, y el público real, que se sumerge en un profundo silencio, definitivamente hechizados. Alicia Leloutre y Matías Sendón nos deleitan con una escenografía y una iluminación memorables. Esteban Lamothe compone al pibe de barrio en cada gesto, mirada y desconcierto, exquisito. Pilar Gamboa se consagra aquí como una de las actrices más sensibles de la cartelera porteña, con sus ojos brillando al borde de la emoción a cada rato y con una sublime actuación sostenida durante el tiempo todo entero, tiempo que ella misma logra detener. Chapeau.

 

Ficha técnico artística

Actúan: Pilar Gamboa, Susana Pampín, Esteban Bigliardi, Esteban Lamothe

Espacio: Alicia Leloutre, Matías Sendón

Luz: Matías Sendón

Asistencia: Leandro Orellano

Prensa: Pintos Gamboa

Texto y dirección: Romina Paula

ESPACIO CALLEJÓN

Humahuaca 3759, Capital Federal, Argentina

Reservas: 4862-1167

Web: http://espaciocallejon.blogspot.com/

Entrada: $ 50,00 / $ 30,00

Duración: 80 minutos

Miércoles 21:00 hs

Este espectáculo se produjo con el Premio ‘S’ otorgado a Romina Paula en 2007 y cuenta con el apoyo de Proteatro.

 

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