Leí por ahí que es una obra de agitación política. Prefiero pensar que es una obra de agitación del avispero: Mariano Rapetti cuenta su historia como si no fuera solamente suya. Las avispas que somos -hijes de nuestra historia nacional, espectadoras, partícipes, realizadoras- nos empezamos a mover incómodas, extrañadas pero a la vez risueñas puesto que sabemos que compartir las heridas y salarlas en conjunto, nos hace doler un poco menos todo.

No me gustan los biodramas. La obra empieza así y este tironeo gracioso da pie para pensar cómo se configura el mundo del teatro. No se habla de calidad de un proyecto por sobre otro. Se habla del engranaje que hace que las cosas funcionen como tales y cómo, en la máquina, hay una estructura básica de privilegios. Si esta obra te interpela correctamente, genera un pequeño lugar cálido para preguntarse: ¿en qué parte de la estructura estoy yo? ¿reproduzco, soy orgánica, subalterna, pasiva? ¿cómo miramos los sucesos de este mundo? ¿la representación que elegimos es la que nos satisface o, justamente, la que nos incomoda?

Odio a los chongos del teatro. La obra plantea un “quien quiera oír que oiga”. No busca consenso estrictamente, tampoco busca aleccionar o explicar las cosas. Es, más bien, ir tirando señuelos al camino. Semillas de debates que no han tenido el lugar correcto o que se están por dar, pronto, muy pronto, en los ámbitos en que transitamos. Desarma todo eso que ya nos llega empaquetado: quién programa y por qué, quién tiene éxito y con qué temas, cómo se representa una identidad queer en los escenarios. Mejor dicho: ¿qué identidades merecen ser representadas?

Ahora, un poco a los bifes. Mariano Rapetti tiene toda la onda: lookeado de biodrama o de investigador de archivo de la memoria. La intimidad que se puede generar en una sala de teatro siempre es motivo de sorpresa y agradecimiento. Él -escritor, director e intérprete- lo logra. Y no es solo el tema, ni el contenido específico del tema. Es el tono de voz, son los movimientos, las miradas hacia el público y las miradas hacia el propio material de la obra. Es la elección de ciertas fotos -papá militante, papá de verde musgo en el liceo militar-, ciertas anécdotas -tuve un amigo policía que además era punk-, ciertos videos -un niño expresa lo que siente sobre el exilio, la familia dividida-.

También es el entramado. Una obra que tiene partes, abarca temas, y se termina de posicionar completa en un punto. Como un libro cuyo título es impecable y misterioso y revela su verdad en un momento inesperado. La vida absurda que somete a les viajantes a encontrarse en un mismo vuelo. Gente que huye, gente que escapa, gente que va. Gente triste. Gente alegre. Gente impune. Gente indiferente. Gente valiosa. Soledades que van y vienen que esperan que, algún día, alguien cuente su historia y esa historia sea motivo de encuentro, excusa de reencuentro.