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Los sábados a la noche, el jardín delantero de una casa anónima de Barrancas de Belgrano se convierte en el cuarto de una adolescente circa 2001. A los pies de la cama, hay revistas de Sailor Moon y unas zapatillas Converse color negro. En la mesa de luz, una cajita para los aparatos, de esas que nos colgábamos del cuello. Tirada boca abajo en la cama, una adolescente de jeans acampanados y buzo de egresados. Cuando se levante de la cama, vamos a ver que tiene un flequillo recto que une el presente de la obra con el del espectador, porque veinte años es lo que le lleva reciclarse a casi cualquier moda. 

Todos los días estoy aburrida y lloro es una obra basada en los diarios de adolescencia Josefina Botto y Daniela Korovsky, dirigida por Natali Aboud. Los diarios están situados en la Buenos Aires de principios de los 2000 y tienen todas las marcas de su tiempo: Alterna, Boom Boom Kid, el Otro Yo, Caramelito. Si sos coetánea de las autoras, las referencias te van a flechar. Pero lo único que hace falta para que no te quedes afuera es que alguna vez hayas sido adolescente. 

En ese jardín se mezclan dos vidas muy distintas: una rollinga y una punk, una popular y una alternativa. Pero los hitos son paralelos. Las primeras experiencias sexuales, la incomodidad con el propio cuerpo, los albores de una poética propia, las puteadas, la solemnidad, la rabia, la más pura felicidad. La obra toma forma alrededor del género del diario íntimo, algo secreto, pero abierto. Esos cuadernos eran privados, nadie debía leerlos, pero empezábamos escribiendo “Hola, ¿cómo estás?” como si le habláramos a un espectador silencioso. Y esos mismos cuadernos ahora se abren y se leen a viva voz. Hay un intercambio sonoro entre el jardín y la calle. Salen penas adolescentes, música de época, risas de las espectadoras; entran conversaciones de vecinos, el estruendo de un camión de basura. 

Al comienzo de la obra, aparece proyectada una cita de la magnífica Susan Sontag, en la que explica por qué escribe diarios, qué es escribir un diario. A mí, toda la experiencia me hizo acordar a otro gigante de las letras norteamericanas, David Foster Wallace. En su ensayo sobre la influencia de la televisión en la literatura, Wallace lamenta el estado de cinismo cool en el que se encuentra la cultura a fines de los 90 y vislumbra un futuro posible, distinto: “Puede ser que los nuevos rebeldes sean artistas dispuestos a arriesgarse al bostezo, los ojos en blanco, la sonrisa cool, el codeo, la parodia de los talentosos ironistas, el “ay, qué banal”. Arriesgarse a acusaciones de sentimentalismo, melodrama. De extrema credulidad. De blandura”. 

Recuperar los diarios de adolescencia es un acto de amor hacia esas chicas que fueron Botto y Korovsky. Chicas que fuimos todas, de las que tal vez renegamos al entrar en la adultez, espantadas por esa vulnerabilidad tan obvia. Tal vez veinte años después es el momento en que podemos volver a leer esas declaraciones de amor, odio y calentura, y darnos cuenta de lo hermoso que es estar completamente abiertas. 

Ficha técnico artística

Dramaturgia: Natali Aboud, Josefina Botto, Daniela Korovsky
Actúan: Josefina Botto, Daniela Korovsky
Vestuario: Mariu Fermani
Escenografía: Mariu Fermani
Iluminación: Kato Aramburú
Diseño audiovisual: Manuel Embalse
Asistencia de dirección: Laura Berman
Producción: Natali Aboud, Laura Berman
Dirección: Natali Aboud

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