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Hace poco estuve en una charla sobre el papel de los medios de comunicación en la última dictadura militar, coordinada por el Centro de Memoria Haroldo Conti. Además de hablar de la construcción del sentido en el nivel del discurso, de la configuración de un enemigo cultural, social y político, recordamos cuando, en la USAL en 1977, el dictador Massera, mientras le daban un “profesorado honorario”, le habló a los jóvenes estudiantes y señaló específicamente como responsables de la crisis del pensamiento de occidente a Marx, Freud, Einstein. Estos autores, además de introducir el problema del capital, del inconsciente y de la relatividad, tenían algo en común: eran judíos. En dicha dictadura, según un informe de AMIA, se estima desaparecieron mil novecientas personas de origen judío entre 1976 y 1983. En pleno barrio de once, donde miles de familias judías van a trabajar, a estudiar, a recrearse y forman parte de la rutina desaforada porteña llena de tráfico, comercios, calor, indigencia, oficinistas, en julio de 1994 ocurrió el atentado a la AMIA donde ochenta y cinco personas fueron asesinadas y otras trescientas resultaron heridas. Estos son algunos de los temas de historia reciente que nos convocan a pensar nuevamente la cuestión judía que es, en definitiva, una cuestión argentina.

La propuesta es inmiscuirse en el tema desde otro lugar: el circuito de teatro independiente de la ciudad de Buenos Aires. Hace poco, se hizo el Festival de Cocina y Teatro Judío en donde, además de ver obras sobre distintos problemas, perspectivas y formas de llevar a escena el universo judío, se convocó a cocineros a ofrecer un menú y a referentes de la cultura a coordinar una charla a la salida de las funciones. Un match perfecto: comer, ver teatro, hablar de lo que vimos con gente que sabe más. De esa experiencia nos queda la dupla, el díptico, la primera y la segunda de los sábados a la noche: Las Moiras y El día más largo del mundo, dos obras con dramaturgia de Tamara Tenenbaum y dirección de Mariana Chaud. La primera conocida por configurar una mirada contemporánea sobre cierta parte ortodoxa de la práctica religiosa y de las costumbres judías más tradicionales. La segunda, por actuar en muchísimas producciones nacionales y por estar a la vanguardia de la realización teatral. La combinación, gente, está re buena y se completa y se eleva con unos elencazos de jóvenes talentos (Fiamma Carranza Macchi, Flor Piterman, Federico Pezet, Felipe Saade, Max Suen, David Szechtman) y actores y actrices consagrados (Analía Couceyro, Luciana Mastromauro, Horacio Marassi).

Las Moiras y El día más largo hablan de lo mismo pero son diferentes. Ambas tienen como centro de discusión personajes jóvenes que chocan con otros personajes que están generacionalmente y, también, espiritualmente en otra serie. En Las Moiras, hay tres mujeres reunidas y hacen el trabajo de emparejar personas de su comunidad. Analizan las edades, las características positivas y negativas de los y las candidatas y dejan asentada la punta del plan. Son los años posteriores al 2010, probablemente, y esto se nota en el uso que hace el elemento disruptivo, que es una mujer, de la tecnología. Esta mujer está supuestamente loca o poseída por el deseo. En la otra obra, el escenario no es el living de una casa, sino una sala de espera: espera un grupo de hombres testigos para dar su testimonio y para conocer el veredicto, esperan también los libros de historia, religión y cultura apiladas en estantes y bancos. Es la década del 80 en Argentina, en los albores de la Guerra de Malvinas y el elemento disruptivo es un pibe desertor, que huyó de su casa y huyó de presentarse en combate. El mito del Dybbuk atraviesa ambas historias: como espíritu directo de un muerto que posesa a otros o como energía que ingresa en el alma de los perdidos. 

En la primera obra, el humor de la exageración y el contraste ayuda a entender la relación entre el drama privado de los personajes, con sus historias y sus particularidades, y el drama colectivo: el temor de no poder controlar a ese espíritu errante que ataca a las jóvenes y les traslada desenfreno y deseo desmedido, sin represión. En la segunda obra, el tono es otro: la profundidad del pensamiento filosófico, el que se basa en preguntas que abren a otras preguntas, se mezcla con el ímpetu de la religión y sus mandatos: ser un buen trabajador, un buen ciudadano, un buen patriota. Servir a la patria, aportar con la cabeza gacha. La cuestión de fondo es, también, el deseo: qué hacer cuando te explota el pecho, cuando el camino pactado se abre en caminos posibles. En este punto, en esta obra, convergen varios temas: la patria, la religión, la familia. 

Ver una obra detrás de otra tiene un efecto confuso y tentador. Es una vuelta en el tiempo, del presente hacia atrás, en donde se recorren los mismos temas pero desde distintos ángulos. Los problemas de una época se relacionan con su coyuntura: la sexualidad, la búsqueda de la independencia, la reivindicación de las propias decisiones es la misma y no es igual en los 2010 que en los 80s. El peso de la institucionalidad, el pacto democrático, las leyes operan diferente en uno y otro caso. Tal vez, la contemporaneidad permita más la risa. Lo que sí sabemos es que siempre, en todas las épocas, el corazón de la juventud late al calor de las nuevas demandas de su tiempo y estas obras, sin temor a abrir el juego sobre un tema que tiende a la clausura, ponen eso en primer plano. La cuestión atraviesa la historia del pueblo judío y la historia argentina. La cuestión son las ruinas, el futuro y su porvenir luminoso, y la relación entre culturas, prácticas y religiones porque aquellos sucesos que nombré al principio, tan solo algunos, son conflictos que atraviesan muchos temas como la discriminación y la persecución histórica, heredada del nazismo, y se combinan con el pensamiento argentino y las formas que toma la política. Todo está mezclado y se complejiza cuando se le imprime lo particular del territorio, de esta patria furiosa y en permanente disputa; con logros constitucionales, pero con muchas deudas para con sus comunidades: los ex combatientes, los putos y las trans, las mujeres, los hijos nacidos en cautiverio, los judíos. 

Las obras, las series, los libros y los eventos culturales que invitan a explorar un poco la cultura judía son una forma de intentar entender aspectos de esa idiosincrasia. Pero, también, son una forma de ingresar a nuestra propia historia y a las raíces de la discriminación y la violencia en la conformación de un otro, enemigo, o simplemente otro. 

Ficha técnico artística

Las Moiras

Dramaturgia: Tamara Tenenbaum
Actúan: Fiamma Carranza Macchi, Analía Couceyro, Luciana Mastromauro, Flor Piterman
Diseño de vestuario: Cecilia Zuvialde
Diseño de escenografía: Matías Sendón, Ariel Vaccaro
Realización de escenografia: Ariel Vaccaro
Música original: Ian Shifres
Diseño De Iluminación: Matías Sendón
Fotografía: Sebastián Freire
Diseño gráfico: Nicolás Galanzino
Asistencia De Producción: Loli Crivocapich
Asistencia de dirección: Carla Grella
Prensa: Antonela Santecchia
Producción ejecutiva: Gabo Baigorria, Carolina Castro
Producción: Compañía Teatro Futuro
Coreografía: Manuel Attwell
Dirección: Mariana Chaud

El día más largo del mundo

Dramaturgia: Tamara Tenenbaum
Actúan: Horacio Marassi, Federico Pezet, Felipe Saade, Max Suen, David Szechtman
Diseño de vestuario: Mariana Seropian
Diseño de escenografía: Matías Sendón, Ariel Vaccaro
Realización de escenografia: Ariel Vaccaro
Música original: Lucas Martí
Diseño De Iluminación: Matías Sendón
Fotografía: Sebastián Freire
Asistencia de dirección: Carla Grella
Producción ejecutiva: Gabo Baigorria, Carolina Castro
Producción: Compañía Teatro Futuro
Diseño de movimientos: Manuel Attwell
Dirección: Mariana Chaud

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