Imperdible

La obra de Laura Paredes es una bomba de amor hacia Federico que contagia y nos acerca a su poesía, sus clásicos y su costado prohibido con la rigurosidad de la academia y la popularidad del mejor teatro.

El Ciclo Invocaciones creado por Mercedes Halfon y Carolina Martín Ferro propone desde 2014 producir un diálogo entre realizadores contemporáneos y artistas del siglo XX para crear algo nuevo. De esa práctica han resultado piezas de lo más diversas como las destacadas Fantasmastic. Invocación Stanislavski de Ciro Zorzoli, Pasolini de Matías FeldmanBrecht de Walter Jakob y Agustín Mendilaharzu, entre varias otras.

Como espectadores nos sentamos en la butaca para ver las obras desde distintas circunstancias: a veces somos nerds y nos leímos toda la producción del dramaturgo invocado, en ocasiones vimos o conocemos sus puestas más famosas y en otras oportunidades sólo tocamos de oído.

Lorca, el teatro bajo la arena, es la décima invocación del ciclo, y no te deja afuera si no conocés a rajatabla al autor. Si vivís en Buenos Aires a Federico García Lorca lo escuchaste nombrar: porque te lo enseñaron en la escuela, por su historia de artista brillante, por su relación con Dalí, por su fusilamiento durante la Guerra Civil o por el cine de calle Corrientes que lleva su nombre. Si encima te gusta ir al teatro pudiste haber visto infinidad de puestas. Si nos seguís desde hace años quizás alguna de las recomendadas por Farsa Mag como Mil Federicos o Los Caminos de Federico. Y si sos fanática de Lorca, como la autora y directora Laura Paredes, vas a disfrutar de los personajes y las referencias que su puesta denota a través de una historia nueva. 

De cualquier manera, la propuesta ofrece la posibilidad de conocer la sensibilidad de un artista y, también, su costado más enigmático. No por lo que Lorca era o no era, sino por el camino que traza su obra. Un camino que desborda de formas y temas. Las lectoras, fanáticos o investigadoras  siguen esas huellas intentando pescar respuestas, procedimientos sistemáticos, representaciones. Confirmaremos o no nuestras hipótesis pero, por sobretodo, nos reencontraremos con el escritor mediante una experiencia. La experiencia Lorca.

De entrada, todo es muy español o una mirada argentina de lo español. Mientras llegamos a la sala ya percibimos una plaza de toros durante un futuro cercano en el que las corridas están prohibidas. Por esa razón es que Paredes invitó a su compañero (Mariano Llinás) a que co-escriba la obra durante el aislamiento por la pandemia: porque el director es un apasionado por la tauromaquia y todos los debates en torno a la misma. En ese espacio, en Almería, dos investigadoras argentinas (interpretadas por las tan graciosas como seductoras Claudia Cantero y María Inés Sancerni) ensayan una disertación sobre la obra de Lorca, asistidas por hombres, algo machos algo sensibles (Manuel Attwell, Agustín Gagliardi y Nicolás Levín), que recitarán el romancero gitano. Los dos actores se deslizan, miran y se mueven con una naturalidad que nos deleita y, mediante la palabra y la actuación dentro de la actuación, defenderán su propia idea de Lorca. No solo ellos, sino que todos los personajes debatirán acerca de distintas versiones de Lorca: el escritor nacional, el escritor oculto, el escritor asesinado por la falta de comprensión, el perro andaluz, el genio. Una de las cuestiones que entra en juego es si todas son válidas, ciertas o siquiera posibles.

La puesta en escena es una forma de acercarse a Federico. Se pueden conocer anécdotas, escuchar fragmentos de obras y referencias a Bodas de Sangre y Doña Rosita la soltera, descubrir cómo se construyen sus anaglifos y El Público, cuyo recorrido expresa mucho de lo que representa Lorca por varias razones. Por ser una sus comedias imposibles (aquellas que expresaban su verdadero propósito y personalidad), por ser una de las primeras obras dramáticas españolas que abordó el amor homosexual, por estrenarse recién en la década del ochenta gracias a que el amigo que conservó el manuscrito hizo oídos sordos a su pedido de quemarlo y por declaraciones como “hay que excavar un túnel bajo la arena para extraer una fuerza oculta. Hay que destruir el teatro o vivir en el teatro”.

Lo cierto es que el verdadero Lorca es un signo en construcción o en desplazamiento permanente. Puede que, al final de la obra, algo de lo vivido por los personajes en esa plaza tan cargada de historia, emociones y anhelos, devele otra forma posible y nos enseñe, dulcemente, que lo más importante es aquello que deja marcas en uno mismo. 

Ficha técnico artística

Dirección: Laura Paredes
Dramaturgia: Laura Paredes y Mariano Llinás
Actuación: Manuel Attwell, Claudia Cantero, Agustín Gagliardi, Nicolás Levín y María
Inés Sancerni
Producción: Mariana Mitre
Asistencia de dirección: Sofía Palomino
Colaboración artística y coreográfica: Constanza Feldman
Composición musical y diseño sonoro: Gabriel Chwojnik
Escenografía: Rodrigo González Garillo
Vestuario: Julieta Harca
Iluminación: Matías Sendón
Fotografía: Estudio Levín

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