Polémica medieval en el Festival de Teatro de Rafaela

DIOS de Lisandro Rodriguez en el FTR18. Foto: Julieta Zeta

Estamos en un momento histórico en el que parece que hay una evolución social por un lado y un retroceso por el otro. El prestigioso Festival de Teatro de Rafaela, que hace 15 años arma programaciones sumamente heterogéneas con espectáculos nacionales e internacionales, es blanco de críticas agresivas y retrógradas por parte de un sector de la población que piensa que el arte está al servicio de sus creencias.

Por más de que sus convicciones sean tan arraigadas y que sus sensibilidades se vean “atacadas” por las piezas teatrales seleccionadas por un equipo curatorial liderado por Gustavo Mondino, no es motivo para levantar una bandera anti teatral o pedir las cabezas de los organizadores de dicho festival.

Para que quede claro, querer echarle la culpa al teatro por representar una ficción que ofende, cuestiona o satiriza a un sector de la sociedad es propio de la Edad Media. El teatro, a lo largo de su historia ha sido vapuleado, silenciado, reprimido y prohibido por poner en tela de juicio paradigmas políticos, religiosos y sociales cristalizados, pero aun así se ha abierto camino entre la adversidad.

En la Edad Media el teatro era únicamente religioso, su misión era acercar al hombre a Dios, su concepción era teocéntrica y sólo se hablaba de cómo el hombre evolucionaba del pecado a la virtud gracias a Dios. Se perseguía, oprimía y castigaba a quién osara representar algo que no respondiese a esta lógica eclesiástica, ¿les suena?

Más adelante se comenzó a separar el teatro religioso del profano, el cual comenzaba a incluir temas más populares y de entretenimiento. El teatro religioso continuó existiendo con sus Dramas Litúrgicos y Misterios en los que de forma didáctica se adoctrinaba sobre temas de la Biblia. Dentro de los Misterios nació la Farsa, con una mirada crítica y social de la comunidad, en la que se parodiaban a los personajes de la política y la sociedad. “En 1548, escandalizada por la evolución de los misterios hacia lo burlesco y la grosería, la Iglesia prohibió en la región parisina que el teatro convirtiese la religión en motivo de espectáculo; sin embargo, la tradición se perpetuó y ejerció una notable influencia sobre la dramaturgia isabelina (Marlowe y Shakespeare) y española (Calderón)” Patrice Pavis, Diccionario de Teatro.

Como vemos, no estamos ante una situación nueva para los que hacemos teatro, ni para los que se ofenden por el contenido de una representación. Pero falta… La evolución del teatro nos ampara en este momento donde un Festival de Teatro está siendo repudiado por su contenido.

Con el Renacimiento surge una nueva manera de crear arte desde lo que ve el ojo humano, la realidad dura, conflictiva e injusta en la que vive. El teatro ya no se relaciona con lo religioso ni sigue su lógica, ¡el antropocentrismo ha nacido, señores! Y encima en Italia, cuna del catolicismo. El humanismo italiano inspiró a los artistas a reflejar su realidad sin importar si apoyaba o criticaba a la religión. En este teatro se distingue la realidad de la ficción. Surge la caja negra, el teatro a la italiana que delimita esta visión de lo que se representa.

Hoy en el 2018, es impensado que haya gente que crea que tiene el poder para repudiar un hecho artístico solo porque sus sensibilidades egocéntricas y ciegas lo creen posible. ¡Lean historia, people! Ya no da. La historia del teatro ha sido siempre una eterna lucha entre lo que se deseaba contar y el rechazo de ciertos sectores a que se los critique o denuncie.

El bombardeo de críticas que está recibiendo el Festival de Teatro de Rafaela no es más que una muestra de cómo el teatro ha sido, desde sus comienzos, una herramienta para criticar la realidad, deconstruirla y darle una nueva forma, un nuevo punto de vista para observarla y cuestionarla. Y eso seguirá siendo así por los siglos de los siglos, por más de que las representaciones sean dolorosas o repudiables para algunos.

El arte es expresión, es creación, es cuestionamiento e incomodidad. Desde nuestro humilde lugar, apoyamos al Festival de Teatro de Rafaela, a sus organizadores y a los participantes de esta polémica (y necesaria) edición.

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