Parte de una religión

Por Malena Duchovny y Laura Petracca

Parte de una religión no es una obra de teatro. Pero es casi como si lo fuera. El elenco es un equipazo con caras que conocemos de las tablas. En 2018, este mismo grupo estrenó Carlos en el Centro en el Club de Teatro Defensores de Bravard. Ahora nos traen un proyecto teatral interrumpido por la pandemia, devenido material audiovisual. Pero su cancha teatral no les impide pasar a la pantalla sin traspiés.

El diálogo es naturalista y evita los peores vicios del teatro -excesiva solemnidad para garronear emoción- y de la televisión -excesiva bufonada para garronear risas-. En un punto es como una comedia de puertas -sin puertas- o teatro de living -en el patio-, pero que se sabe buena. El guión no la deja caer en lo más oscuro de ese prejuicio, y las actuaciones no le sueltan la mano. Entre esos extremos que reconoce y de los que se burla, habita la comedia. 

Esta gente es delicada: vienen de una escuela que deja atrás a la familia disfuncional para ocuparse de las amistades entre adultos jóvenes, esos malignados millennials. La escena -un asado con amigos- es absolutamente familiar, pero la distancia pandémica la vuelve un poquito extraña. Hay algo de placer vicario en mirarlos tomar vino alrededor de una mesa, sin barbijo ni distancia social. Y también hay algo de experimento sociológico en ver interactuar en su hábitat natural a estos personajes –de treintaypico, clase media progre– que ya se volvieron casi tipos sociológicos. Son como primos no muy lejanos de los personajes de Por ahora y Jorge, que además reúnen a muchos de los mismos actores.

Tenemos ocho personajes, que se conocen más o menos, y que exponen en pequeñas dosis sus parentescos, sus tragedias, sus tratos pasivo-agresivos, y también sus reconciliaciones. Ninguno de esos aspectos se lleva al límite, no hay resolución, porque es irrelevante. Es ese estar en un rato en la vida de una persona que conocés y querés pero que raramente ves. 

Ahondar en un tema a veces implica hacerse cargo del pasado, de la historia, de las cagadas. Hablar del presente puede llegar a ser tan incierto o desmotivante como hablar del futuro. En cualquier caso, todo es inabarcable en un asadito. Y es entonces en que no queda más que recurrir a los macro-temas: los conflictos existenciales. Flasharla un poco es la estrategia perfecta que invita a todos a participar y evita la cosa seria. Para nuestros personajes serán las creencias, religiosas o de otra índole, las que hilvanen el encuentro.

La mini-serie se divide en tres episodios (¿tres actos?) y cada uno en escenas que, sin mucho afán de generar una señora Trama, combinan personajes y los ponen a charlar. Muchas de las conversaciones tienen una dinámica que parece indicar que surgen de un disparador lanzado a una troupe de improvisadores. 

La dinámica entre los actores genera un regocijo propio de quien los sigue desde cemento. Por un lado, porque cuando hacen producciones juntos nos regalan una suerte de spin-off de una serie inexistente en la que alguna vez actuaron todos. Y por otro, porque son PhD en la mesura de las emociones exacerbadas para manejar la comedia con elegancia, ironía y una pizca de soberbia. 

La picada pre-asado se vuelve casi un personaje más en esta ficción. Y resulta una metáfora más que apta para lo que pasa al ver esta serie. Vas viendo las escenas, picando de las diferentes relaciones, los chistes, los mini-bardos, las tragedias, pensando que después viene el plato fuerte: el asado, la gran revelación. Pero como quien no quiere la cosa, te das cuenta de que ya te llenaste, de que lo que parecía una simple picadita, algo liviano para aguantar, resultó ser un buen sustento.

ESTRENO ONLINE EL 23 DE JULIO
Disponible para ver sin límite de reproducciones: desde el viernes 23 de julio a las 19 hs, hasta el domingo 25 de julio a las 23:30.

ENTRADAS
A través de la plataforma Eventbrite, por medio de tarjeta de crédito o débito, Págo Fácil o Rapipago.

FICHA TÉCNICA

Guión: Santiago Gobernori y Mariano Rosales
Dirección: Lucía Valdemoros
Actuación: Julián Doregger, Santiago Gobernori, Malena Medici, Julián Lucero, Valeria Lois, Alan Sabbagh, Nicolás García Hume, Mariano Rosales
Producción general: Delfina Peña
Asistente de producción: Rodrigo Olivera
Asistente de dirección: Machi Báncora
Dirección de fotografía: Agustín Barrutia y Martín Quirno
Sonido directo: Fernando Ribero y Pepa Santamaría
Dirección de arte: Marina Raggio y Florencia Gabelli
Vestuario y maquillaje: Dino Balanzino
Producción ejecutiva: Gual Mostajo, Juan Ignacio Gorelik y Martín Granados
Montaje: Daniel Casabé
Música original: Sebastián Furman
Diseño gráfico: Javier Reboursin
Prensa: Paz Moltedo

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