Una obra para mí, escrita por Sebastián Suñé y dirigida por él mismo y María Lía Bagnoli, empieza como un monólogo a cargo de YO, que es interrumpido por su novio, ÉL. YO es un dramaturgo que escribe, sin detenerse, desde siempre. Pero no escribe para sí mismo. Escribe por encargo. Y su encargo ahora es escribir una obra de autoficción que contenga al menos un hecho contundente de su propia vida. La escritura ya le comía la vida desde antes (¿hace cuánto no se toma vacaciones? ¿escribe para vivir o vive para escribir?), pero la autoficción borronea todos los límites. YO le habla a un grabador portátil, teclea en su laptop: todo lo que hace se vuelve contenido para la ficción una vez que es registrado.
“Escribí una obra para mí”, le pide ÉL a YO, después de irrumpir en el departamento que ambos comparten y cortarle el monólogo ampuloso a YO. YO, el dramaturgo, es interpretado por Suñé, que es también el dramaturgo abajo del escenario. ÉL es el actor Francisco Bertín, que interpreta a un actor arriba del escenario. La dinámica entre ellos es adictiva porque sus energías opuestas se arremolinan como las corrientes de aire frío y aire caliente que forman tornados. Son una pareja que rara vez está de acuerdo, en especial cuando ÉL le pide a YO que escriba una obra que los haga felices a los dos, que les dé orgullo mostrar al mundo.
Pero YO está embalado con la autoficción. Mientras ÉL prepara el desayuno, YO dirige y edita: “¡Los personajes hablan con frases LIMPIAS!”, sentencia desesperado por controlar el discurso de ÉL, que se va de registro, de tono, de tema. ÉL desafía constantemente a YO, lo chicanea por no animarse a gastarse, a romperse, a escribir cosas que le gusten. Ambos son arrogantes, pero de manera distinta. Lo vemos en el lenguaje corporal de cada uno: vemos la arrogancia intelectual de YO cuando Suñé proyecta la voz y abre el pecho para declamar sus ideas; vemos la arrogancia física en ÉL en cómo Bertín se planta con las piernas separadas y la mirada desafiante dirigida hacia arriba, a Suñé.
La tensión entre los dos explota cuando se da a conocer “el hecho contundente”. A partir de ahí la obra se rasga violentamente en dos: la tragedia más cruda y la parodia más camp (con unos números de baile que nos recuerdan a la explosión de energía de Taco gastado, de la que Suñé es director artístico). Pero como cuando pasa un tornado, todo se mezcla. La ficción y la vida, la vida y la muerte, la muerte y el fin. No seguimos porque no queremos spoilear. Lo único que nos queda es recomendarles que vayan a ver Una obra para mí: una obra neurótica, caliente, delirante y con mucho, mucho corazón.
Ficha técnico artística
Dramaturgia: Sebastián Suñé
Dirección: María Lía Bagnoli, Sebastián Suñé
Actúan: Francisco Bertín, Sebastián Suñé
Vestuario: Laura Staffolani
Diseño de luces: Alejandro Le Roux
Realización de vestuario: Odra Drag
Teaser: Roma Alejo Bazzi
Música original: Juan Pablo Schapira
Proyecciones: Lucas Santa Ana
Stage Manager: Francisco Cottet
Fotografía: Nacho Lunadei
Diseño gráfico: Marina Alvarez
Asistencia de dirección: Vanina Cavallito
Prensa: Soy Prensa
Producción ejecutiva: Rocío Gómez Cantero
Coreografía: Valeria Narvaez