En este biodrama de Lola Arias, seis jóvenes nacidos entre 1972 y 1983 (en plena dictadura militar) cuentan la historia de sus padres. Se trata de un espectáculo que exaspera las fronteras entre la vida y el arte, ya que los protagonistas hablan de sí mismos: no son  actores sino “performers”, que a través de cartas, fotos, ropa, desnudan su propia vida e  intentan reconstruir la de sus padres.

La pieza nace en el marco del Ciclo Biodramas, creado por Vivi Tellasen el año 2001.  La premisa del proyecto es que todos los seres humanos somos portadores de historias, y su consecuencia son producciones basadas en la vida de una persona viva, que incluso puede asistir a la representación de su propia historia.

En Mi vida después, las personas-personajes son hijos de la dictadura: Carla Crespo es hija de un militante del ERP asesinado; Liza Casullo es hija de los intelectuales Nicolás Casullo y Ana Amado, exiliados en Méjico durante el Proceso de Reorganización Nacional; Mariano Speratti es hijo de un corredor de autos y militante peronista; Vanina Falco es la hija del oficial apropiador de Juan Cabandié, Pablo Lugones  es hijo de un empleado bancario cuyo banco fue intervenido por los militares, Blas Arrese Igor es hijo de un cura (era seminarista entonces y tenía prohibido afiliarse a un partido político).

Según Lola Arias:

Siempre se dice que los directores tratan de que los actores produzcan un estado emocional. En los ensayos, yo trataba lo contrario. Proponía entrenamientos para no llorar, para no quebrarse. Era muy importante que ellos tuvieran cierta distancia para que miraran su vida como si fuera la de otros, porque si no la obra iba a ser un acto catártico, lacrimógeno y patético.  

Liza Casullo muestra a sus padres.

La experiencia de la pieza es particular. Porque el espectador está al tanto de la intimidad del asunto con quien lo cuenta. Porque el asunto lo interpela brutalmente (la dictadura militar es un tema que nos acecha y nos sigue planteando preguntas que no sabemos responder). Y porque la obra es una empresa imposible. Los protagonistas son operadores de fragmentos: cartas, ropa, anécdotas, incluso mascotas y expedientes judiciales, son pedazos con los que intentan componer padres y madres, fragmentos que aspiran a reunir una razón de ser y estar pero que son, cruel, cruda y precisamente, lo opuesto: índices de ausencia de una vida que ya no está y que no va a volver.

– Mi papá murió a los 26 años. Cuando cumplí 27, me dije: ya soy más vieja que mi papá (Carla Crespo)

Contar el cuento no se puede.

 

Ficha técnico artística

Dramaturgia: Lola Arias

Actúan: Blas Arrese Igor, Liza Casullo, Carla Crespo, Vanina Falco, Pablo Lugones, Mariano Speratti, Moreno Speratti da Cunha

Vestuario: Jazmín Berakha

Escenografía: Ariel Vaccaro

Iluminación: Gonzalo Córdova

Video: Marcos Medici

Música: Ulises Conti

Asesoramiento histórico: Gonzalo Aguilar

Prensa: Daniel Franco, Paula Simkin

Colaboración autoral: Blas Arrese Igor, Liza Casullo, Carla Crespo, Vanina Falco, Pablo Lugones, Mariano Speratti, Moreno Speratti da Cunha

Colaboración musical: Lola Arias, Liza Casullo

Dramaturgista: Sofia Medici

Coreografía: Luciana Acuña

Dirección: Lola Arias

 

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