Este es el tipo de obra en la que se ofrecen shots de whisky antes de entrar a la sala, forma más que atinada de ingresar al universo de Fernanda Rosetti (alter ego de Fernanda Laguna), una profesora de literatura ligeramente alcohólica que pasa de un amor no correspondido a otro. Fernanda usa un sobretodo beige encima de una blusa negra, tiene el pelo despeinado y los labios pintados de rojo. Hay un dejo de seducción en su rostro. Al comienzo, habla con voz rasposa y sensual al costado del escenario oscuro, como si recitara versos en un slam de poesía.

Fernanda se tira una y otra vez a la pileta, tiene un hambre voraz por vivir, quiere escribir una nouvelle, enamorarse, escapar de su vida monótona, encontrar algo más real que su realidad. Me encantaría que gustes de mí es un monólogo-tsunami, una obra que arrasa al público con la fuerza de una corriente turbulenta. Fernanda está en el centro del cataclismo: mientras más se esfuerza por nadar, más rápido se hunde.

La obra está basada en textos de Fernanda Laguna, escritora, artista visual y poeta argentina. La adaptación fue realizada por Luciana Mastromauro y Sol Fernández López, quien también es la protagonista. La obra es un fluir de la consciencia exteriorizado, un relato en primera persona de una vida que se cae a pedazos y que, al mismo tiempo, intenta reconstruirse. El monólogo combina los pensamientos, sueños, deseos y fracasos de Fernanda, donde por momentos lo dramático parece cómico y lo cómico se torna dramático, porque lo que sigue después después de reírse de las propias tragedias es el silencio. La intensidad del monólogo está amplificada por un paisaje sonoro líquido compuesto por sonidos de agua e interferencias, realizado por Carmen Baliero.

La puesta en escena es simple: hay una silla y tres paneles con un empapelado de flores muy noventas color rosa y celeste claro, como si fuera la casa de una pareja de abuelos. El espacio doméstico también se convierte en colegio, peluquería, calle y heladería. La obra no necesita romper la cuarta pared porque quiebra la primera de manera literal, cuando la actriz abre una puerta del escenario que no parecía real. El detrás de escena pasa a formar parte del universo de la obra, en un gesto más rupturista que el procedimiento de dirigirse a les espectadores.

A lo largo del monólogo, Fernanda se sumerge en amores (o en su posibilidad), en encuentros fortuitos en una peluquería, en intercambios con sus alumnos adolescentes que no tienen ganas de escuchar ni de escribir, y en reflexiones sobre una caja misteriosa que alguien deja en el pasillo de su edificio, como una promesa. La actriz también es habitada por otras voces, como la voz colectiva de sus alumnos y la de la peluquera con nombre exótico que la rechaza.

La actuación de Sol es de entrega absoluta, es sincera, dramática y exagerada a la vez, con elementos del teatro físico y del clown. En su cuerpo se materializan los conflictos internos de la protagonista; está poseído por el amor, el odio, el tedio y, sobre todo, el deseo. Un deseo que si bien pasa por los cuerpos ajenos, en el fondo parece ser un deseo de sí misma, de ser otra, o una versión de sí que se parezca más a la que tiene en su cabeza. La facilidad con la que se pasa de la risa al drama invita a ver el lado tragicómico de la vida, que quizás sea el más verdadero, el más auténtico.

En Me encantaría que gustes de mí, Fernanda habita un estado de completa vulnerabilidad que es imposible de esconder. Es muy fácil conectar con ella, con esa sensación de estar un poco (bastante) rotas, con el deseo de encontrar, finalmente, el amor, de dejar de estar siempre buscando algo. Es fácil identificarse con un personaje que siente que la vida a veces se la lleva por delante. ¿Quién nunca pensó, no una sino probablemente muchas veces, “me encantaría que gustes de mí”? ¿Y quién se animó a decirlo?