Reseña
50'

Mírame aquí, pequeña, miserable,
Todo dolor me vence, todo sueño;
Mar, dame, dame el inefable empeño
De tornarme soberbia, inalcanzable.
—Alfonsina Storni

Esta es una obra sobre la poesía, sobre dos amigas que adoran tanto a Alfonsina Storni que la transforman en un verbo (“alfonsinear”) e improvisan versos sobre la soledad y la muerte. Las oceánicas transcurre en un cuarto de hotel de Mar del Plata, pero nunca se ve el mar. Se lo nombra varias veces, se habla de qué hermoso sería ver cómo estallan las olas contra la arena de noche, cuando no hay nadie cerca. Las amigas fueron a la costa para asistir a un festival de poesía donde van a recibir un premio por sus versos. A lo largo de la puesta, se construye un microuniverso colmado por libros, frases provocadoras, ideales que parecen incorruptibles, deseos e inseguridades que las desbordan.

Las oceánicas quizás deba su nombre al deseo de ver el mar y a la muerte trágica de Alfonsina, a esa fascinación que provoca todo lo que está lejos y parece inalcanzable, como la vida adulta o el futuro. La escenografía parece, más que un típico cuarto de hotel, la habitación de una de las protagonistas: hay paneles negros pintarrajeados en blanco, una cama de dos plazas, muchas lámparas, adornos —como un delfín de plástico que cambia de color—, pilas y pilas de libros de Storni, Irving Wallace y Marcel Proust, y todo está bañado en una luz violeta. El texto fue escrito por Lucila Rubinstein y la directora es Manuela Méndez.

Las protagonistas tienen personalidades muy distintas, casi opuestas: Muriel, interpretada por Delfina Colombo, es verborrágica, atrevida, sociable y siempre dice lo que está pensando; Milne, en la piel de Stephanie Troyano, es una chica silenciosa y desconfiada que casi nunca sonríe. Las diferencias entre las dos provocan choques que se intensifican cuando Muriel invita a un empleado del hotel, Guillermo (interpretado por Fabián Carrasco) a comer con ellas en el cuarto.

La obra toma vuelo con la aparición de este personaje y la dinámica se agiliza; Guillermo es un pibe nacido en Mar del Plata que dice ser surfista y estar harto de su vida monótona. Hay una tensión sexual que emerge entre les personajes, así como una competencia entre las dos amigas —más por parte de Muriel, que quiere quedarse con Guillermo a toda costa—. Emergen la envidia, la seducción y, siempre, la poesía como forma de relacionarse con otres. La tensión erótica crece como una ola que, de a poco, se hace gigante. Pero al final, el personaje de Guillermo parece haber sido una excusa para que las dos protagonistas se acerquen.

Esta es una obra sobre el poder de las palabras, sobre cómo la poesía puede volverse refugio, arma y escudo. Trata sobre crecer, sobre la transición de la adolescencia a la adultez, de cuando todavía sostenemos ideales como estandartes, de cuando todavía estamos convencidas de que lo sabemos todo y de que nadie puede hacernos cambiar de opinión. Las palabras de las poetas se convierten en la única forma de decir lo que una realmente siente, como si con las propias no alcanzara, o fueran demasiado íntimas, demasiado verdaderas.

Ver Las oceánicas se siente como acercarse a la orilla de una playa y observar la marea. La dinámica cambiante que se genera entre los personajes se parece al agua que avanza, tímida, hacia adelante, y que, segundos después, se asusta y regresa. Una obra bella, vital y movediza sobre animarse a mojar los pies en el mar.

Ficha técnico artística

Dirección: Manuela Méndez

Dramaturgia: Lucila Rubinstein

Actuación: Delfina Colombo, Stephanie Troiano, Fabián Carrasco

Diseño espacial y de vestuario: Martina Nosetto

Diseño de iluminación: Jessica Tortul

Ilustración: Laura Carrasco

Diseño gráfico: Clara Colombo

Fotografía: Ana Schmukler

Producción general: Las Martas

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