¿De qué maneras se transita un duelo? ¿Cómo se vive la muerte de un amigo cercano, de un padre o de un hijo? ¿Qué se hace con todo ese dolor y con toda esa alegría y con los secretos que solo compartíamos con esa persona? ¿Un duelo es lineal, o en realidad es una espiral interminable con distintas intensidades, un “tiempo sin su fluir”, como dice el título del libro de Denise Riley? ¿La distancia también puede ser una especie de duelo? ¿Para qué sirve la ficción y qué relación tiene con la vida?
Estas son algunas de las preguntas que se hacen los personajes de La vida sin ficción, una obra escrita y dirigida por Francisco Lumerman, protagonizada por él, Rosario Varela y Esteban Masturini. Hay tres historias que se entrecruzan sobre vínculos, fantasmas y familias. La primera trata sobre la relación entre tres amigos de la adolescencia que se reencuentran a causa de la enfermedad de uno de ellos; intentan hacer todo lo posible para aprovechar el tiempo que les queda juntos. En la segunda, una hermana se reencuentra con su hermano discapacitado después de negarse a verlo por cinco años. Hay planteos, reclamos, humor negro y verdades incómodas. En la última, un hombre solitario se va a la cabaña donde murió su papá para escribir una obra de teatro y, también, para sentirse un poco más cerca de él.
El hilo conductor de estas historias, además de la temática, es un libro llamado La vida sin ficción. Los tres amigos lo encontraron de casualidad en su adolescencia y les pareció fascinante; trata sobre un mundo donde no existen la ficción ni la mentira. Resulta que el autor desconocido era el padre del hombre que se va a la cabaña, que muere antes de poder terminar el libro. Además, la hermana de la segunda historia estaba actuando en una película basada en el libro.
La puesta en escena es simple y efectiva: se usan paneles que hacen de escenografía donde se proyectan videos y textos para transformar el escenario en un departamento, en un boliche europeo y en una cabaña en medio de la naturaleza. Las transiciones funcionan de forma orgánica y los actores van cambiando de personaje con fluidez. Las actuaciones son sólidas y realistas. Uno de los personajes más logrados es el hermano en silla de ruedas interpretado por Lumerman: provoca ternura, complicidad y risas a causa de su humor negro, su forma híperdirecta de decir las cosas y su enojo.
Si bien la temática de la obra es fuerte, está lejos de ser un bajón. Hay canciones, humor y momentos luminosos. También, obviamente, hay tristeza, rencor, soledad. Es una obra que emociona y enternece, que trata a la muerte de una forma sincera pero también vital. Los personajes están movilizados, interpelados por sentimientos demasiado grandes y demasiado difíciles de poner en palabras. En todas las historias, la ficción aparece como algo que une a las personas, como algo que salva o mantiene vivos a los otros. Está claro que la vida sin ficción no existe, o si existiera, no sería una vida que me interesaría habitar.
Ficha técnico artística
Dramaturgia y dirección: Francisco Lumerman
Actúan: Francisco Lumerman, Esteban Masturini, Rosario Varela
Movimiento: Manuel Attwell
Vestuario: Betiana Temkin
Escenografía: Micaela Sleigh
Iluminación: Ricardo Sica
Dirección de actores: Jorge Eiro
Realización de vestuario: Florencia M. Tutusaus
Audiovisuales: Nadia Benedicto
Música original: Agustín Lumerman
Diseño 3D: Mantrixa
Fotografía: Laura Mastroscello
Diseño gráfico: Laura Tavacca
Asistencia de escenografía: Guadalupe Borrajo
Asistencia de dirección: Manon Minetti
Prensa: Carolina Alfonso
Producción ejecutiva: Zoilo Garcés