Reseña
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“Lo que verán en la obra no es real. O quizás sí, nunca lo sabremos. Verán el estado de inconsciencia del sujeto golpeado o su alma sumergiéndose en distintos cuerpos. Siendo testigo de su muerte, de su nacimiento. Por las bambalinas de la vida. Observando el flujo vital. El corazón del mundo”, advierte Lautaro Delgado Tymruk, el director de la obra.

El corazón del mundo pone en escena la experiencia de un hombre que está a punto de morirse, un hombre al que le dieron un palazo y ve pasar la vida delante de sus ojos —ve pasar no una sino varias vidas delante de sus ojos—. Se recrean nacimientos, infancias y muertes, propias y ajenas. Lo vemos de bebé, el día en el que nace, él de chico, robando plata de la billetera de su mamá y de las amigas de su mamá, él de adulto, obsesionado con una campera roja hecha del mismo material que los paracaídas; él de viejo, muriéndose mientras abraza a una almohada y piensa en todas las mujeres que abrazó antes, en todo el tiempo que pasó desde que abrazó a alguien por última vez. Pero el protagonista sin nombre también es (o fue) una nena china que fuma cuarenta cigarrillos por día y es adicta a la cerveza. Es muchas personas diferentes y vive cientos de vidas a la vez. Y ninguna de esas vidas es menos “real” que las otras. El protagonista —que en realidad son tres— me hace recuerda a Rimbaud, el poeta francés del siglo XIX que escribió “Yo es otro”

El escenario está vacío, las luces son tenues y casi todo está en penumbras. El espacio escénico podría ser una materialización del inconsciente. Siento que estoy suspendida en el medio de la nada, flotando. De vez en cuando hay efectos sonoros sutiles, ruidos metálicos, interferencias. Casi no hay escenografía; un vidrio rectangular ocupa gran parte del escenario. Ahí es donde pasan los fantasmas. Ahí es donde, literalmente, ocurre la magia. 

En el vidrio se proyectan imágenes de los actores-fantasma usando un efecto parecido al holograma. Se llama “Pepper’s Ghost” o “Fantasma de Pepper”, por su creador, John Henry Pepper, y se usaba en espectáculos de magia, en teatros y cines del siglo XIX. Es un truco que permite crear apariciones de personas a través de un sistema de reflejos, y se dice que en realidad fue inventado en el siglo XVI, por el filósofo y alquimista Giovanni Battista della Porta. 

En la obra, los actores son espectros en blanco y negro, apariciones. Lautaro Delgado Tymruk dice que El corazón del mundo es teatro fantasmal; está hecho de ausencias, de imágenes fugaces. El efecto “Pepper’s Ghost” es anterior al holograma; no es un recurso que imita a la perfección el cuerpo humano sino que las imágenes están difuminadas y son imprecisas. Es una decisión deliberada de mostrar el artificio, el as bajo la manga.

El texto fue escrito por Santiago Loza, dramaturgo, guionista y director de cine argentino. Santiago y Lautaro se conocieron estudiando la carrera de Dramaturgia en la EMAD y se hicieron amigos. Santiago le ofreció el texto a Lautaro y le dijo algo así como “hacé lo que quieras, confío en vos”, y no participó de la puesta. En una entrevista Lautaro contó que, cuando Santiago vio la obra por primera vez, no lo podía creer.  

Hay actores de carne y hueso en escena y más de 40 actores-fantasma. Los de carne y hueso son tres: Lautaro Delgado Tymruk, el director, William Prociuk y Ezequiel Rodriguez. Usan trajes negros casi idénticos y los tres interpretan al mismo personaje, o a distintas versiones del mismo personaje. Los actores de carne y hueso y los actores-fantasma no habitan dimensiones separadas; interactúan entre sí. Las imágenes holográficas se superponen con los cuerpos de los actores reales. Una mujer fantasma le ofrece un labial al protagonista para que bese la tumba de Oscar Wilde; el actor en escena extiende la mano hacia el espectro y, un segundo después, un labial real aparece en su palma.

Justamente, hay una sincronización híper cuidada entre las dimensiones que componen la obra; nunca se está del todo dentro de una ni de la otra. El corazón del mundo habita ese lugar fronterizo, ese punto donde la realidad se empieza a quebrar y surge algo completamente nuevo, algo que deja a los espectadores con la boca abierta, sintiéndose como nenes en un show de magia que no pueden creer lo que están viendo y tratan adivinar cómo hizo el mago para sacar un conejo de la galera. 

Lautaro dijo: Quise generar una obra de umbrales, donde pueda verse una constelación de dimensiones; donde los actores puedan entrar y salir de cuerpos”. El corazón del mundo transcurre en el cruce entre la dimensión “real” (los personajes de carne y hueso) y la virtual (los fantasmas). Nada es estable; hay un pasado, un presente y un futuro que se mezclan al punto que ya no importa cuál es cuál. 

Por otro lado, en la puesta se usan muchos recursos cinematográficos. Hay fantasmas en primer plano, las escenas son breves y autoconclusivas, hay condensación narrativa y una manipulación del tiempo y del espacio característica del cine: los personajes pueden habitar dos lugares al mismo tiempo y viajar al pasado estando en el presente. Estos recursos refuerzan el cruce entre las distintas dimensiones de la obra y hacen que sea más difícil separarlas.

La obra muestra que yo es siempre otro, que contenemos multitudes, como escribió Walt Whitman. Que si escarbamos muy adentro nuestro vamos a darnos cuenta de que estamos hechos de ausencias, de fantasmas: somos esos que no fuimos y las cosas que no hicimos. En esta obra vemos las tragedias, los momentos insignificantes, los encuentros, separaciones y muertes. Todo está al mismo nivel, todo es efímero y se desvanece en el aire. 

El corazón del mundo es una obra sobre la muerte que habla mucho sobre la vida, porque en definitiva la única forma que tenemos de hablar sobre la muerte es hablar sobre la vida. La obra muestra todo lo ridículo, lo insignificante, lo especial y bizarro de estar vivos en este planeta. Cuando terminó la función me quedé pensando en dónde está, qué es y cómo encontrar el corazón del mundo. 

Ficha técnico artística

Dirección: Lautaro Delgado Tymruk

Dramaturgia: Santiago Loza

Actuación: Lautaro Delgado Tymruk, William Prociuk, Ezequiel Rodriguez

Actuación en video: Simón Avila Muñoz, Anabella Bacigalupo, Sophia Beretta Delgado, Arlene Campbell, Juliana Capparelli, María Cristina Cernuda, Abigail Cohen, Gabo Correa, Micaela Cortina, Magdalena Del Mar Rodriguez, Facundo Delgado, Matias Delgado, Natacha Delgado, Mercedes Domínguez, Juan Marcelo Duarte, Diego Gentile, Juan Pablo Gómez, Nicolás Herzog, Eliana Kern, Maya Kim, Felicitas Luna, Armenia Martinez, Gustavo Martínez, Jose Mehrez, Florencia Méngoli, Sang Min Lee, Alberto Moccia, Filiberto Mugnani, Lorena Muñoz, Alberto Navarro, Silvia Oleksikiw, Violeta Palukas, Manuel Pandelo, Deborah Petersen, Jorge Prado, Jerónimo Prieto, Javier Puebla, Adrian Pugach, Brenda Pugach, Corina Romero, Celeste Silanes, Alejandro Star, Chang Sung Kim, Alicia Tymruk, Susana Varela

Escenografía: Abigail Cohen

Gaffer: Jerónimo Prieto

Diseño de luces: Ricardo Sica

Diseño audiovisual: Paula Coton, Sebastián Capparelli

Música: Marco Bailo

Producción musical y mezcla: Estudio Templo Limón

Asistente de dirección: Violeta Palukas

Escenografía: Cristian Matías Amaya

Asistentes de arte visual: Arlene Campbell, Juliana Capparelli

Asistente audiovisual: Violeta Palukas

Asesoramiento coreográfico: Margarita Molfino

Dirección de video: Lautaro Delgado Tymruk

Dirección de arte en video: Abigail Cohen

Dirección de fotografía en video: Leonardo Pazos

Diseño gráfico: Carolina Mas

Prensa: Luciana Zylberberg

Producción: Felicitas Luna

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