Una mujer que pasa sus días encerrada en una casa de campo, esperando la llegada de un hombre. Tiene el cuerpo tenso, compacto y encorvado por los años de miedo y pasividad. Lo animal se apodera de todo su ser: la mujer cuenta su historia mientras se arrastra en cuatro patas, gruñe, grita y muestra los dientes. Quiere convertirse en una mujer-fiera. Quiere atacar, arrancarle los ojos al hombre. Devorarlo entero. 

Como vaca mirando un tren fue escrita y dirigida por Natalia Villamil y está protagonizada por Laura Nevole. Es un monólogo de una mujer que tiene el cuerpo atravesado por una violencia que se sugiere pero nunca se termina de explicitar; es una violencia que se percibe en su forma de moverse, en las elipsis, en el temblor de su voz y en sus ojos llorosos. Ningún personaje tiene nombre (no lo necesitan, ya abandonaron el territorio de lo humano) y los hombres son osos o gatos, siempre al acecho. 

La escenografía está compuesta por una superficie blanca que hace de casa: es una representación vacía e inhóspita que refuerza la artificialidad de la puesta. La casa está pegada a una red de alambre y a un pasto verde aguado, el terreno de la vaca enjaulada. La mujer mira a través de la ventana y la vaca mira a través del alambre: no hay diferencia entre espacio doméstico y jaula.

De manera similar a Trópico del Plata, dirigida por Rubén Sabadini y también protagonizada por Laura Nevole, en esta obra hay un relato en primera persona sobre un vínculo condicionado por el amor y el odio, el deseo, el miedo y el poder. Lo más destacado es la actuación de la protagonista, en especial cómo su cuerpo y voz transmiten más de lo que cualquier palabra podría expresar, cómo el terror tensa sus músculos y hace surgir, en esa misma piel, a una criatura feroz con deseos de venganza.

En Como vaca mirando un tren el lado animal de los seres humanos irrumpe de golpe, una fuerza ancestral imposible de frenar.