Reseña
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Un grupo de nenas arma una guerrilla en un hospital del conurbano. Un grupo de nenas se cansa de estar ultra-medicado sin explicación y toma las armas. Un grupo de nenas recibe un tratamiento extremo y le devuelve al mundo, corte vómito, lo que este le dio. Nenas returns clonazepam. Ya sé, está mal escrito, es solo una referencia a una de las performances más fuertes y disidentes del siglo XX. Hablo de Pedro Lemebel, el poeta de los marginados xxx. La reina de los descamisados. Que usaba tacos para cruzar la autopista y se prendía fuego, fuego, fuego, literal, para contar una realidad. Algo de todo eso me resuena ahora, con Ametralladora, pero en forma de ficción. ¿Como nos presentamos en el mundo no es, acaso, una ficción? ¿Y que la ficción nos permita entender ciertas realidades no es, acaso, algo performático?

Nico Goldschmidt interpreta a una de esas nenas, la única en escena, y es nuestra yegua vengativa, justiciera, la que encabeza toda esta locura rosa. ¿Locura? Sí, porque la locura asusta y es riesgo, imposible de ubicar y, aún hoy, de contener. Nico Goldschmidt tiene un cuerpo de ensueño (sigan leyendo, no es solo cosificación) porque con él hace unas cosas hermosas: deslizarse en forma etérea por la sala del Teatro Callejón, lucir un outfit bien noventero de esos que te dan ternura y un poco de asco, usar la voz y desdoblarla, dar vida a otros cuerpos ausentes, mover el pelo como si fuera tu Rodrigo, tu Daniel Agostini, pero en el espíritu de una nena, una hermana mayor, asustada y envalentonada, atravesando el apocalipsis. 

Sí, todo eso y más. Las caderas de Nico Goldschmidt se mueven y casi casi que pienso en Sandro, pero el relato (un texto hermoso y duro de Laura Sbdar, como las flores del mal, una rosa con espinas) le asiste de cirujano o de compañero y se mixean, mashupean, y viajan a habitar las zonas grises del conurbano donde descansan los cuerpos que no tienen justicia. No tienen historia porque no hay palabras para narrarlos, sus protagonistas tienen un hilo de voz y muchas veces no hay quien se anime a contar por ellos. 

Esta obra es cortita, como el café cubano: oscuro, fuerte y dulce. Al toque. Para aprender de golpe. Es un trip: es tomarle la mano a este actorazo y atravesar la ruta, ahuyentar el humo, tomar el volante, sacarse la anestesia, soltarse el pelo, arrastrarse en cuatro por un lugar inhóspito y reclutar soldados. Las soldados del fin del mundo. Las guerrilleras del amor.  

Ficha técnico artística

Dramaturgia y dirección: Laura Sbdar
Actuación: Nicolás Goldschmidt
Escenografía y vestuario: Pía Drugueri
Iluminación: Matías Sendón
Diseño de sonido: Franco Calluso
Diseño gráfico: Agustín Obregón
Fotografía: Violeta Capasso
Prensa: Mutuverría PR
Diseño de movimientos: Flor Piterman
Asistente de dirección: Elisa Carli
Producción: Tamara Belenky

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