Activar una ciudad, habitar espacios
El Festival de Teatro de Rafaela, se sabe, es uno de los festivales más importantes del país. No solo por cómo se instaló y se mantuvo con un crecimiento sostenido en la ciudad, sino también por la recibida y el trato a les participantes, por el trabajo de producción que hace que cada obra brille, tenga el montaje justo y los requerimientos necesarios para su desarrollo, y por una programación que, año tras año, nos hace pensar en las formas posibles de las artes escénicas y los debates que se pueden plantear a través de distintos lenguajes artísticos. El resultado: una semana de propuestas diferentes y hermosas de distintas partes del país, el encuentro entre trabajadores de la cultura, de los medios y de las artes, el intercambio que aboga, justamente, por aquel crecimiento. Ahora bien, ¿qué pasó, hasta ahora, en la edición número 18? Acá les contamos.
Infancias felices
La programación del festi para infancias es realmente un lujo y, por suerte, muchas de esas obras las podemos encontrar en Buenos Aires en lugares como Tecnópolis, el Centro Cultural Kirchner o en salas independientes. Desde Villa Ballester llegó Mundo Bilina de Cristian Palacios con dirección de Omar Álvarez y Micaela Picarelli. ¡Queremos que todes les niñes la vean para tener una infancia feliz! En esta obra, Bilina es fanática de los monstruos y como toda buena muchacha se construye uno a la medida de sus intereses para combatir al mundo. A través del cuco, Bilina nos muestra una mirada muy certera sobre las relaciones, sobre las presiones sociales y las instituciones, sobre el adultocentrismo y, por supuesto, sobre los sueños y los anhelos de las niñeces, todos válidos.
En el universo de los títeres, aterrizó en Rafaela la obra El vuelo de Basilio basada en el cuento Ad Astra de Haroldo Conti, dirigida por Fedra García e interpretada por Flor Sartelli y Miguen Vigna. Dos hermanos ven como Basilio intenta volar y deciden ayudarlo a concretar su proyecto armando unas alas. Una obra que rescata un sueño perdido de todas y todos, que juega con lo que se puede hacer y nos saca de la cabeza lo probable. Les intérpretes transmiten ternura a sus personajes y nos llevan de paseo por las fantasías y gustos de la infancia. Esta obra se puede ver en El Centro Cultural de la Cooperación, en CABA, los fines de semana.
La otra que nos encantó fue Tiburón XXL dirigida por Ulises Bechis y llevada a cabo por la compañía La Gorda Azul con les intérpretes Elías Alberto, María Soledad Almirón y Julián Bruno. En un teatro repleto de niñes, amigues y familias, apareció una playa, con olas y animales del mar. Este grupo tiene todo lo que queremos: humor, carisma e imaginaciones soñadas en donde se juegan perspectivas, sensaciones visuales y, sobre todo, se propone una vista activa del espectador. Un naúfrago, un guarda costero y dos amigas que se reencuentran en el mar, en la arena, en la panza de un tiburón. Esta obra se puede ver en el Circuito Cultural Barracas y en el Galpón de Catalinas en Buenos Aires, los viernes y los sábados a las 16.30 h. ¡No se la pierdan, porfa!
En el territorio abierto de las plazas, pudimos ver El aviador de Damián Costa que viajó desde Córdoba. Se trata de un hombre que piensa en un avión, lo construye junto al público y consigue hacer un vuelo. Sin embargo, las cosas se complican en el aire y su destino toma un rumbo aventurero. Damián es tierno y paciente, sensible a les niñes alrededor. Logra captar y sostener la atención de todes gracias a la historia que cuenta con su cara, su cuerpo, sus gestualidades y los elementos que trae a escena. Si van para Córdoba, pueden buscar qué está haciendo la Compañía Demian para ver un hermoso espectáculo.
Antiguos y modernos
Esta edición nos sorprendió con tres obras que ya conocemos en versiones que nos muestran que las posibilidades del teatro son infinitas. Incluso, diría que este festival es un espacio de formación en el sentido de que no solo podemos ver los proyectos montados sino que además podemos escuchar los procesos de creación de las propuestas gracias a las rondas de devoluciones. En estos espacios, que se realizan históricamente al día siguiente de la función oficial de las obras, elencos, directores, prensa, programadores, productores y público en general pueden encontrarse a hablar. En esta oportunidad, hubo tres obras clásica bien distintas. Decir sí de Griselda Gambaro por Paula Boero con Danilo Monge y Mariano Patania en donde se apostó a la construcción detallada de los dos personajes. Gracias al despliegue de sus intérpretes, y a las decisiones desde la dirección, sostuvieron la tensión propia del texto.
Ya sabíamos que Julieta Daga era una grosa pero en La Celestina, tragicomedia de Lita, lo confirmamos. En esta versión libre de David Piccotto del clásico de Fernando de Rojas, con una escenografía increíble de Santiago Pérez, aparece una payasa altamente receptiva, que pasa de la agonía al sostenimiento de la risa. Julieta Daga maneja la situación como una campeona, es bruja y abortera, es el personaje más solitario de la sala a la vez que advierte estar rodeada de gente. Trabaja con una ternura cero por ciento inocente y, gracia a dió, nos inyectó un amor por el teatro en cada segundo de la obra. Imperdible, gente, imperdible.
Hubo un Chejov que fue y no fue tal cosa. Gaviota por Guillermo Cacace, nos sumergió en una intimidad profunda en torno a una mesa con objetos azarosos y cotidianos. Las actrices Clarisa Korovsky, Marcela Guerty, Paula Fernández MBarak, Pilar Boyle y Romina Padoan nos hicieron ver la obra en imágenes, palabras visuales que salían de sus bocas mientras entramaban un drama familiar y vincular, espectral, sobre las pasiones. Un trabajo hecho con detalles, tiempo, escucha y miradas. Un resultado precioso.
El teatro es en todas partes
Entre los sellos distintivos del FTR se encuentra la convicción de que el teatro puede ocurrir en todos lados. Es así que Rafaela, año tras año, trae propuestas en espacios no tradicionales. Hablando claro: en lugares que no son salas de teatro. Este año, el proyecto Antivisita trajo la obra ANTIVISTA. Formas de entrar y salir de la ESMA que se realizó en el Archivo Histórico Municipal. Mariana Eva Pérez, Laura Kalauz y Miguel Algranti nos ofrecieron, muy generosamente, un dispositivo que nos permite repensar la historia, la memoria, el valor y la naturaleza del testimonio (y en particular su singularidad en los juicios de lesa humanidad), con una costado lúdico, abierto y fresco sobre lo que la Princesa Montenera llamaría “el temita” (sí, te amamos desde siempre Princesa Monto). Una propuesta que abre en Rafaela la posibilidad de hablar de la dictadura y sus consecuencias en un momento en que resulta francamente necesario frente a la avanzada de los cómplices del terrorismo de estado y del silencio.
De la mejor manera de Jorge Eiro, Federico Liss y David Rubinstein se mudó por un rato del Rodney a La Mula, otro bar mítico de la noche pero por esta zona santafecina. La calma de la ciudad a oscuras y los perros ladrando a lo lejos nos dieron un marco-otro: las palabras de los hermanos, machos, gitanos, tristes y acomplejados por la emocionalidad que los azota, retumbaron en una ciudad tradicional y tradicionalista. ¿Habrá habido algún espectador hombre que se sintiera identificado con esa manera barroca y desbordante de ser? Drama y talento de la mano de dos actorazos. Recuerden que a esta obra la pueden seguir viendo en CABA, los sábados y domingos en el Rodney Bar.
Finalmente, la obra Invocación al futuro de Paula Baró y Florencia De Giacomi con Antonella Querzoli y Guillermina Etkin nos llevó a habitar e interactuar con la Biblioteca Sarmiento, un espacio lleno de vitrinas, libros y estanterías de madera. La casualidad del libro que una elige y la materialidad del papel, del lomo y de los autores dormidos que despiertan cuando son nombrados construyó una tarde de encuentros.
¿Vieron qué zarpado todo lo que puede pasar en una semana en Rafaela? En un rato les contamos cómo siguió…