En su 3ra edición, el Encuentro Latinoamericano de Teatro Independiente (ELTI) nos trajo puro arte teatral. Con el sello de distintas culturas pero con una misma intención: el intercambio. Y en este intercambio de identidades, vivencias y por sobre todo teatro, pudimos disfrutar de grandes obras que oficiaron de emblema de cada país, y que nos permitieron repensar la cuestión de la memoria y las fronteras, dos temas que nunca se oxidan y que en los tiempos que corren resuenan aún con más fuerza.
El grupo teatral UmaMinga (nombre compuesto por dos palabras del quechua que condesan la idea de espíritu de trabajo comunitario) fundado por Verónica López Olivera, Maite Velo, Gabriela Julis, Ignacio Masjuan y Florencia Suarez Bignoli, artistas formados en Andamio ’90 y Timbre 4, es el encargado de organizar el encuentro. Este año, además, se realizó una co-gestion con el Centro Cultural Kirchner dentro del marco del Corredor latinoamericano, que incluyó el también el Festival de Pirologías y Danza Urbana.
El ELTI llevó a la práctica ese espíritu de tarea colectiva, al que hacen honor con su nombre y con las variadas y eclécticas propuestas que, además de obras internacionales de calidad, brindó Talleres, Música, Campeonato de Creación, Muestra fotográfica, Libro encontrado (colocaron libros en distintos lugares -debajo de la butaca, en los baños, en la calle- con un prólogo que dice algo así como “léeme y luego déjalo en otro lugar para que alguien siga la posta”), Intervención Urbana, Cine Documental y hasta un Combinado Latinoamericano de Creación Escénica.
El día de la apertura la ciudad de Buenos Aires sufría cortes de luz por distintos barrios, lo que obligó a las organizadores del festival a improvisar sobre la marcha y mudar de sede los espectáculos programados. Como gente de teatro independiente, esto no embarró la cancha y todo salió de maravillas. La Monstruosa y Vírgenes y Diosas nos deleitaron en la sede de Andamio ’90. Allí hablamos con el Director Ejecutivo del Instituto Nacional del Teatro:
“El CCK se plantea como una usina de intercambio cultural, un lugar donde se acercan las distintas vertientes de las disciplinas artísticas, para exponerse e intercambiar. La idea es acompañar las nuevas voces en un encuentro latinoamericano de teatro independiente, donde distintos exponentes del continente se reúnen en un espacio de reflexión y de creación colectiva.
Este intercambio entre países genera la posibilidad de profundizar en la constitución de una identidad regional, que no se circunscribe solo al suelo de cada uno, sino a un idioma castellano, a una idea latina de pueblos originarios; una idea de estéticas que dialogan con tradiciones y tensiones que se encuentran en uno y otro territorio. Es un fenómeno que está presente, la construcción de redes entre festivales, entre equipos de gestión, que propician giras y se conectan generando entramados que conectan a su vez poéticas, saberes, lenguajes, estéticas produciendo una idea de identidad común”, dijo Guillermo Parodi.
A lo largo y ancho del festival, pudimos disfrutar de una programación muy interesante, con un profundo contenido artístico y compromiso social, haciendo anclaje en la memoria colectiva y en la identidad cultural. A modo de síntesis, te contamos dos de las obras que sobresalieron en la cartelera del festival:
Santa Cecilia (Cuba)
Una anciana, el fondo el mar y la historia de vida que recorre los 100 años de una nación y de una mujer que, desde la muerte no puede escapar al recuerdo. La palabra construye espacios, figuras, olores y sentimientos de manera magistral. La Santa Cecilia es cultura e historia de Cuba, mujer-emblema que por sobre todo quiere olvidar. La imaginación vuela y en ese escenario vacío, nos parecen flotar baúles y reliquias que quedaron suspendidas en el tiempo, como ella. Osvaldo Doimeadiós interpreta con el mayor de los virtuosismos a esta “Santa” que repasa su vida y sus recuerdos entre sabor a ron y despedidas.
Y estos recuerdos que sobreviven en ese naufragio emocional hacen posible un sinfín de emociones y sentimientos que atravesamos en cada imagen mental de sus años de vida. La nostalgia se torna protagonista en este recorrido, “los muertos no olvidamos” repite hasta el cansancio, en esa suerte de castigo eterno, Santa Cecilia debe repasar sus mayores alegrías y decepciones en cada despertar de ese submundo marino. Y nos quedamos con el sabor de que la resignación es la única opción posible frente al inevitable recuerdo.
Apuntes sobre la frontera (México)
En esta obra performática, la actriz Violeta Luna combina el efecto hipnótico de la proyección de video con objetos simbólicos y mucho cuerpo presente. Todo esto con la intención de derribar fronteras y denunciar la lucha que padece la comunidad latinoamericana en el “gringo país”. La puesta no tiene parlamento recitado, es pura representación y acción, intervención del propio cuerpo de la actriz que sugiere una proximidad con el espectador, para volverlo parte de esa denuncia, y hacerlo carne.
El despojo y la soledad, son algunas de las cuestiones que recorre esta propuesta. Las costumbres arraigadas, los pequeños altares cotidianos que cada inmigrante construye a su manera y a su necesidad. Una enorme rayuela que atraviesa el escenario simboliza el camino atravesado y el anhelo de conquistar el cielo. Esta propuesta se acerca al espectador, lo sacude de su pequeña silla y hasta le comparte un trozo de pan. Porque todos los que estamos del lado de acá, también nos podemos encontrar del lado de allá.
Verónica López Olivera y Maite Velo expresaron en cada oportunidad, su gratitud a los referentes culturales que las ayudaron a llevar a cabo el festival: Martín Glatsman , Ricardo Sassone, Sergio González Acosta, Roberto Cortizo, Alejandro Samek y Mauricio Kartún.
Qué mejor cierre que las palabras de las organizadoras, que en diálogo con Farsa Mag nos dijeron lo siguiente:
“El ELTI 2015 fue una semana de compartir, de admirarnos profundamente por el hacer, por el ser latinoamericanos donde las diferencias y similitudes se respetan y se celebran. La experiencia que se vive es mágica, cada artista que se sumerge a la aventura se va agradecido por el cuidado, el amor, la atención, y sobre todo por la cotidianidad y convivencia pocas veces propuesta en otros espacios. Donde artistas y espectadores se entrelazan en un intercambio honesto, borrando la frontera del que mira y hace, proponiendo cuestionarnos y mirar un poco más a quien tengo al lado.
Esta sigue siendo nuestra inquietud como Grupo UmaMinga: detenernos en un mismo tiempo y espacio, para reflexionar quienes somos, hacia dónde estamos yendo, qué estamos contando a partir de las diferentes disciplinas artísticas, haciendo memoria para seguir construyendo hacia adelante con amor y compromiso, desde lo que sabemos hacer: ACTUAR”
ELTI, un festival que brilló con luz propia. ¡Hasta la próxima!
Por Eugenia Kollmann y Florencia Aroldi.