El Confidencen, en Suecia, no es más que un establo remodelado por iniciativa de la reina Luisa en 1753. El nombre le viene de la “table à confidence”, es decir, una mesa que subía puesta y servida desde la cocina en el sótano por medio de una puerta trampa. Así, la familia real podía cenar sin que los sirvientes les escucharan los secretos. Tomá nota, Downton Abbey.
El teatro, una joyita rococó, quedó abandonado luego de la muerte del hijo de Luisa, el rey Gustavo III, que en 1792 fue fatalmente herido en un intento de asesinato durante un baile de máscaras en la Ópera Real de Estocolmo. Tomá nota, Hollywood.
Fue la cantante de ópera Kjerstin Dellert quien, casi dos siglos después, se obstinó en que el teatro debía ser restaurado, proyecto que se concretó a principios de los 80. Dellert escribió acerca de su primera visita al arruinado edificio en 1976: “Nos armamos con linternas y atravesamos la oscuridad y la nevada hasta el Confidencen. La Princesa Cristina abrió con una llave grande. Sentimos el hedor a mugre, humedad y basura. Entramos por las altas puertas de madera a lo que había sido el foyer del teatro… En el suelo se amontonaban tablas de madera, viejos bancos de iglesia, partes de paneles, cuadros tapados con cortinas, muebles, pájaros muertos y mesitas oxidadas. Había nieve en los alféizares… El auditorio era como un abismo negro”.