Especial desde Roma, Italia.
Pues los domingos parece ser el día para ir al teatro en Roma. En esta oportunidad la cita fue dentro del parque conocido como Villa Borghese en el centro de la ciudad. Allí se encuentra el Silvano Toti Globe Theathre, cuya dirección artística está a cargo del renombrado director y actor italiano Gigi Proietti. Este peculiar teatro isabelino fue inaugurado en el 2003, con motivo del centenario del Parque y gracias a la contribución de la Fundación Silvano Toti, en honor al mecenas y emprendedor italiano homónimo, se crea así el gemelaje virtual entre Roma y Londres. El respeto por el medio ambiente y la zona de alto valor histórico fueron los pilares en la construcción del teatro, cuyo material provino de bosques reforestados. La idea fue crear un espacio para honrar las tragedias y comedias isabelinas en una experiencia catártica rodeada por el sugestivo marco de Villa Borghese.
La adaptación de Marco Carniti de Otelo es pícara, irónica y rompe con la cuarta pared en diferentes momentos de la obra, lo cual le otorga aire y risa a esta tragedia shakespeariana, sin quitarle su intensidad. El mismo director dice “pienso hoy en Otelo como una tragedia totalmente moderna que explora un drama íntimo, familiar. Una historia de violencia que ocurre dentro de un ambiente doméstico” y así por momentos se percibe viendo a Desdémona (interpretada por Maria Chiara Centorami).
Carniti presenta a Otelo como una metáfora de la existencia humana y la destrucción de su identidad causada por el instinto animal, su parte oscura. Asimismo invita al público a descubrir el Otelo que todos llevamos dentro, esa oscuridad (yo lo llamaría inconsciente) que nos hace víctimas y artífices contemporáneamente de nuestra propia autodestrucción.
La escenografía está muy bien lograda, funcional y moderna, con materiales fríos como el hierro (interesante contraposición con la calidez de la madera), todos astutamente maniobrados por Iago, encargado de poner, sacar y acomodar la escenografía a su conveniencia, haciéndose ayudar por Rodrigo sin que éste se dé siquiera cuenta, mientras lo engaña con sus habladurías. Como también la elección de una escena cero, un prólogo, donde Iago (interpretado por Gianluigi Fogacci) ayuda a Otelo (Maurizio Donadoni) a maquillarse de negro las manos, mientras todos los personajes están sentados y en una suerte de presentación, se van retirando al ser digitados por él, cuales marionetas. Con esta imagen inicial, inconscientemente, queda grabado en la mente del público quien va a dirigir la batuta durante toda la obra.
Las interpretaciones de todo el elenco estuvieron a la altura y, junto al excepcional trabajo musical en escena de David Barittoni, sostuvieron la obra del inicio al final, creando una atmósfera que fue transformándose gradualmente hasta su culminación.
Así concluye otra velada de teatro italiano, esta vez le tocó al clásico, de forma vibrante, cuidando cada detalle y nuevamente la “frutillita del postre” se la otorga el lugar.