Desde que Leonard Cohen entró en mi vida que tengo deseos de escucharlo cantar una versión de My Funny Valentine. Es algo que me pasa a un nivel instintivo, me parece algo evidente, que esas dos cosas están hechas para juntarse: esa voz áspera y esa canción suave, me parece mentira que todo el universo no fuese una excusa para que él cante ese tema. Son cosas que claramente van juntas, como el queso fresco y el dulce de batata, los domingos y la familia, y el mate y las charlas con amigos. Encajan tan perfectamente que se las piensa como una entidad, más que la suma de sus partes.
Pero nunca pude ver mi deseo cumplido. El tipo nunca grabó el tema. Nunca pasó. Los planetas no se alinearon. La vida tiene esas cosas, esos momentos en los que hay que respirar, exhalar y seguir jugando. Hay que aceptar que uno no siempre puede conseguir lo que quiere.
Pero a veces sí. A veces nos toca vivir un momento en que eso que uno cree que sería genial que pase, pasa. Hoy nos toca uno de esos momentos. Hoy nos toca decir el 2 de agosto se estrena en el Maipo la versión argentina de ese hito de los musicales que fue y sigue siendo The Rocky Horror Show. Pero no nos quedamos ahí, porque también nos toca, por suerte, decir con alegría, con expectativa y largando un “vamos, carajo” equivalente a lo que a algunos les pasa cuando alguien patea una pelota adentro de un arco, que el mítico personaje del Dr. Frank N. Furter será interpretado por nada más y nada menos que la bestia de Roberto Peloni. Peloni, que supo hacer una gran versión del Sombrerero Loco de Lewis Carrol en Alicia en Frikiland y que también se comió el escenario en El Cabaret de los Hombres Perdidos y en La Parka, no es solo un gran actor, sino que es, en la modesta opinión de un servidor, la persona ideal para hacer el papel. Desde una cuestión física a una cuestión talento y experiencia, Peloni tiene todo para romperla como sólo él sabe en el contexto que sólo esta obra de culto puede brindarle. Demás está decir que ponemos una mano sobre la hornalla por este titán del género, que además de actor también se ha manejado con habilidad detrás de escena al ser parte de Random Creativos y uno de los directores de la escuela de teatro Border.
Y para los herejes que no vieron la película con Tim Curry y no saben de qué va todo esto y por qué estamos tan emocionados, la mano viene así: Brad y Janet (Walter Bruno y Sofía Ragnone) , la tierna y estereotípica parejita de muñecos de torta, está viajando a contarle al viejo profesor que los presentó que van a casarse y pinchan una goma. En medio de la ruta. De noche. Durante de una tormenta descomunal. Este es el contexto perfecto para que toquen timbre a pedir ayuda a la casa más bizarra posible. El resto de la historia es simplemente dar un salto a la izquierda, luego un paso a la derecha, apoyar las manos en las caderas, juntar las rodillas y… bueno, no quisiéramos arruinarles la experiencia.
Tal vez Leonard Cohen nunca grabe My Funny Valentine, pero que Roberto Peloni le haga justicia a Frank N. Furter es algo lindo de poder tachar de la lista de cosas que uno quisiera ver antes de morir.