El siglo XXI nos dejó un gran legado: posmodernismo, deconstrucción verbal, desencanto, formas abstractas, nihilismo, angustia y abandono. Sin embargo, hubo unos genios que supieron darle forma a toda esta mezcla de conceptos amargos y así crearon y flamearon la bandera del teatro del absurdo, entre ellos nuestro malhumorado preferido Harold Pinter.
Son varias las obras que lo consagraron al inglés como uno de los mejores dramaturgos de su época, pero hay una que reluce más que todas las demás por haber sido llevada al cine de la mano de Jeremy Irons y no es nada menos que Traición. Esta es una obra que viaja en el tiempo hacia atrás y que cuenta la historia de tres personajes enlazados entre sí por donde se los mire. Jerry y Emma son amantes, Emma es la esposa de Robert, Robert es el mejor amigo de Jerry, Jerry está casado con Judith, Judith es amiga de Emma, todos son amigos de Casey, Casey también es amante de Emma. La historia es simple, trivial y redonda, pero lo que hace a Traición una pieza única es la capacidad del autor de manejar esos diálogos inundados en silencios que sirven de trampolín para generar un conflicto que no necesita de una riña para hacerse presente. Un silencio que le imprime organicidad al giro que va desde el amor hacia la desilusión.
Con una puesta minimalista, un vestuario impecable, una escenografía desmontable, un proyector y música en escena, Agustin Alezzo y Nicolás Dominici decidieron honrar al sajón con una propuesta acertadamente fiel a la obra en sí y lo pudieron hacer gracias a las prolijas actuaciones de Mariano Ulanovsky, Lorena Saizar y Juan Pablo Kexel. Un ojo porteño y argentino podría decir que a la obra le faltó cuerpo y olor a sexo, pero el entrenado enfoque del director fue más allá y permitió esquivar tal obviedad. Porque de haber respetado la visión del acostumbrado ojo sureño, la puesta habría caído en el pecado de transformar la pieza de Pinter en una historia de desamor mejicana. De haber sido así no se podría haber observado el tinte que colorea las obras absurdas y que profana la antipatía, el desinterés, la banalidad y el aburrimiento existencial como estandarte. Una joya inglesa a la vuelta de la esquina cuyo gran mérito es sin dudas haber dejado de lado el ego propio de un director teatral para centrarse en la veracidad de una obra de arte literaria y dramática. Gracias por tanto, Alezzo.
Ficha técnico artística
Dirección: Agustín Alezzo, Nicolás Dominici
Autoría: Harold Pinter
Versión: Rafael Spregelburd
Actuación: Juan Pablo Kexel, Lorena Saizar, Luis Torrecilla, Mariano Ulanovsky
Vestuario: Marcelo Valiente
Escenografía: Marcelo Valiente
Iluminación: Jorge Ferro
Diseño sonoro: Mirko Mescia
Música original: Mirko Mescia
Operación de luces: Maxi Pastorelli
Diseño gráfico: Verónica Azzem
Asistencia de escenografía: Ileana Vallejos
Asistencia de vestuario: Ileana Vallejos
Asistente de sonido: Julián Pineda
Asistente de producción: Ivana Sabatini
Asistencia de dirección: Guido Pietranera
Asistencia de escenas: Sebastian Gimenez, Luis Torrecilla
Prensa: Simkin & Franco
Producción ejecutiva: Juan Pablo Kexel, Mariano Ulanovsky
TEATRO BORDER
Reservas 5236-6183
Duración 80 minutos