Entrás en la sala del Payró y todas las cosas del mundo están ahí, todas aquellas que vas a atestiguar durante dos horas con y en total naturaleza, empapadas de los sonidos de una Pampa chata, bien chata y extensa, cuyo horizonte es el mismo siempre: ese que esconde alguna salida y al mismo tiempo la certeza de que no la hay. “Todas las cosas del mundo quedan en el mundo, vivas o muertas”, y como vivir o morir da un poco igual, lo jugoso es lo que pasa en el medio.
En un rancho de una parte perdida de la Argentina, la podredumbre regurgita cada vez que puede. Iberia (Ingrid Pelicori, ¡apabullante!) está envenenada por el aislamiento, Sancho (Horacio Acosta) está emperrado en levantar cabeza, quiere aparear a dos engendros para explotar lo que salga de esa mezcla y poder salir de gira con la feria de freaks: al público se le cae la baba por el asco, ¡y con la deformidad se lucra! Sin remordimientos. Lejísimos de ser una obra con moralejas, está más cerca del ejemplo de lo que es ir a fondo: he allí la mano de Rubén Szuchmacher para empujar a los actores a potenciar un enorme repertorio entre la impavidez y el éxtasis. Claro, detrás hay un textazo de Diego Manso, denso y sólido, una construcción inteligente que permite que convivan lenguajes de formas disímiles, pero igual de desfachatados en cuanto al contenido. La palabra y su materialización, gran comunión entre dirección y dramaturgia en Todas las cosas del mundo. Y si de comuniones hablamos, el Padre Garzone aparece en escena, un Iván Moschner espectacular, que, aunque no emita palabra, es omnipresente, tanto como una iglesia impune que hace y deshace con tal de que la promoción de la doctrina en lugares impensados se propague cual peste. Una composición deliciosa de Moschner que logra que la abstracción que produce le gane por afano a las barbaridades que exige, porque “el poder de la fe todo lo enmienda”.
Paloma Contreras, presa de su lucidez, carga todo el peso en las rodillas, y con una fuerza impresionante interpreta a la Niña Foca. ¿Cómo resistirse a una obra que tiene un personaje llamado así? Amílcar (Juan Santiago) es huérfano de una “paraguaya come mandioca”, y complota con Foca para sobrevivir al trío Sancho-Iberia-Garzone, enceguecido por la miseria. La obra promedia cuando cae Aurora (Fabiana Falcón) a reclamar lo que es suyo: allí donde piensa que puede encontrar la liberación, el pasado la encierra.
Los vínculos de Todas las cosas del mundo existen en la llanura pampeana, figura que funciona como la antítesis de todo lo que ocurre en escena. En un espacio poco poblado, los elementos que la habitan se mueven siempre a la vista, al igual que sucede con las transiciones entre cada escena: nada se nos oculta, porque aún en las tinieblas algo se percibe. Lo que no se desvanece al salir de las tablas es porque tablas no quedan, los actores se las comen. Otra vez la idea de puesta brilla y se ejecuta con la sutileza de lo que parece poco pero significa mucho, y el sonido y vestuario de la obra están incluidos en este paquete, la máquina está aceitadísima. Cuando hay algo tan bien hecho, pasa desapercibido. Mete mundo.
Pestes y más pestes, pasto y más pasto, alianzas, secretos y ratas: nada bueno sale de ese menjunje. O todo lo bueno que queremos ver cuando vamos al teatro. Harto bienvenidos a ser alguna entre todas las cosas del mundo.
Ficha técnico-artística
Dirección: Rubén Szuchmacher
Autoría: Diego Manso
Actuación: Ingrid Pelicori, Horacio Acosta, Iván Moschner, Paloma Contreras, Fabiana Falcón, Juan Santiago
Asistencia de dirección: Pehuén Gutiérrez
Diseño de escenografía y vestuario: Jorge Ferrari
Realización de escenografía: Jorge Mondello
Asistencia de escenografía: Luciana Uzal y Andrea Mercado
Meritoria de escenografía: Julieta Kompel
Realización de vestuario: Patricia Terán
Asistencia de vestuario: Andrea Mercado
Diseño de iluminación: Gonzalo Córdova
Diseño sonoro: Bárbara Togander
Fotografía: Kenny Lemes
Diseño gráfico: Agustín Ceretti
Jefe técnico y operación de luces: Gabriel Haenni
Prensa: [email protected]
Asistencia de producción: Daniela Muñiz
Producción ejecutiva: Gabriel Cabrera
TEATRO PAYRÓ
4312-5922
Duración 140 minutos