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La “experiencia Tadeys” comienza mucho antes del momento en que finalmente vas a ver la obra. Por un lado sabemos de un Capusotto actuando en el Cervantes, imaginamos (o prejuzgamos) a un actor que solemos asociar con la comedia y la parodia, de repente poniéndose solemne en el Teatro Nacional Argentino. Un poquito de extrañamiento siempre atractivo. Por el otro lado, sabemos que agota entradas desde el momento de su estreno y en cuestión de minutos. “Esta obra se las debe traer”, pensamos todas las Farsas.

Y si, la verdad es que sí. Trae muchos elementos nuevos y poco trabajados en la escena porteña actual, pero principalmente trae una sensación de perplejidad. Y lo primero que me pregunto, al finalizar el espectáculo, es qué fue a buscar en una obra tan compleja el público que agotó la sala y ahora aplaude tímidamente. ¿Era lo que esperaban? ¿Sabían en dónde se estaban metiendo? En el grupo de whatsapp de las Farsas, a veces hacemos el ejercicio de hablar “en caliente” ni bien salimos de las obras, para no perder este efecto de lo inmediato que a veces se diluye en 400 caracteres de una reseña. En esa conversación, definí la obra como difícil.

Puede sonar algo malo, pero no lo pensé así en el momento. Y es importante saberlo, antes de ir. Lo difícil no le quita lo novedoso e interesante. En principio: su historia. Tadeys es un texto que dejó inconcluso Osvaldo Lamborghini antes de morir, una distopía que cuenta los experimentos horrorosos y violentos a los que somete un grupo de doctores drogadictos a adolescentes indisciplinados, convirtiéndolos en adorables damitas. Los diálogos son complejos, súper descriptivos y un poco crípticos de a ratos. A eso le suman el recurso cinematográfico de una proyección en escena que continúa la historia con un personaje que no vemos físicamente.

La escenografía suma incomodidad, porque su piso está inclinado hacia adelante y contiene hoyos, que los personajes esquivan cuando se mueven por ella, bailan y corren en tacos. Es detallista, pero no abrumadora, aterradora e interesante. Simula el interior de un barco, lugar en el que llevan a cabo estos disciplinamientos y mutilaciones. El vestuario es un pastiche con pelucas de época que esconden protuberancias en el cráneo, y ropaje más realista, como si fueran eternos pacientes salidos del quirófano. Hasta acá, un poco Naranja Mecánica, un poco Marqués de Sade.

El plato fuerte de la obra son las potentes actuaciones. Y si bien, podemos esperar un gran trabajo de Diego Capusotto, de Javier Lorenzo y de Iván Moschner, mi total admiración se la llevó la parte más joven del plantel: Canela Escala Usategui, Felipe Saade, y Bianca Vilouta Rando. Interpretan a tres damitas unidas por el horror, por el deseo sexual y el de venganza. Los cuerpos de todos ellos, son soportes. Para el personaje que interpreta cada uno, no están designados según su género aparente, no pareciera tener correlación con eso. Es una decisión de dirección, claro que sí, pero tiene más pinta a decisión política que a decisión estética. Y si pensamos en que en el 2018 la propia directora fue corrida de un protagónico en Esperando a Godot por ser mujer, más político todavía. Ah, ¿y ya mencioné que entre equipo técnico y actores hay mayoría de mujeres? Bueno, les dejo también ese datito con gusto a decisión política.

Tadeys es una gran obra de teatro, que se merece agotar funciones por su calidad. No es una obra para todo el mundo. Y esto lo digo porque en un momento de la función a la que asistí, un espectador se rió cuando el personaje de Capusotto bailaba ridículamente. Su risa se sintió liberadora, como si hubiese ansiado ese momento que le era familiar desde que llegó, y no le estaba siendo dado con todo lo que descoloca alrededor. A ese espectador, le hubiese venido bien un aviso previo: Tadeys está lejos de ser únicamente “la de Capusotto en el Cervantes”, y está muy cerca (pegado) de ser ese conjunto de arriesgadas decisiones políticas que tomaron Analía Couceyro y Albertina Carri.

Ficha técnico artística

Dirección: Albertina Carri, Analía Couceyro

Actuación: Diego Capusotto, Analía Couceyro, Canela Escala Usategui, Javier Lorenzo, Felipe Martín Saade, Bianca Vilouta Rando, Florencia Sgandurra

Vestuario: Mónica Toschi

Escenografía: Gonzalo Cordoba Estevez, Mariana Tirantte

Iluminación: Sol Lopatin

Música original: Florencia Sgandurra

Asesoramiento coreográfico: Celia Argüello Rena

Asesoramiento artístico: Lisandro Outeda

Asesoramiento Artes Visuales: Juan Francisco Martinez Pucci, Fernando Ramos Tutera

Asistencia de dirección: Juan Doumecq

Producción ejecutiva: Francisco Patelli, Ana Riveros

 

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