“Lo muy grande hay que inducirlo de la observación de una partícula, no del enfocamiento directo. El que mira todo el bosque de manzanos, no ve más que el bosque. Pero el que se reduce a mirar profundamente una sola manzana puede inferir el régimen de todas las manzanas.”

El hombre que está solo y espera, Raúl Scalabrini Ortiz

Si entendemos la tragedia como la confrontación del hombre con un destino ineluctable, pocas cosas hay más ineluctables que el fin de una relación. El muro blanco del amor sin feedback. Cuando uno no quiere, dos no pueden, reza sabiamente el dicho popular.

 Suerte de Marcelo Savignone es una patética tragedia moderna.

Patética porque pincela con maestría el pathos moderno de la soledad.  Dicho pathos entonces –como sufrimiento existencial del personaje que se vuelve fuente de empatía del espectador- se materializa y atraviesa todos los soportes de la pieza.

La recortada caja del monoambiente que la escenografía propone es la perfecta expresión arquitectónica de la soledad en la gran ciudad. Desde una estética donde los colores y objetos parecen dar vida a una foto de los ochenta, nos sentimos chiquitos, encerrados, solos, imposibilitados de escapar al aislamiento e individualismo que en ese entonces comenzaban a expandirse endémicamente.

Al principio, su imagen lo impregna todo. Tiñe cada centímetro de ese espacio y lo vuelve inmenso. Tan grande es ella que deja tras de sí una soledad aplastante e inconmensurable como la imagen de su rostro.

Y ahí aparece él, con su personajito embebido en sufrimiento que no da pie con bola, y a cada paso que intenta para agarrar la monedita de la suerte, ésta se le escapa entre los dedos como tirada por el piolín de la Fortuna. O el infortunio, si somos precisos.

Así, Savignone consigue la envidiable soledad en público, y desarrolla un unipersonal en el que la interpelación directa al espectador se produce a partir de canciones. Asistidas por un magnífico uso de la iluminación, ellas nos liberan del confinamiento emocional, cotidiano y escénico y abren el espacio-otro del sincericidio poético.

Con el cuerpo en primer plano como sello personal y un afinadísimo uso de su instrumento, Marcelo Savignone nos refleja en el momento de abandono en que todo parece estar en nuestra contra -¿o será que lo volvemos nosotros?-. Y en el espejo el sufrimiento provoca risa por lo hipostasiado, por el carácter apocalíptico que toma todo, pero especialmente porque tiene verdad en cada gesto. Y despierta una profunda ternura que surge de la certeza de que ese hombre está luchando contra molinos de viento.

Ficha técnico artística

Autoría y concepción: Marcelo Savignone

Intérprete: Marcelo Savignone

Colaboración artística: Viviana Iasparra, Diego Starosta

Asistencia de dirección: Juan Manuel Bernal, Luciano Cohen, Federico Costa, Pedro Risi

Escenografía: Lina Boselli

Realización de escenografia: Federico Villarino

Vestuario: Mercedes Colombo

Iluminación: Luciano Cohen, Marcelo Savignone

Video: Richard Shpuntoff

Música: Víctor Malagrino

Fotografía: Richard Shpuntoff

Diseño gráfico: Edgardo Carosia

Entrenamiento corporal: Sebastián Pirato

Entrenamiento en danza y supervisión coreográfica: Viviana Iasparra

Entrenamiento actoral: Gerardo Chendo

Entrenamiento vocal: David Levin

Asesoramiento de iluminación: Nacho Riveros

Asesoramiento en magia: Pablo Kusnetzoff

Asesoramiento en espacio sonoro: Sergio Falcón

Prensa: Marisol Cambre

Producción ejecutiva: Silvia Barona

LA CARPINTERÍA

Jean Jaures 858

Reservas: 4373-3465

http://www.lacarpinteriateatro.com.ar

Viernes 23:00 hs

$ 100,00

Duración 60 minutos

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