El gancho de lo universal, el chiste de un clásico se define, quizá, porque se maneja siempre como eximio equilibrista sobre la cuerda en tensión entre dos puntas: el pathos de la condición humana, por un lado, y su amarre preciso en un contexto que le da un carácter, por otro.
De mamá Charlotte, -concertista de piano, con una mala espalda que quizá se atreva a delatar su edad y un vestido rojo refulgente como plan de silenciarla- y su hija Eva, -escritora introvertida, esposa de párroco, madre a su vez-, podemos limpiar todo adjetivo calificativo y dejar –precisamente- la matriz. El vínculo madre-hija que apela a todos nosotros como un proyectil a la médula.
La obra comienza con Viktor presentándonos a su esposa. En una genial interpretación, Luis Ziembrowski se brinda con justeza y por completo a su partenaire para acompañarla y contenerla, el mejor regalo que puede pensarse para la enorme labor de María Onetto.
Este comienzo no es, por supuesto, fortuito: de su mano, o más bien a través de sus amantes ojos, es que accederemos a la complejidad de Eva. “Si alguien me ama como soy, podré atreverme al fin a mirarme a mí misma”. Eva relata a Viktor una carta que está escribiendo a su madre, a quien no ve hace siete años, invitándola a pasar unos días en su casa. A pesar de su alegría manifiesta se adivina algo inquietante en su accionar, algo que no podremos descifrar hasta más tarde.
Llega entonces Charlotte (en la formidable piel de Cristina Banegas). El reencuentro es en extremo feliz (¿un poco demasiado, quizá?) hasta que la madre se entera que Lena, su otro hija (gran composición de Natacha Córdoba), está viviendo con ellos en la casa. Su reacción pone en alerta al espectador: quizás haya algunas grietas más de las que la euforia inicial dejaba ver.
Poco a poco, e incluso a pesar suyo, madre e hija van retomando sus roles es una vieja contienda que es a la vez actual, porque es el fundamento sobre el cual su relación se construye. El piano vuelve a estar en medio como terreno de disputa, aquel (otro) amante hacia el que Charlotte eligió dirigir sus pasos, alejándose de sus hijas. Finalmente las grietas que se vislumbraban tímidamente se vuelven tan numerosas que hacen estallar todo en pedazos.
Y sin embargo es una obra sobre el amor. Y también sobre el odio. Sobre la pérdida, la ausencia, el sacrificio y el egoísmo: esos pequeños y grandes dolores que en general construyen todos nuestros vínculos. Pero que en particular marcan a fuego los propios, únicos e irrepetibles.
Ficha técnico artística
Dirección: Daniel Veronese
Autoría: Igmar Bergman
Versión: Daniel Veronese
Actúan: Cristina Banegas, Natacha Córdoba, María Onetto, Luis Ziembrowski
Asistente de dirección y Stage Manager: Gonzalo Martinez
Diseño de escenografía: Diego Siliano
Diseño de iluminación: Marcelo Cuervo
Diseño de vestuario: Laura Singh
Produccion ejecutiva: Alberto Lopez
Productor General: Sebastián Blutrach
Comunicación visual: Estudio Ka / Gabriela Kogan
Prensa: SMW
TEATRO EL PICADERO
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