Guillermo Cacace prueba una vez más con un texto del croata Ivor Martinic, luego del éxito de Mi hijo solo camina un poco más lento, pero esta vez en la sala El Picadero.

Cacace no quiere repetir, no quiere que se comparen sus puestas y nos tienta a ver más allá. No desea que lo etiqueten en una determinada manera de dirigir; asegura que cada experiencia de encuentro con los elencos es diferente y por ende el resultado de la obra es distinto también.

Pero es inevitable reconocer el sello Cacace en Mirjana. En la actuación frontal, dinámica e intensa. En la puesta y en la escenografía mínima que agiliza la acción, y hasta en la manera de comunicarse de los personajes. Todo nos remite a su mirada, una poética propia que cada vez toma más cuerpo.

María Onetto vuelve a sorprendernos con su interpretación de Mirjana. Como madre, como hija, como amante y ex esposa. Mirjana desdobla su individualidad y camaleónicamente se relaciona con los personajes en cada vínculo que es único. En el encuentro de los personajes de esta historia se redefinen sus vínculos. Mirjana es una mujer compleja, y en esa complejidad las escenas se desarrollan tratando de establecer su lugar en el mundo.

El elenco que acompaña el rompecabezas que es la vida de Mirjana, suma un gran valor a la historia. Todos escuchan, opinan y reaccionan a lo que les pasa a los demás y eso crea una red entre todos los personajes con distintos focos de atención que el que el espectador puede disfrutar.

Lo femenino, la presencia de la mujer en un mundo machista. La familia y sus vaivenes emocionales. Grandes temas se tocan en esta puesta que, con certeza, seguirá los pasos de la primera pieza croata que ya lleva cuatro años en cartel.