Es terriblemente difícil explicar algo bello. Como si las palabras limitaran y encerraran esa sensación tan directa y profunda de disfrute. Quizás ninguna palabra baste, pero no se puede dejar de hablar sobre la experiencia sensorial que se experimenta en Rosa brillando.

Basada en textos de la poetisa uruguaya Marosa Di Giorgio, la obra se sostiene con una recitatriz (mezcla de recitadora y actriz) y un guitarrista que se comunican en esta danza invisible de música y palabras. Los conducen las letras de Di Giorgio que los/nos llevan en un viaje pulsionante por la vida rural, la naturaleza, el amor, la mitología y el sexo.

La recitatriz no es menos actriz por recitar, al contrario, se potencian ambas cualidades en ella, como si la emoción y la palabra no pudieran dividirse. Los versos de Di Giorgio toman cuerpo en ella y le brotan por los poros. Vanesa Maja está en un estado de exaltación constante, como si  todos los sentidos que despiertan estas letras, fueran llevándola de un lugar a otro. Su entrega a este juego hace parecer todo infinito y estimulante.

La obra de Juan Parodi se propone hacer algo complejo que es teatralizar la poesía, sin caer en la declamación ni tampoco utilizándola para contar algo ajeno a sus palabras. Parece haber una sincronía constante entre lo que se ve y lo que se dice. Hay un juego continuo entre lo visual y lo sonoro, desde unas proyecciones tan simples pero contundentes que por medio de las sombras develan la belleza oculta de las cosas cotidianas, y a través de ese guitarreo constante que nos transporta a un viaje trascendental.

Todas estas palabras escritas son solo un mínimo y acotado racconto de lo vivido en la función. Nada se asemeja ni puede transmitir la experiencia estimulante que es meterse en el universo de Marosa Di Giorgio con tan buenos acompañantes. Podes pensarnos cobardes pero solo somos sinceros, empezamos atajándonos y terminaremos haciendo lo mismo, vayan al teatro porque con palabras no basta.