Cuatro actores. Fuman, leen el diario, miran el vacío. El público se acomoda y, casi con desgana, ellos van hacia sus lugares para empezar la función: eso sienta el tono de hastío del domingo, de la vida, que viven estos personajes. Jimmy y Allison, una pareja que pendula entre la pasión y la violencia. Cliff, impávido testigo de cómo se destruyen… o el sostén para que esto no suceda. Víctimas y victimarios los unos de los otros, creadores y criaturas de la mediocridad cotidiana, de la agria realidad que esconde el ideal roto del imperio británico.

Y un domingo en que parece que finalmente todo va a estallar en pedazos, llega Helena, amiga de Allison. Una ráfaga de aire fresco. O al menos, eso esperaríamos.

Nada es tan simple en esta pieza, nada es blanco o negro. Nada es puro.

La obra, estrenada en 1956, fue el emblema de la insatisfacción social de la generación de posguerra inglesa, y el disparador del movimiento Angry Young Men, “jóvenes iracundos”.

La puesta de Mónica Viñao discurre sin cortes: los actores se cruzan tejiendo entradas y salidas, las palabras se superponen sin esperar el final, sin respiro. Con el correr de la obra el espacio acumula los restos materiales de todo lo que se destruye.

Y tal vez, el amor, pueda salvarlo todo. Pero, ¿qué amor? ¿Qué entendemos por “amor” cuando los ideales estallan? Quizá sea cuestión de buscar sus formas en el barro que toma lo cotidiano de estar vivos.

Ficha técnico artística

Dirección: Mónica Viñao

Autoría: John Osborne

Traducción y adaptación: Mauricio Kartún

Actúan: Esteban Meloni, Guillermo Arengo, Romina Gaetani, Andrea Bonelli

Asistencia de dirección: Ana María Converti, Leo Méndez, María Leiva

Escenografía y vestuario: Graciela Galán

Iluminación: Jorge Pastorino

Musicalización: Diego Fischerman

Coordinación de producción: María La Greca

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