Experimentar desde el cuerpo, esa es la cuestión en Orillera donde Toto Castañeiras continúa investigando en identidad, sexualidad y género a través del teatro físico.

Al entrar en la sala del El Extranjero te vas a encontrar con diez actores en escena que también son iluminadores, bailarines, objetos y una masa que crea formas plásticas para contar distintos vínculos entre los habitantes de una ciudad costera.

Luego de estrenar Las de Barranco (con elenco femenino) y Gurisa (con elenco masculino), y tras años de trabajo escénico colectivo y creaciones en conjunto, ambos grupos se fundieron en un elenco mixto que los une para crear un relato fragmentado donde se cumple el uno para todos y todos para uno.

El trabajo es puramente colectivo, apoyándose unos en otros para crear una dinámica grupal donde la acción física de los intérpretes hace que las individualidades por momentos se pierdan para construir una dramaturgia corporal con identidad propia. Se profundiza la exploración iniciada en Gurisa donde la plasticidad de los cuerpos resulta tremendamente expresiva, dejando la palabra en segundo plano. En una sucesión de escenas fraccionadas, y junto a la iluminación en claroscuro desde adentro de la escena (rasgo ya característico de Castiñeiras), se generan sensaciones de violencia, discriminación y desamor.

En Orillera el cuerpo cuenta más que la palabra y nos transmite un caos de historias que nos llevan un viernes a la noche de la primavera porteña a la costa argentina.