La sensación nostálgica de domingo y la tristeza por el fin de semana que ya pasó se pueden combatir con buen teatro. Noche de Reyes es una comedia de Shakespeare, un clásico con todos esos elementos que conocemos, nos gustan y no pueden salir mal: equívocos, confusiones, ambigüedades. En esta ocasión, Luciano Cohen se luce con una versión en la que esa obra, tantas veces representada, es acompañada por máscaras balinesas y música en vivo. El resultado es un placer.

Para quienes no recuerden de qué trata esta comedia shakesperiana: dos hermanos naufragan junto al resto de su familia y, por separado, ambos llegan a tierra pero se consideran los únicos sobrevivientes de la tragedia. Viola, pensando que lo ha perdido todo, decide disfrazarse de varón y trabajar para el hombre más poderoso del pueblo al que llegó. Por otro lado, su hermano Sebastián también busca rehacer su vida y, luego de viajar sin rumbo, arriba en el mismo pueblo. La situación es ideal para que se desate la confusión y se nos presenten situaciones divertidísimas.

Desde que ingresamos a la sala, vemos y escuchamos a los intérpretes que van a musicalizar la obra marcando un ritmo dinámico, acompañando las risas y sumando ese no se qué que le da la música en vivo a una obra de teatro.

Las máscaras, talladas artesanalmente en madera y provenientes de Bali, Indonesia, merecen un párrafo aparte. Se trata de uno de los recursos más antiguos del teatro. En este caso, no solo tienen un fuerte valor simbólico al recordarnos que en esta obra en particular, en el teatro en general y también en la vida, todos protegen su verdadera identidad detrás de una máscara. Además, cada una de ellas es una pieza artística por sí misma que merece y se roba su debida atención.

Plan de domingo a la noche, listo.