“Cada fábula o apólogo es un caso emblemático de cierta forma de ser, que arrastra al personaje a una experiencia mala de la que se extrae una lección”
“No barroquices al pedo, Lucas”
“No, isabelinos son tres cuartetos y un dístico, no hay tercetos; además el isabelino en castellano es una mierda”
Los talentos
Se respira un tufillo rancio. Está bien, estamos en la década del noventa, pero éste viene de más lejos. Dos adolescentes juegan a ser adultos con modelos inspirados en quienes podrían ser sus abuelos. Camisa, pipa, vino, la maqueta del erudito de principios de siglo. Y de repente, a cualquiera que alguna vez sufrió ínfulas de intelectual, el aroma comienza a parecerle familiar.
Dos niños bien, eximios pensadores de clase media (o media-alta), se entretienen un sábado por la noche compitiendo en la composición de un soneto en pentámetro yámbico. La suficiencia que despliegan en soledad hace pensar que tienen el mundo a sus pies… hasta que el mundo efectivamente entra en el juego. Pedro, dueño del departamento donde la diversión tiene lugar, propone una salida alternativa. Todas las opciones son rechazadas son un sarcasmo que evidencia que quizá -sólo quizá- estos dos no la tengan tan clara. Y es con la llegada de Denise, hermana de Pedro y adoración de ambos, que la fachada termina de resquebrajarse.
La obra construye hábilmente el espacio cerrado del departamento -la zona de seguridad-, a partir de una escenografía muy precisa, para proceder después a agrietarlo con ayuda de la iluminación y los usos de las entradas y salidas. La intrusión del afuera o la importancia del “fuera de campo” es algo que la dupla Jakob-Mendilaharzu, en su pendular entre el cine y el teatro, evidentemente comprende en profundidad. Las actuaciones delinean muy bien a estos personajes entrañables, complejos, ágiles en sus pensamientos y en el ritmo que puntúa sus diálogos sagaces (aunque quizá por momentos la agilidad se convierta en apuro, se le quite peso a la palabra, tan central ella en esta pieza, y eso dificulte el entendimiento). Sentimos una empatía inmediata por su inocencia disfrazada de verdades repetidas, su miedo camuflado con certezas de libro añoso.
A fin de cuentas, la obra nos posiciona en la etapa de la bisagra: entre repetir aquello aprendido de memoria para un “muy bien diez, felicitado”, u olvidarse de las calificaciones, salir al ruedo y hacerlo propio, tropezones incluidos. Siempre está la alternativa de encerrarse en la autocomplacencia y juzgarnos incomprendidos. Es la más fácil, claro está, pero también la más triste.
“…y alguien lo ha convencido de que es un poeta maldito (…)
Podría ser él, o aquellos dos
Incomprendidos somos todos…“
El incomprendido – Kevin Johansen
Ficha técnico Artrística
Dramaturgia y Dirección: Walter Jakob, Agustín Mendilaharzu
Idea: Agustín Mendilaharzu
Actuación: Julián Larquier Tellarini, Carolina Martin Ferro, Pablo Sigal, Julian Tello
Asistencia de dirección: Agustín Godoy
Escenografía e iluminación: Magali Acha
Fotografía: Soledad Rodríguez
Diseño gráfico: Paula Erre, Andrés Mendilaharzu
Producción ejecutiva: Carolina Martin Ferro
Este espectáculo formó parte de los siguientes eventos: Festival de Teatro de Rafaela 2011, VIII Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA)
ELKAFKA ESPACIO TEATRAL
Lambaré 866
Reservas 1148625439
http://elkafkaespacioteatral.blogspot.com
Duración 90 minutos