“Amar es sufrir. Para evitar sufrir, uno no debe amar. Pero entonces uno sufre por no amar. Entonces, amar es sufrir. No amar es sufrir. Sufrir es sufrir. Ser feliz es amar. Ser feliz, entonces, es sufrir, pero sufrir hace que uno sea infeliz. Por lo tanto, para ser infeliz, uno debe amar, o amar para sufrir, o sufrir por ser demasiado feliz… espero que estés anotando todo esto”. La última noche de Boris Grushenko
Es posible que el motivo por el cuál un hecho artístico clásico es un clásico, sea porque hace vibrar algo que nunca deja de estar vigente en sus espectadores: el amor y el desamor. La ilusión y la desilusión. Alguien que ama a otro que ama a un tercero. La novela original de Dostoievsky, Noches Blancas, cuenta esa historia. El mérito de la genial versión de Ariel Gurevich es haber entendido a la perfección el original, haberlo asimilado y haber podido producir una puesta en escena que cuente la misma historia con la misma vigencia aún cambiando tiempo, lugar y género.
Nelson Rueda le presta el cuerpo al que ha de enamorarse de alguien a quien encuentra por casualidad frente a su casa. Esteban Masturini encarnará el objeto del amor que traerá alegrías y dolores inenarrables para el recién mencionado mientras intenta ser amado por alguien más, y Silvana Tome será la voz entre realista y pesimista que intentará cortar por lo sano esta peligrosa locura que todos conocemos como estar enamorados. Con un texto poético, pero contundente, estos tres actores dan vida a una historia que no por ser ficticia es menos real. Cada cual desarrolla su papel con su propia impronta, a su manera, y todo encaja con la misma satisfacción con la que se completa un rompecabezas. Y, además de la delicada y hermosa estructura que propone el original, está la bella puesta en escena que propone Gurevich, usando con precisión la música como manera de contar eso que es tan fácil de entender, tan difícil de contar y tan duro de sufrir.
Existe la idea de que entender lo que nos pasa alivia el sufrimiento, aún cuando no aliviana el dolor. Si esto es así, cualquiera que alguna vez haya amado, y por ende sufrido, puede considerar ir a ver Las Noches Blancas como terapia rehabilitante. Esta versión se tomó el atrevimiento, acertado, de cambiar el género de los personajes y hacer que un hombre se enamore de otro. Pero más aún nos da la oportunidad a los espectadores de ver nuestros propios sentimientos en escena, entendiendo que el amor es un clásico universal que nunca pasa de moda y que, en estos asuntos, el género ya es irrelevante.
Ficha técnico artística
Dramaturgia y dirección: Ariel Gurevich
Texto original: Fíodor Dostoievsky
Actuación: Esteban Masturini, Nelson Rueda, Silvana Tome
Vestuario: Jam Monti
Escenografía: Ana Sarudiansky y Mariana Ayala
Diseño de iluminación: Leandra Rodriguez
Banda de sonido: Diego Vila
Fotografía: Nacho Lunadei
Asistencia de iluminación: Susana Zilbervarg
Asistencia de dirección: Juan Abuaf Calero
Prensa: Carolina Alfonso
Producción: Mate Iparraguirre
Coreografía: Mecha Fernández
EL EXTRANJERO
Teléfono 4862-7400
Lunes 21:00 hs.
$ 200,00
Duración 80 minutos