La última de Rafael Spregelburd viene picante. Tres horas y pico de atrapante intensidad donde el intervalo resulta casi innecesario. Una puesta que, a casi diez años de haber sido estrenada en la Bienal de Frankfurt, encuentra su máxima expresión en el único epicentro posible a tanto destello: el renovado Teatro Nacional Cervantes.
La Terquedad se nos abre como el ritmo de lo discontinuo, un relato de desbordes lógicos mostrado desde todos sus ángulos. Hay excesos y esto ya viene marcado desde el momento de su historia: la convulsión del último día de la Guerra Civil Española, el punto culminante antes de conocer el desenlace en las diferentes miradas de cada uno de los personajes que pasan por la casa del retirado comisario de la policía valenciana Jaume Planc (Rafael Spregelburd). Así, se cruzan los orgullosos nacionalistas con los camuflados republicanos alrededor del argumento de una lista de nombres (por momentos de traidores, por otra de invitados) que opera como disparador de la comedia de enredos que por momentos resulta esta pieza.
También el espiral. Entre esos excesos de diálogos superpuestos, confusiones, partes que superan el todo y la repetición de las escenas para poder fijar el ojo en un punto diferente por vez, emerge una clara figura de embudo por donde la forma de todo este contenido se va desgastando nivel a nivel. Este descenso se carga con el registro actoral, que pasa de intensiones hiperrealistas a guiños al grotesco y el peso de la situación representada, primero una confusa cuestión casi de estado y luego un claro malentendido cómico. En ese viaje al despojamiento de la hipérbole, la caída estruendosa de un protagonista que se presenta como dueño de toda la verdad y creador del primer lenguaje artificial para que el mundo entero nombre la realidad de la misma manera, a un payaso que ni si quiera es capaz de comprender su propio fracaso. De fono, esa terquedad que lo endurece en un único punto de vista posible, hasta quebrarlo en pedazos.
Volvemos a la invención de ese idioma nuevo, punto medular en torno al cual giran los argumentos de la obra. Como el propio autor lo asume, La Terquedad es un “desaforado diálogo entre la figura y el fondo” porque en esa propuesta de lenguaje artificial está toda la estructura peleando a cuchillazo limpio, hasta el absurdo, con su desnaturalizado significado. Cuestionar al lenguaje desde el lenguaje y desnudarlo en sus aspectos más artificiales. Y para eso, la metáfora de un diccionario que contiene las palabras de todos los idiomas traducidas a números para configurar una única lengua universal. Anécdota aparte, la existencia real de un valenciano, también ex comisario, que estudió durante años esta posibilidad y creo el idioma artificial “usik” basado en complejas combinaciones numéricas.
La Terquedad viene siendo todo eso. Un espectáculo de excesos en sincronía sostenido por un elenco preciso en armar un todo aún más contundente que sus interpretaciones individuales (Analía Couceyro y Pilar Gamboa, las destacadísimas). Un espiral caliente y agitado hacia el último de los descensos. Una batalla abierta a todo o nada entre el fondo y la forma.
Y si de ver la cosa desde sus condiciones de producción se trata, La Terquedad es, sobre todo, una producción magnífica que sólo un teatro nacional desde su función pública es capaz de ofrecer. Como el director del Cervantes, Alejandro Tantanian, lo viene repitiendo en entrevistas: en una sala independiente, tamaña producción no sería posible; en una comercial, el despliegue no sería rentable. Es entonces menester de una institución pública asumir el desafío y abrirnos la posibilidad de por fin tener en nuestro país esta imprescindible pieza del teatro contemporáneo.
Ficha técnico artística
Dirección: Rafael Spregelburd
Autoría: Rafael Spregelburd
Intérpretes: Paloma Contreras, Analía Couceyro, Javier Drolas, Pilar Gamboa, Andrea Garrote, Santiago Gobernori, Guido Losantos, Monica Raiola, Lalo Rotaveria, Pablo Seijo, Rafael Spregelburd, Alberto Suárez, Diego Velázquez.
Música original: Nicolás Varchausky
Asistencia de dirección: Juan Doumecq
Escenografía: Santiago Badillo
Asistencia de escenografía: Isabel Gual
Diseño Audiovisual: Pauli Coton, Agustín Genoud
Vestuario: Julieta Álvarez
Iluminación: Santiago Badillo
Producción: Yamila Rabinovich, Ana Riveros
Colaboración artística: Gabriel Guz