Reseña
75'

Un foco de infección esperando a ser apretado para desparramar su contagio: este es el mundo creado que se nos presenta y que desafía nuestra tolerancia como espectadores, no permitiendo ponernos en un lugar relajado de observación pasiva. Un ambiente inundado de líquidos y fluidos, de sonidos y frecuencias que desagradan e incomodan es lo que le espera también a los personajes, un grupo de misioneros católicos que lejos de prodigar la palabra, hacen lo posible por evitar prodigar la rabia. La obra propone una experiencia sensorial que no estamos acostumbrados a experimentar en teatro.

Cuatro jóvenes misioneros llegan a una casa remota en el Delta del Paraná donde encuentran a una señora, Coleta (Enrique Dumont), queriendo aplacar con un tetra el delirio que le genera la mordida de su perro. A partir de ahí, todo es líquido y supura: su herida infectada, el vino mezclado con sangre y agua, los mocos que le chorrean, las escupidas, la lluvia misma. El inevitable contagio es entramado en la historia con algunos chispazos de desarrollo de los personajes misioneros y sus historias pasadas, que no se terminan de cerrar, pues la urgencia de las víctimas de la rabia los desvía a resolver nuevos problemas.

La obra viene explorando espacios de representación y de experimentación hace más de dos años en un centro de Scouts y en una casona abandonada de Palermo. Ahora en el Espacio Callejón, se empieza a armar un clima desde el patio con la proyección de un documental retro sobre los efectos de la rabia. Una vez adentro, la escenografía es meticulosa y está plagada de simbología religiosa, unas telas delimitan el espacio (cuelgan por atrás y están por el piso empapadas y llenas de mugre), y el juego con la iluminación crea un efecto tenebroso con momentos de sombras de la virgen ampliada en la pared, entre velas, linternas y hasta un ritual macabro.

También toma un papel fundamental el constante acompañamiento musical y sonoro, utilizado con una lógica cinematográfica. Incluso, como espectador de teatro, a veces es difícil acostumbrase a esta presencia constante. Esto indica que se requiere un cambio de código como espectadores. Todos los signos confluyen a decirnos que el ambiente creado no sólo será distinto a lo convencionalmente teatral, sino también la forma en la que estará representada la obra.

Cuando se ven historias de suspenso, generalmente sabemos que a los personajes les espera el peor escenario posible: en este caso, una noche de tormenta en el delta del Paraná. Una de las formas que tiene La rabia de aliviar la tensión y el inevitable devenir, es a través del humor. Y el alivio juega tanto para los personajes como para el público: se escuchan risas nerviosas de muchas butacas. La obra nos propone una experiencia y una vivencia, una puesta a prueba de los sentidos del espectador. Si se tratara de una película, podríamos gritarle a la pantalla “¡cuidado!”, exclamar en voz alta, taparnos los ojos; pero esto es teatro: cómo se recepciona el thriller en teatro es la búsqueda a la que nos tenemos que animar.

 

Ficha técnico artística

Dirección: Juan Pablo Galimberti

Dramaturgia: Juan Pablo Galimberti

Actuación: Valeria Di Toto, Enrique Dumont, Francisco González Gil, Franco Moix, Luciana Vitale

Vestuario: Agustina Filipini

Escenografía: Juan  Pablo   Galimberti

Iluminación: Soledad Ianni

Redes Sociales: Luis Muñoz

Video: Carolina Romagnoli

Música original: Nicolás Ferrero

Comunicación: María  sztajnszrajber

Asesoramiento dramatúrgico: Javier Daulte

Asistente de producción: Carolina Romagnoli, Chany Suarez

Asistencia de dirección: Ariel Vallone

Producción ejecutiva: Mariana Morán Benitez

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