Ser paciente es saber esperar, pero también entregarse a la propia vulnerabilidad y dejarse cuidar y sostener.

En un sistema de salud colapsado, tres enfermeras de un hospital asisten a pacientes terminales entre la amorosidad y el hastío. Cualquier semejanza con la realidad no es pura coincidencia. Las tres actrices en escena son enfermeras de profesión. Esa mezcla de oficio innato e interpretación las vuelve adorables, verosímiles y, por sobre todo, humanas. Con sus contradicciones y reclamos, reflexionan sobre sus propias existencias a la vez que van reflejando la lucha a la que se enfrentan por un salario digno y mejores condiciones laborales. Ludmila, Silvia y Gloria (Noelia Prieto, Valeria Giorcelli y Karina Elztein) tienen un tono actoral sólido manejando el humor negro con la sutileza que requiere.

La obra transcurre en el centro privado “Honrar la vida” una noche de guardia en que a dos de las ellas “se les va” un paciente. Entre la sátira y la comedia intentan ocultar el cuerpo y pensar de qué forma le van a dar la noticia a Gloria, la jefa de sala que está regresando de una protesta sindical en búsqueda de mejoras salariales. Todo se transforma en un gag detrás de otro pero al mismo tiempo en una bajada de linea hacia lo invisibilizado de la labor de las enfermeras, los médicos a cargo que poco aparecen y toman los decesos como una nueva cama disponible y las propias angustias de estas tres mujeres que al fin de cuentas comparten la mayor parte de sus vidas entre pitidos de alarma y jeringas con calmantes.

Entre sombras, luces y sonidos asistimos a la intimidad de cuatro boxes donde en cada uno emerge un universo particular entre el enfermo, sus familiares y las propias cuidadoras. Una puesta en escena digna de telenovela de los ‘90 que las actrices aprovechan a la perfección con todo su histrionismo. Cada detalle está cuidadosamente pensado y todos los elementos presentes hacen que nuestra imaginación deje de volar y nos podamos sentir literalmente en una guardia de hospital.  La dramaturgia y dirección es de Macarena García Lenzi con un ritmo más que acertado. Cuidando cada escena para que la expectativa no decaiga y la atención sea plena. Con diálogos profundos y existenciales donde todo nos atraviesa.

LA PACIENCIA toca temas sensibles y profundos, pero con la maestría del tono humorístico. Las duras tareas de cuidado en el sistema de salud son invisibilizadas por salarios paupérrimos y jornadas laborales extenuantes. Carga mental y emocional que también deben gestionar las enfermeras que hacen a la vez de confidentes, hijas, madres y hasta amores de los pacientes. Porque en ese rubro se es un poco todo.

Sin caer en burlas ni estereotipos, con los tempos justos para desatar risas y reflexiones por igual, esta obra transmite un mensaje. Pero con tanto humor encima que salís con liviandad y entusiasmo. Buen teatro que habla de la realidad. Esa que es tragicómica como la vida.