Reseña
95'

Basada en  la novela homónima de 1962 escrita por Anthony Burgess y en la película estadounidense de 1971, La naranja mecánica, adaptada y dirigida por Manuel González Gil se presenta en El Método Kairós. Franco Masini se destaca como protagonista, a la vez que el director logra contar la historia de una forma impactante y con una fuerte estética. A pesar de que varias décadas separan la obra porteña del libro original, los espectadores son interpelados como sociedad, a través de conflictos con una fuerte presencia actual y local.

Para aquellos que vieron la película homónima, el resumen del argumento de la obra podría estar de más. Cinco jóvenes fanáticos de la violencia, Los Durgos, salen a la calle todas las noches para disfrutar del sufrimiento ajeno. Con sus cuerpos y sus mentes poseídos por drogas y una fuerte adrenalina, golpean brutalmente, agreden y violan a cualquier transeúnte indefenso que se atraviese en su camino. Sin embargo, una noche ingresan a la casa de una mujer y la matan. La policía aparece rápidamente y solo encuentra a uno de ellos, Alex (Franco Masini) que se había proclamado a sí mismo el líder de la banda. Luego de vivir en prisión, Alex se ofrece para formar parte de una especie de experimento, el “método Ludovico“, que se propone “curar” a los criminales y convertirlos en “personas buenas” a través de la psicología.

Franco Masini sorprende como actor al encarnar a un protagonista violento, conflictuado, traumado. El desafío no es menor y él lo resuelve con éxito. El resto de los actores se desempeña de forma impecable, a pesar de que muchos de ellos tienen que representar diferentes personajes, con personalidades muy diversas, en pocos minutos. El rol de Manuel González Gil como director también se destaca: la obra es efectiva, emociona y, sobre todo, impacta. La violencia es uno de los elementos fundamentales de la trama, y esta es representada de una forma acertada, que deja al espectador sin aliento, pero sin recurrir a golpes bajos y con un fuerte valor estético.

Si bien el director utilizó algunos recursos poco seguros, como la utilización de voz en off, que no resulta del todo orgánica, y si bien los minutos comienzan a alargarse durante la última media hora, el balance es positivo. Hay otros recursos “arriesgados” que tienen un efecto excelente, como el rompimiento de la cuarta pared para utilizar a los espectadores y a la sala como un auditorio, y así interpelarlos directamente.

A pesar de las décadas que pasaron desde la publicación de la novela original, los problemas que plantea  la obra resultan muy actuales para el público porteño: la discusión sobre qué hacer con los delincuentes y cómo tratarlos, dónde está el límite de los derechos y libertades de una persona que comete crímenes, el “lavado de cerebro” para controlar a una sociedad pasiva y con miedo. Sin dudas, una obra para pensar en todo esto, emocionarse, y llegar a empatizar con el más cruel de los delincuentes.

Ficha técnico artística

Autoría: Anthony Burgess

Versión y dirección: Manuel González Gil

Traducción: Pablo Rey

Actuación: Lionel Arostegui, Enrique Dumont, Stella Maris Faggiano, Francisco González Gil, Toto Kirzner, Franco Masini, Fran Ruiz Barlett, Tomás Wicz

Músicos en vivo: Bruno Caro Langwagen, Rodrigo Caro Langwagen

Vestuario: Victoria Wallace, Luciano Huentecura

Arreglos vocales: Eugenio Perpetua

Comunicación y prensa: Varas Otero

Director asistente: Matías Puricelli

Diseño de escenografía: Lula Rojo

Diseño de luces: Caio Senicato – Manuel González Gil

Diseño de movimiento: Agustina Seku Faillace

Diseño de vestuario: Pablo Battaglia

Fotografía: Nacho Lunadei

Diseño Gráfico: JARDINBA.COM

Producción ejecutiva: Valeria de Luque

Realización de vestuario: Irma Melo, Ignacio Estigarribia, Daniele Szczepanik

Música y dirección musical: Martín Bianchedi

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