Una niña huérfana tiene un proyecto imposible: quiere ser santa. “Puerca”, le grita la tía. “Estás sucia”. Se cría persiguiendo palomas, buscando el espíritu santo en el patio, entre sifones que le estallan en las piernas. Pero son milagros pobres, que suceden siempre para otros. Entonces decide entregar su cuerpo como puente hacia la gracia. Siempre al servicio de los demás. Usando pulóver rosita, como una puerca.
El texto de Santiago Loza es de una dramaticidad poética excepcional. Una voz se despliega y estalla con intensidad lúdica, sensible, pueblerina. “Pura cicatriz interna. Todo lo que está cortado por dentro. Lo que no se ve pero duele”. En un consenso de época donde buena parte del teatro se disuelve en operaciones paródicas, algo por fin se rompe, frágil. Esas esquirlas llegan también al espectador con emoción, humor y belleza.
Lisandro Rodriguez construye una puesta tan austera como esa vida. ¿Qué puede usar la puerquita sino crema Hinds? La dirección lee en el monólogo hipótesis de representación, y las actualiza, amplificando el texto. La obra se dirige al público, tal vez asistentes a una residencia hospitalaria (un espacio donde todo tiene el mismo olor). Pero quién sabe. Queda en una zona ambigua disfrutable. Unas luces blancas y algunas rojas medio cabareteras encandilan y enrarecen a ese animal de feria ridículo y tierno, que cuenta con humor su periplo desgraciado. Hombres que van para el alivio que propician las nocturnas. “Santita, me decían”.
Valeria Lois mira, incomoda, hace reír, como esas personas en el subte que preferís que no se te sienten al lado. Abajo de la máscara está la actriz pero esa actriz también es la mujer puerca, bufón exhibido, que confiesa para otro. Ingresamos (culpables) en ella también. Ahí donde explota brillante todo el material: una bestia actoral se entrega en una sala de Almagro. “Dios no me tolera a mí tan complicada”. Los espectadores no saben si reír y la miran piadosos, desde muy cerca. Ella aprovecha esas reacciones y les entrega uno a uno cada parte de la obra. El sacrificio se cuenta también en ese diseño espacial.
¿Hace falta aclarar que la obra no se trata sólo de la fe? El sacrificio adquiere la forma de economía moral del afecto. La contabilidad del corazón. Sufrir como ganancia capitalizada para poder reclamar la felicidad que nunca llega. En ese transcurrir como una siesta mientras se van quemando las luces, entre bombitas falladas donde se buscan milagros.
La gracia se produce en la cara de los espectadores que se van iluminados. La historia de La mujer puerca es alguien que busca ciega y desesperadamente, amor.
Ficha técnico artística
Dirección: Lisandro Rodriguez
Autoría: Santiago Loza
Actuación: Valeria Lois
Vestuario: Jose Escobar, Lisandro Rodriguez
Escenografía: Jose Escobar, Lisandro Rodriguez
Diseño de luces: Matías Sendón
Fotografía: Nora Lezano
Diseño gráfico: Lisandro Rodriguez
Asistencia de dirección: Cammila Gomez Grandoli
Prensa: María Sureda
Producción: Elefante Club De Teatro, Natalia Fernandez Acquier
Colaboración artística: Mariano Villamarin
Este espectáculo formó parte de los siguientes eventos: Festival Escena 2012, Festival de Teatro Rafaela 2013, IX Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA), Escenarios de Verano Estación CABA